República española y república austriaca, vida (y muertes) paralelas

aladaLa República Española y la República Austriaca, tan paralelas, tan parecidas, tan…Tan eso.

14 de Abril.- Hoy se cumplen 85 años de la proclamación de la segunda república española (la última que hemos tenido hasta el momento).

Hoy, como soy muy friki, mientras iba a trabajar, pensaba yo en que, puestas en paralelo, las historias de España y de Austria se parecen extrañamente y que, al mismo tiempo que España se zambullía en los fecundísimos pero convulsos años republicanos, Austria se encontraba también zambullida de cabeza en los no menos fecundos pero también convulsos años de la primera república.

La República española fue producto de dos factores aparentemente contradictorios, por un lado de la prosperidad que trajo la paz relativamente larga de la Restauración, y que permitió, después de las guerras carlistas, que en España surgiese una clase media (decíamos ayer) que empezó a pensar y a comprar libros y periódicos y a ser más laica y más culta. Estos pusieron la semilla. El crack del 29, que amenazó las raíces de esa prosperidad, hizo que los acontecimientos se precipitasen y que los españoles decidieran que estaban mejor sin un rey que, privado del talento político de su madre, la austriaca Maria Cristina, una de las mejores reinas que hemos tenido, terminara cometiendo una serie de errores fatales que, a medio plazo, le costaron el puesto de trabajo.

Ambas, la República Española y la República Austriaca, más larga la segunda, tuvieron en común que fueron periodos de un inusitado esplendor cultural (vamos, es que en España, aparte de naranjas, trigo y hortalizas no producíamos más que escritores, ensayistas y poetas) pero también ambas repúblicas tuvieron en común que ambas fueron, a su modo, experimentos políticos fallidos, principalmente por falta de mimbres con los que hacer algo en condiciones.

Ambas tuvieron en común que eran democracias nominales en donde los demócratas, en las alturas del poder, escaseaban o brillaban por su ausencia (por la izquierda, por la derecha o por la mitad). También, del poder para abajo, ambas tenían en común un pueblo con poquísimos hábitos democráticos (el artificio sagasta-canovista no era precisamentente un vivero de demócratas -basta leer La Regenta- y en cuanto a Austria, Paco Pepe era más de derechas que la Divina Pastora, así que había pocas posibilidades de que el pueblo adquiriese hábitos democráticos).

Ambas, la república española particularmente en el llamado bienio negro (conservador, el que precedió a la guerra civil) tuvieron serios problemas con cosas que hoy consideramos como de cajón en cualquier democracia de nuestro entorno, como por ejemplo con la libertad de expresión (el Gobierno Republicano español promulgó una ley llamada de „Defensa de la República“ que sirvió para defenderla, efectivamente, pero también demasiadas veces para acallar a los contrarios políticos).

En cuanto a la república austriaca, su hermana centroeuropea, tuvo de canciller hasta a un cura, el prelado Izgaz Seipel, lo cual, considering el estado de la Iglesia de entonces, basta para que se vea el percal que tenía en aquel momento el Estado austriaco.

De resultas de todo esto, y supongo también de lo que podría llamarse cierto ambiente cultural que se respiraba en aquellos tiempos, tanto la República Española como la República Austriaca terminaron desembocando, como todos sabemos, en la sangre y en la dictadura.

En Austria, después de una breve guerra civil, en el llamado austrofascismo que terminó a su vez cuando el nazismo terminó de convertir el que había sido el estado habsbúrgico en una enana blanca (como las estrellas, cuando se mueren).

En nuestro caso, después de un ensayo general de la segunda guerra mundial que duró tres largos años y que se cepilló, en una espiral de sangre y terror, el florecimiento cultural que había traido la edad de plata, la vanguardia, la llamada generación del 27, el feminismo aguerrido de doña María de Maeztu y las mujeres del Lyceum Club (Maria Lejárraga, Elena Fortún y tantas y tantas otras) dispersando toda aquella belleza a los cuatro vientos o condenándola a un silencio de vendas negras sobre carne abierta. Un silencio que, por lo menos hasta finales de los cincuenta del siglo pasado no volvió a parecerse un poco a una vida cultural medio normal.

Mientras la gente miraba el Österreich -gran periódico- y el Joite, o jugaban con el móvil, o se metían el dedo en la nariz, yo pensaba en qué podemos aprender de todo esto y la verdad, no terminaba de encontrar la lección.

Solo que quizá haya que aprender de nuestra historia (de la austriaca tanto como de la española) y desconfiar, desconfiar siempre, y leer, leer mucho, y comparar, y no idealizar el pasado (yo no sé si la segunda república española fue tan bonita como algunos quieren pintarla, tengo mis serias dudas) para que la Historia se repita lo menos posible.


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