Compra lentejas, María

cantante de óperaEs curioso cómo la situación actual se ve desde fuera de Austria, y las reflexiones que nos motiva a los de dentro. Ciertas cosas ni están, ni se las espera.

29 de Abril.- Conversando hoy por teléfono con un periodista español, que se ha puesto en contacto conmigo para charlar sobre la situación política austriaca originada tras las últimas elecciones, una de las cosas que me ha preguntado era si, inmediatamente después de conocerse la victoria del candidato tróspido, se había producido una reacción cerrada (y, sobre todo, unitaria) de las demás fuerzas políticas para intentar contenerle y evitar que termine haciéndose con la victoria final.

Él ha utilizado la expresión „salvación nacional“ (se suele utilizar esta manera de hablar, que remite un poco a La Balsa de la Medusa o al Titanic, para describir una reacción unánime de una nación en casos de una gran emergencia comunal).

Vista la cosa desde España, en donde la conjunción alfabética „extrema derecha“ produce la lógica inquietud, parece natural que el hecho de que haya casi un cuarenta por ciento del electorado austriaco que haya votado lo que ha votado, debería provocar en el restante sesenta por ciento alguna reacción.

Yo qué sé, háganse cargo mis lectores: en España, a estas horas, ya habría un ejército de tertulianos intentando llevarse cada uno su gato al agua, habría dimisiones de periodistas, nuevos fichajes, sacarían las radios y las cadenas su artillería dialéctica más pesada, Bertín Osborne ya habría invitado a los dos candidatos a su casa para cocinar con ellos un bacalao al pilpil, Jordi Évole les habría sometido a eso que parecen entrevistas, pero no son más que peleas en broma, como las de Juanito Valderrama y Dolores Abril, Ana Pastor habría repreguntado dos o tres veces, las amas de casa acumularían provisiones de legumbres:

-Compra lentejas, María, que esta situación puede durar meses y esas cosas no se estropean.

Pues siento decepcionar a mis lectores más amantes de las emociones fuertes (sobre todo a los que me leen desde fuera de Austria y no tienen la oportunidad de pulsar lo que se llama la opinión de la calle). Hasta ahora, esa reacción unánime de las fuerzas democráticas alrededor del candidato destinado a vencer a Van der Bellen, no se ha producido.

Citando a Sabino Fernández Campo „ni está ni se la espera“.

La victoria del candidato Hofer, amén de alegría en aquellos Gobiernos agrupados en lo que podríamos llamar „El lado oscuro de la fuerza“ (Hungria, Polonia y tire usted todo recto hasta Marine Le Pen, pasando por el putín de Putin, al que le encanta el candidato Hofer por razones que no hace falta explicar) pues aparte de la lógica alegría en toda esta gente tan simpática y que nos quiere tanto, la victoria de Hofer ha producido, básicamente, que los socialistas austriacos se hayan puesto a discutir de manera furibunda a propósito de quién es la culpa de todo (y cuando digo de todo, quiero decir literalmente „de todo“) y las principales personalidades del Partido Popular austriaco hayan empezado a ponerse de perfil y a decirle al actual líder, Reinhold Mitterlehner que siga él contando los chistes, que tiene más gracia.

Y es que todos saben que, de lo único que serviría ponerse ahora al frente del ÖVP sería para desgastarse y no estar en la línea de salida cuando vuelvan las vacas gordas (porque la Historia, ya lo dijo aquel (o sea, Millán, el de Martes y 13) es el „etenno retonno“ y todo el mundo cree que, cuando el FPÖ se desgaste, volverá Esta Pequeña República a recordar a los viejos y queridos partidos de los abuelos).

En cualquier caso, a pesar de que la victoria de Hofer ha producido que esta elección presidencial se haya transformado en una batalla clarísima entre la izquierda y la derecha, yo me arriesgaría a decir que, en términos de nerviosismo público (por lo menos en Viena) la cosa no pasa de lo que en España produciría un Madrid-Barcelona (y no de los más interesantes). Por lo menos en estos momentos. Quizá porque queda mucho para que se juegue la prórroga de este partido en el que aún puede pasar cualquier cosa.

En estos momentos, las encuestas dan un fifty fifty.

Lo cual no es ninguna buena noticia para los de la Alianza Rebelde. No hace falta explicar por qué.


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