Aprender el idioma de un país es un factor de vital importancia para integrarse en él y conocer su cultura y, por qué no, para ensanchar los propios horizontes.
6 de Mayo.- Todos los que hemos venido a vivir, por la razón que sea, a un país que no es el nuestro, sabemos que uno de los obstáculos -EL obstáculo por excelencia- es el idioma.
Cada cual se las ingenia como puede en este aspecto. Yo, cuando llegué, en parte por cabezonería y en parte por imposibilidad económica, no hice ningún curso y aprendí a pelo. O sea, me puse delante de la televisión y me concentré mucho. No diré hasta que aprendí, porque de aprender no se termina nunca, pero sí hasta que empecé a entender y , poco a poco, empecé a poder comunicarme.
Aprender el idioma del país es, en la mayoría de los casos, una cuestión de vital importancia. No solo porque permite, por ejemplo, encontrar un trabajo, sino también porque, por el idioma, llega la cultura y por la cultura, se integra uno.
Excedería el propósito de este artículo decir lo mucho que decimos de nosotros y de nuestra sociedad, de nuestros valores, a través del idioma y cómo el idioma se convierte en un factor clave para echar las raíces que permiten no ya sobrevivir, sino vivir en un país.
Naturalmente, la gente termina en Austria de las maneras más diversas y, en los últimos tiempos, debido a las convulsiones del planeta, hay muchas personas a las que la vida lleva a Austria y que no tienen medios para pagare los cientos de euros que cuesta una academia o que, simplemente, no encuentran la forma de, una vez aprendido el alemán, practicarlo y hacer amistades con los habitantes del país. Por ejemplo, los refugiados demandantes de asilo.
Porque esa es otra: cuando uno llega a un país que no es el suyo, hacer amigos cuesta porque parece que no, pero todos nos movemos en compartimenos estancos y nos cuesta introducir a gente nueva en ellos.
Hoy, en el hotel Magdas de Viena (ya lo conocen mis lectores), ha empezado una iniciativa gratuita -los locales los pone Caritas y los organizadores son voluntarios- para intentar que, de alguna manera, todas estas cosas que yo decía más arriba, sean más fáciles.
Y allí he estado yo haciendo fotos que, espero, ayuden a que la iniciativa llegue a más gente y se difunda.
Esta tarde, en el Hotel Magdas éramos unas treinta personas de muchas nacionalidades distintas, cada uno con un pasado determinado, culturas diferentes y con motivos para estar en Austria de lo más variopinto. Pero todos teníamos en común esa iniciativa que es tan sana, porque evita todos los extremismos, de acercarnos a otras personas y tratar de comunicarnos con ellas lo cual, al fin y al cabo, es tratar de conocerlas y comprenderlas.
Las tardes del Hotel Magdas parece que tendrán una frecuencia quincenal. Quien quiera estar al tanto, no necesita más que pinchar en este link de FB y animarse a tomarse algo en el salón del hotel y, de paso, conocer a gente de otras culturas y aprender cosas que, de otra manera, no hubiera aprendido.
Hoy, por ejemplo, yo me he enterado de que una de las facultades del mundo más importantes de Matemáticas está en Brasil, dato que yo no hubiera sospechado jamás porque uno, seguramente por culpa suya (!Ay, los prejuicios!) no asocia la samba con las integrales.
Por cierto, todo lo que se recaude en la barra se reinviertirá en el proyecto, lo cual es otro incentivo para ir y consumir.
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