La venda en los ojos

Teatro de schonbrunnTarde de Teatro en Español en Viena. Los soles del Sur representan „La Venda en los Ojos“. Con gran éxito además.

2 de Junio.- „En España tenemos pocos recursos naturales pero si, con la ayuda americana, se construyera un „chisteducto“, España podría abastecer de chistes a todos los países de la ONU -y de la OTRU-“. No son palabras mías, sino de Álvaro de la Iglesia quien, durante varias décadas no solo fue el autor de unos libros de humor que se vendían como polos, sino también el director de La Codorniz, la revista más audaz para el lector más inteligente.

La frase que acabo de citar es un ejemplo paradigmático del humor que se podía hacer durante el franquismo, un tiempo, en general, con bastante poca gracia (a la medida de la poca sandunga que tenía el Jefe del Estado) y un tiempo en donde la censura estaba siempre de guardia, dispuesta a cercenar cualquier indicio, aunque fuera mínimo, de subversión (¿Y qué es el humor, sino el supremo acto de subversión de lo establecido?). Como resultado de este estado de cosas, los pobres autores españoles se tuvieron que concentrar en hacer un teatro vocacionalmente falso (vamos, falso, porque no le dejaban ser otra cosa y falso porque no podía tener nada que ver con lo que de verdad le pasaba a la gente por la calle). Un teatro que creó su sistema propio de convenciones y de personajes a los que el público se acostumbró y que terminó por encontrar entrañable (para muestra, las audiencias de las pelis de Cine de Barrio).

Era un teatro que huía voluntariamente de la realidad (bastante tenían, los pobres españoles de entonces, con la realidad que tenían cuando salían a la calle) en donde el humor era un humor matemático, impuestamente abstracto y cuyos autores trataban, mal que bien, de aprovechar las pocas gotas de vanguardia que habían quedado en el fondo de la garrafa que había hasta 1936, después de que los vencedores de la guerra civil hubieran decidido tirar toda la vanguardia por el desagüe para rellenar la garrafa con agua bendita.

Uno de aquellos escritores entre la espada de la censura y las convenciones que imponía el gusto de un público que estaba para poco fue el autor de la obra que he visto hoy: José López Rubio , humorista, arreglista de diálogos en el Hollywood de los treinta, el cual, tras una vida entera dedicada al teatro de salón comedor y al guión de televisión en blanco y negro, terminó incluso sentándose en la Real Academia Española.

Sin embargo, aquel teatro, cuyos textos daban para que Isabel Garcés (la primera „Beatriz“, protagonista de „La venda en los ojos“) diera rienda a su vis cómica, permitía una cosa y era que los actores se lucieran. Y que se lucieran mucho, que es lo que ha pasado esta noche, en el teatro Brett de Viena.

Porque sin ser un gran texto -de hecho, un texto muy lastrado por pertenecer a una época y a un tipo de teatro por el que se pirraban nuestras abuelas- los actores de la compañía Soles del Sur lo han defendido bravamente y el respetable (español y alemán) se lo ha pasado muy bien, que era principalmente de lo que se trataba.

Tengo delante de mí el reparto mientras estoy escribiendo este texto y me gustaría señalar el gran trabajo de los cuatro puntales que sostienen la obra. Maite Arroyo, en el papel de Tía Carolina, Eduardo Hernández San Deogracias en el papel de Tío Gerardo, ambos actores muy competentes, de esos que lo mismo te fríen una corbata que te planchan un huevo, o sea, que saben hacer de todo.

Asimismo, me gustaría también señalar el gran trabajo de la Beatriz de esta noche, Olivia van Riesen, que hace una composición muy personal en donde, ya desde los principios de la comedia, se nota un regustillo melancólico que ha sido muy del gusto de este que escribe. Y quisiera mencionar también muy especialmente el trabajo de Javier Caramé, un cómico -en el mejor sentido del término- que tiene interiorizada la lección primera que tiene que saberse todo el que quiera subirse a unas tablas con un poquito de seriedad y que es una que se divide en dos: primera parte, cuando el público no te está mirando (o no todo el público te está mirando) tu personaje sigue ahí encima del escenario y hace cosas, y las hace de verdad; y dos: si tienes una frase, por muy corta que sea, dila todo lo mejor que puedas. Sin marcar, sin pasarse a la caricatura, pero haciendo las cosas mandando, con autoridad , ya saben mis lectores a lo que me refiero.

Pues bien: el personaje de „el comprador“ que es el que Javier Caramé hace es, creo yo, el más difícil de la obra, porque tiene que estar mucho tiempo escuchando lo que hacen los otros y, muchísimo más importante, reaccionando a lo que escucha, y eso, Javier Caramé lo hace muy requetebién (es un gran encajador) y da el contrapeso perfecto a los otros personajes y a los personajes episódicos (no me gusta llamarlos secundarios) que sus intérpretes defienden también con una soltura muy notable.

Dentro de que yo me lo he pasado también muy bien esta noche, y las tres horas se me han ido en un vuelo, como a las otras cien personas que estaban en la sala, yo solo le pondría un pequeño pero al montaje, pero ya a nivel de dirección: en la obra se dice muchas veces, se insiste mucho, en que la mayoría de los personajes están locos y yo, ya que el texto lo dice, hubiera quizá echado más locura en la masa.

Puestos a hacer el payaso, yo creo que el texto daba para introducir más momentos de comedia puramente física de los que había. Yo, por lo menos, los he echado de menos.

Pero el año que viene, con el montaje que sea, volveré a ver a los Soles del Sur. Porque uno vuelve siempre a los sitios en donde se lo pasa bien. Que es de lo que se trata ¿Verdad? Pues eso.


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