Frank Stronach se despide de ustedes

despedidaEl millonario austro-canadiense ha manifestado su intención de jubilarse políticamente. Se lo tiene ganado (y nosotros, qué caray, también).

3 de Junio.- Don Francisco Sacopaja (o sea, Frank Strohsack, que es como realmente se llama Frank Stronach) ha manifestado en una suerte de seminarios celebrados en sus predios de Magna Racino que, después de las próximas elecciones generales, va a hacer como Rocío Jurado (la pobre, q.e.p.d.) y „más nunca“ va a volver al AVE. O sea, que se va a retirar de la política.

Llevo a Austria en el corazón -ha dicho el vetusto millonario- pero la verdad es que ya tengo una cierta edad“.

Y es que, con 83 primaveras a sus espaldas, Frank Stronach ha dejado de ser un muchacho y ya se sabe que la política, y más en estos tiempos moelnos, es un oficio que necesita de energías, arterias sanas (sobre todo, las que riegan la masa encefálica), reflejos con los que poder presentarse a los debates televisados y poder convencer al personal, sin utilizar otras armas que la telegenia y el pico de oro, de que uno es la pera limonera.

Hombre, si contamos las cosas como son, hay que reconocer que Frank Stronach no ha tenido nunca ni mucha telegenia ni mucho pico de oro.

Eran famosas las ocasiones en que se presentaba a ser desmenuzado en cachitos muy pequeñitos por Armin Wolf porque el millonario austro-canadiense, al que sus adictos llaman „Freeenk“ adoptaba siempre actitudes surrealistas, como cuando Toni Leblanc, en un programa de Jose María Iñigo, le dijo al respetable:

-Hoy voy a hacer algo que no se ha visto nunca por televisión.

Y luego cogió, se sentó en un taburete y peló, durante tres interminables minutos una manzana golden.

Frank -Freeeenk- Stronach se sentaba delante de Armin Wolf y no llegaba a pelar manzanas, pero se sorprendía mucho de que aquel señor de la corbata se atreviera a hacerle otras preguntas de las que sus asesores (o sea, los asesores de Stronach) le habían enseñado a responder y de que él, el baranda de Magna, no pudiera despedirle fulminantemente. Porque, además, fuera por la indignación o por lo que fuera, a Frank Stronach se le podía seguir difícilmente el hilo del razonamiento.

El Team Stronach, o sea, el partido patrocinado por el político, ha sido uno de esos fenómenos que, periodicamente, se dan en la política austriaca y que actúan como la válvula de escape de una olla a presión, dejando salir los malos humos de aquella parte de la población austriaca que está hasta los pelenguendengues de todo (hay gente así). O sea, lo que viene siendo el voto protesta.

Puede ser que, ahora mismo, se esté gestando en el seno de la política austriaca el sucesor del Team Stronach, que sería, ya lo decíamos el otro día, el „Team Griss“ (por la simpática jueza que se presentó a presidenta de EPR y quedó la tercera).

Lo que suele suceder con estos movimientos es que empiezan con un runrún que mete miedo a los partidos establecidos, luego tienen una fase de preparación en donde se presentan como movimientos regeneracionistas que prometen a la ciudadanía que, cuando ellos acaben, al país no lo va a conocer „ni la madre que lo parió“ y luego, el jefe del asunto (y, como en el caso de Stronach, el que pone el parné) va al Zeit Im Bild, Armin Wolf lo corta en cachitos muy pequeñitos y, en las siguientes elecciones, el partido tarda el mismo tiempo en disolverse como un azucarillo que el que tardan los protestantes (electorales) en encontrar un nuevo partido regeneracionista que etcétera, etcétera, etcétera.

En este guateque, Herr Stronach ponía el parné y estaba claro que la estrella de la función hubiera tenido que ser él, mayormente en su caracterización de millonario austro-canadiense hecho a sí mismo y esto lo otro y lo de más allá. El problema es que, claro, Stronach, por razones tributarias, no podía quedarse más de unos meses viviendo en Austria, con lo cual no podía convertirse en el vigilante del chiringuito que había crecido a su costa y luego había (hay) otro inconveniente todavía más gordo y es que, Stronach, mientras está calladito, vaya que vaya, pero es que en cuanto habla sube el pan.

Durante estos años, el partido de Stronach, a despecho de las enormes cantidades invertidas por su patrocinador, ha ido, poco a poco convirtiéndose en un fantasma de sí mismo, ha tenido algún que otro escándalo y hoy por hoy está sumido en la irrelevancia más absoluta (entre otras cosas porque no se sabe muy bien qué pretenden y de qué van los „Teamstronachianos“).

Se sabe que cuando Frank Stronach cierre el grifo de la pasta no solo se va a llevar con él los dineros que le daban oxígeno a una agrupación política concebida a su servicio, sino que además se va a llevar el nombre. Y sin el nombre de Stronach la cuenta atrás para una formación que, ya de por sí, era bastante artificial, no ha hecho más que empezar.


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