Remedios contra el calor

LuluEl calor aprieta en Centroeuropa y las noches de verano son ideales para celebrar la gran fiesta del cine.

3 de Julio.- Llega el verano y, como es tradicional, yo empiezo a ver cine mudo, tan refrescante.

Ayer, mientras fuera caían rayos y centellas (literal) me hice un bocadillo y me senté delante de mi tele lista. Me conecté al tutubo y busqué el film del que voy a hablar hoy: La Caja de Pandora. Una película de 1929 en la que sale la que yo creo que es una de las chicas más guapas y más atractivas que han pasado por una pantalla: Louise Brooks. Si a mis lectores no les suena, pinchen, pinchen, y sabrán lo que quiero decir.

La caja de Pandora es una historia de amores muy turbios, en la que Louise Brooks hace de putorcio (las cosas como son). Pero nada de un putorcio con buen corazón. Es una Femme Fatale, una mujer que utiliza su belleza para ser „la perdición de los hombres“.

Pero es que resulta que la peli, aunque es alemana y está protagonizada por una bellísima actriz americana (la cual, por cierto, dejó el cine poco después para convertirse en vendedora) está llenita, pero llenita de austriacos por todas partes y, a poco que se bucee un poco por la Wikipedia, uno se queda de una pieza con las historias curiosas que se encuentra. Por ejemplo, estas tres:

-El primer austriaco es el director, Jorge Guillermo Pabst (o sea Georg Wilhelm). Nacido en Bohemia, en los dorados días del Imperio Austro-Húngaro (ese del que, como de la Unión Europea, renegaba todo el mundo y al que luego todo el mundo echó de menos) Pabst se formó en el teatro antes de aterrizar en 1923, cuando tenía treinta y ocho años, en el cine. Hombre progresista en la compleja realidad austriaca de la primera república, Pabst se enganchó a la floreciente industria cinematográfica austriaca de entonces y rodó, en Viena, teniendo como protagonista a la mismísima Greta Garbo, La Calle sin Sol, en donde la gélida sueca se ponía al frente de un dramón de estilo expresionista que dio mucho que hablar en su época por atreverse a hacer crítica social. Vinieron luego varias películas del mismo corte, hasta llegar a nuestra caja de Pandora, basada en la obra del mismo título de Franz Wedekind.

El ascenso del nazismo hizo que Pabst, como la mayoría de los intelectuales europeos, pusiera pies en polvorosa y se marchara primero a Francia y luego a América, en donde hizo algunas películas para los estudios de Hollywood. Regresó a Viena a finales del verano de 1939, para pasar unas vacaciones junto con su familia. Y ya saben mis lectores lo que sucedió en septembre de 1939. La guorld guar tú. Y aquí se quedó, sin poder salir de Europa. No le faltó trabajo, sin embargo. La maquinaria nazi de propaganda necesitaba tener los cines provistos de pelis, y Pabst hizo un par para los estudios Bavaria Film (hoy reciclados en uno de los productores de Krimis más grandes de Europa) . Después de la guerra, Pabst siguió haciendo películas pero ya sin el éxito que había tenido durante la República de Weimar aunque sus antiguos laureles aún dieron para que, por ejemplo, la ciudad de Viena le concediera su más alta condecoración. A mediados de los cincuenta tuvo que dejar el cine, porque el Parkinson le impidió seguir trabajando. Murió una década más tarde y está enterrado en el Zentralfriedhof.

-Otro de los austriacos que participó en La Caja de Pandora tuvo una vida no menos curiosa. Se trata del galán del film, Franz Lederer.

Lederer nació cerca de Praga en 1899, también en los dorados días del imperio, postrimerías del reinado del emperador Sosó, en una familia judía (sí: ya saben mis lectores lo que eso significó en los treinta).

Como tenía talento y además era muy guapo, pronto empezó Lederer a hacer teatro en los escenarios de todo el imperio, pero no fue hasta despues de la primera guerra mundial cuando aterrizó en el cine y, además, relativamente tarde, en 1927, especializándose en papeles de galán joven, como en La Caja de Pandora. Como Pabst, también era un hombre de ideas progresistas (y, además, pacifista militante desde muy pronto, el angelico no tenía mucha visión política). Hizo películas mudas y la transición al sonoro la llevó sin problemas. Su debú en el nuevo medio se produjo con una versión de la historia del Titanic en la que actuaba con Anna Mae Wong, que luego, como él, hizo carrera en Hollywood junto a otra europea famosa, Marlene Dietrich.

Al principio de los treinta, Lederer, viendo el percal del nazismo, empezó a hacer bolos fuera del ámbito de habla alemana primero en el Reino Unido y luego en Broadway, en donde llamó la atención de los cazatalentos de Hollywood, siempre al ojeo de galanes europeos. Lederer, por desgracia, tenía un acento alemán más marcado que un tango. Acento que, como todo el mundo sabe, no es nada sexy (o por lo menos, no tan sexy como el francés). Así que la carrera americana de Lederer, tras algún que otro papel de relumbrón (Medianoche, de Mitchell Leisen, con la siempre efectiva Claudette Colbert) se quedó empantanada en películas de miedo de serie B -yo estuve viendo ayer un drácula que daba un poco de cosilla, las cosas como son. En América, Ledere, que debía de ser un poquito gafe, tuvo problemas porque, tras la guerra, al facherío americano no le vino bien su pacifismo y le acusaron de ser comunista, con lo cual tuvo que reciclarse y convertirse, como su colega Louise Brooks en vendedor inmobiliario. Se forró. Se conoce que la labia le acompañaba.

Lederer fue longevísimo y alcanzó los 101 años. Cuando cumplió el siglo, hizo hasta un documental. Se llama „Más viejo que Hollywood“ en el que relató sus experiencias en el sistema de estudios.

-Y como no hay dos sin tres, el tercer austriaco es el guionista, Ladislao Wajda que fue el autor, por cierto, de dos cosas importantes: la primera, la revista Dos Corbatas. Fue en esta revista que Von Sternberg vio a Marlene Dietrich -entonces una muchacha rellenita, muy alejada de los prototipos de vampiresa que la hicieron famosa- y la fichó para hacer de Lola Lola, la protagonista de El Angel Azul. Y la segunda cosa de la que Wajda fue autor fue (!Carambolas del destino!) de su hijo al que, en un alarde de fantasía llamó también Ladislao. Andando el tiempo, este hombre se estableció en España y rodó una de las mejores pelis españolas de todos los tiempos „Marcelino Pan y Vino“ y, años más tarde, una extraña coproducción Suizo-Germano-Española llamada „El cepo“ sobre un asesino de niños y que es también una de las mejores pelis españolas que se hayan hecho nunca (aunque el protagonista sea el actor alemán Heinz Rühmann. El cámara de las dos películas fue, por cierto, Heinrich Gärtner, otro austriaco que terminó sus días en Madrid, como ya contamos aquí.


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