La reina Maria Antonieta y el “Trioterol”

Maria AntonietaHoy es la fiesta nacional de los franceses, Francia es el país del “amour” y hoy, vamos a hablar mucho de los “amoures” de una vienesa célebre.

14 de Julio.- Hoy celebran nuestros vecinos, los franceses, el aniversario de la Toma de la Bastilla, el 14 de Julio de 1789. En aquel momento, una vienesa nacida en el Hofburg hacia 34 años era la reina de Francia. Ha pasado a la historia por el nombre que le pusieron los francess (Antoinette, para nosotros Antonieta) pero en realidad, en la pila le pusieron un nombre mucho más austriaco aunque engalanado luego con el apellidaje usual en la época: María Antonia Juana de Habsburgo Lorena.

Era la hija pequeña de los dos reyes más listos que ha tenido Austria: la emperatriz Maria Teresa, mujer sensata e incluso, dentro de los límites de un monarca del antiguo régimen, hasta su pelín progresista y el emperador Paco Habsburgo Lorena. Ambos, como saben los lectores de Viena Directo, formaron esa pareja prolífica, beatísima y que sabía tan bien manejar los cuartos y las alianzas.

A pesar de llevar unos genes prometedores, la verdad es que Maria Antonieta no salió a sus padres e incluso su misma madre sostenía que la chiquilla era un poquito borderline (existe correspondencia al respecto, en donde Maria Teresa le da a su hija sensatos consejos, consejos maternos que ella se pasó por el forro del corsé).

Como sucede con los personajes que simbolizan el final de una época segura y feliz (la relativa tranquilidad del antiguo régimen, los albores de la ilustración) la Toñi, reina de Francia, ha sido mitificada por unos y por otros y de aquella muchacha más bien sosa que a los diez años apenas sabía escribir, aunque parece que tenía buen oido musical, se ha querido hacer una especie de “moelna” y de “feminista” avant la lettre, pero uno sospecha que la mujer no daba para más y que la gente ha querido ver en ella cosas que en realidad no estaban ahí.

Cuando uno lee su biografía, incluso aquellas redactadas en los términos más simpáticos, uno tiene la sensación de que debió de ser una mujer buena pero demasiado mansa y que, en el fondo, no se enteró nunca de la misa la media.

El matrimonio de Maria Antonieta con el futuro rey Luis equis uve palito de Francia fue el fruto de una alianza franco-austriaca. Naturalmente, el sello definitivo de aquella alianza serían los frutos de aquel matrimonio: o sea, un rollizo príncipe heredero que en la corte francesa era el delfín.

Sin embargo, pasaban los años (!Los años!) y el príncipe heredero no llegaba y eso que la novia venía de una familia de madres prolíficas (la suya, por ejemplo, dio a luz 17 vástagos y “vástagas”).

Se iniciaron averiguaciones discretas y el embajador de Austria en Versalles le escribió a sus jefe, el emperador José I, que el matrimonio entre su hermana y su cuñado no se había consumado a pesar de que habían pasado tres años desde los esponsales. Y no, por cierto, porque la Maria Antonieta careciera de conocimientos técnicos al respecto (había sido convenientemente instruida antes de partir hacia Francia).

Se imponía una acción urgente que salvara las relaciones franco-austriacas y el matrimonio de la soberana, de manera que, el 1777 su hermano el emperador se puso en camino bajo nombre supuesto (entonces era fácil, porque nadie tenía ni idea del aspecto que tenían los famosos, no había papparazzis)al objeto de reunirse con los señores reyes de Francia, sus cuñados, para explicarle (al rey en particular) cómo se fabricaban los chistes herederos. O sea, el viejísimo chiste del “Trioterol”.

Este que dicen que va un matrimonio al médico acongojado porque no tienen descendencia. El facultativo les pide que les explique cómo hacen el amor. Tras hacerlo, el galeno, silencioso, garrapatea una receta. El matrimonio, agradecidísimo, va a la farmacia:

-Denos un bote (grande) de Trioterol.

-Perdone, pero no tenemos.

-!Qué desgracia tan grande! Que sí, que lo pone aquí, por favor rebusque bien en la botica.

-Aquí pone “Try the other hole” –todos somos mayores y no hace falta traducción.

Pues eso: el emperador José II –el mismo que fue jefe también de Mozart- fue a Francia a explicarle a su cuñado y a su hermana cómo se hacían los príncipes herederos, porque a pesar de que la reina estaba puesta al día -¡Buena era la emperatriz Mari Tere!- el rey Luis de los franceses estaba en ayunas de esos secretos de la vida.

Parece ser que una vez que Luis XVI recibió los consejos adecuados, la vida matrimonial de la reina mejoró mucho y no solo dio a luz al delfín deseado, sino que incluso llegó a perder la cabeza por su santo marido. Esta vez, lamentablemente, de forma literal.


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