Cuando Ankara se resfría, Viena estornuda

TurquiaA pesar de la dudosa utilidad de hacerlo, los turcos que viven en esta bonita ciudad se han sentido en la necesidad de echarse a la calle.

16 de Julio.- Llevamos cosa de un mes que no ganamos para sustos. Desde lo del Brexit, es que no vivimos, oiga. Que si el del pelopollo/a de ministro de asuntos exteriores británico, que si nos impugnan las elecciones y otra vez en octubre a pasar el susto de si ganará el hijo sin asma de Darth Vader o el baqueteado Obi Wan, que si lo de Niza de antes de ayer...Y ayer, por si fuera poco, el pronunciamiento de los espadones turcos (bueno, más que espadones, pistolones, que en esto del golpismo también adelanta la tecnología).

Y a esto vamos: como ya sabrán mis lectores, un grupo de militares turcos ha estado a punto de liarla parda en el país que es, de hecho, el poli malo que guarda las fronteras de la Unión (buenos dineros cuesta, por cierto). Turquía se encuentra, muy posiblemente, en un momento muy parecido a lo que era la España de primeros de los años ochenta y las tensiones entre lo nuevo y lo viejo, lo rico y lo pobre, lo religioso y lo laico, se le salen por las costuras.

No es este el sitio de reflexionar sobre hacia dónde va Turquía y, por supuesto, no es el momento de repetir que su baranda, Erdogán, es un pájaro de cuenta, casi tan trilero como el putín de Putin. Sino que nos centraremos en las repercusiones que ha tenido en Viena el intento de golpe de Estado en Asia Menor.

Como todos mis lectores pueden suponerse, en Viena viven muchos turcos. Importados, naturalmente, y aquellos que, habiendo nacido aquí, y tanto por culpa suya como por culpa de los austriacos, se sienten más turcos que austriacos (a uno, por la parte que le toca, le parece una vergüenza, por ejemplo, que viviendo en esta bonita ciudad desde siempre no puedan, por ejemplo, elegir a su alcalde el cual, al fin y al cabo, es el que se gasta los impuestos que pagan).

A diferencia de nosotros, los españoles, que me da la sensación de que somos capaces de ver las cosas con más distancia y de hacernos a la idea de la inutilidad de ciertos desahogos, los turcos que viven en Viena se toman mucho más a pecho las cosas que pasan en su país y son muy de salir a la calle para pronunciarse sobre tal o cual hecho sucedido en su tierra .

Mientras que al Gobierno de Madrid las manifestaciones que se organizan aquí (siempre con una asistencia anémica, las cosas como son) le importan un pepión, el Gobierno de Ankara cuida muchísimo de los turcos que habitan esta urbe y trata, mediante diferentes procedimientos, de mantenerlos en el oportuno estado de efervescencia nacionalista. Particularmente desde que en Turquía pueden votar los ciudadanos que viven en el exterior.

Incluso hemos tenido el honor de que Erdogan visite nuestras tierras y „eche un mítin“ a sus paisanos, mítin que acabó, por cierto, como el rosario de la aurora. Rezo del rosario que motivó incluso que el Ministro de Exteriores austriaco apretase los puñitos y regañara al premier turco, el cual, como es lógico, se pasó reprimenda tan suave por partes de su anatomía que no toleran fricciones demasiado irritantes.

Como no podía ser menos, aquellos turcos y turcas que son fanes y fanas de Erdogan, al ver ayer que la posición de su amado líder en la cúspide del estado turco peligraba, sintieron la necesidad de echarse a la calle y gritarle al mundo que ellos estaban con su primer ministro. La primera, anoche (suponemos que para alegría de los vecinos, que se debieron de acordar de la madre de los golpistas). Hasta las cuatro de la mañana estuvieron casi cuatromil turcos delante de su embajada gritando consignas y que Alá, como todo el mundo sabe, es lo más grande (que aquello, francamente, debía de dar más susto que otra cosa) y hoy, a eso de las tres de la tarde, unos 1200 manifestantes también han recorrido Mariahilferstrasse hasta la Heldenplatz (!No sé qué vamos a hacer cuando la cierren!) para demostrar su adhesión a ese líder que a ellos ni les va ni les viene, pero con el que tienen la misma relación de amor que, pongamos por caso, deben de tener con Cristiano Ronaldo. O sea, un afecto que sobrepasa las barreras de cualquier tipo de lógica. Incluso las del depilado superciliar.

La manifestación ha transcurrido sin mayores incidentes salvo que en un momento dado los congregados la han emprendido con la terraza del local turco (Kurdo) Türkis (que ya se sabe que los erdoganistas le tienen mogollón de tirria a los Kurdos y los kurdos lo mismo a los erdoganistas). Salvo este pequeño incidente que se ha terminado sin que hubiera que lamentar descalabros ni nada, los mil manifestantes largos han gritado consignas patrióticas, han vuelto a recordarle a sus vecinos vieneses que Alá es lo más grande (cosa que nadie pone en duda, repetimos) y han coreado el nombre de su país en plan final de fúrgol.

Tras esto, cada mochuelo se ha ido a su olivenbaum. Hasta la próxima.


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