Austriacos en la guerra civil: los olvidados -intencionadamente, claro- (2/2)

aguila de san juanAyer hacíamos un breve resumen de la participación austriaca del bando republicano. Hoy, nos concentraremos en el bando sublevado.

18 de Julio.- En aquel verano sangriento de 1936, el filósofo español Julián Marías, que sería después padre de una dinastía de intelectuales entre los que destaca el exitoso escritor Javier Marías, era un joven perteneciente a la burguesía media madrileña. Sumamente inteligente, ilustrado, progresista, católico practicante, lector empedernido y, en ningún caso, un revolucionario (como tampoco lo sería por ejemplo, García Lorca). Sin embargo, cuando los militares, tal día como hoy, se sublevan contra el Gobierno establecido, Julián Marías tiene pocas dudas y se alinea con la legalidad vigente que, en aquel momento, era la del Gobierno de la República. Una democracia frágil, pero a la que no le faltaba nada de lo necesario para ser una democracia homologable con las de hoy en día. Bueno, sí: le faltaba una cosa muy importante: un contexto social, económico, un Zeitgeist que la favoreciera.

Julián Marías dio una vez la mejor definición de lo que supuso la sublevación, con el consiguiente sarpullido revolucionario que fue su correlato en la zona republicana:

-Las personas normales teníamos la sensación de que, desde los dos bandos, nos estaban tirando de los brazos: pero hacia atrás.

Como veíamos ayer, después del verano de 1936 la Unión Soviética como Gobierno institucionalizado y miles de progresistas y comunistas europeos por libre, al margen de sus gobiernos, apoyaron a la pobre y desamparada República española (o sea, a toda esa gente que había estado varios meses sepultada bajo una avalancha revolucionaria que de ningún modo era mayoritaria y que según prestigiosos historiadores como Ángel Viñas pudo ser azuzada desde la trama civil del golpe de Estado para justificar el levantamiento). El apoyo de la Unión Soviética no fue nunca gratuito y en muchas ocasiones fue simple y llanamente una estafa, ya que la URSS le vendió al gobierno republicano chatarra a precio de oro.

Desde prácticamente el principio, sin embargo, el bando nacional contó con la ayuda de los fascismos europeos. Y fue con la tecnología punta de su época.

Hitler dio su permiso para ayudar a los militares levantiscos cuando un enviado español le sacó de una representación de Wagner en el festival de Bayereuth, siempre que la ayuda a los sublevados se mantuviera en secreto (el secreto duró poco, claro) y a partir de ahí la guerra española fue el banco de pruebas de las nuevas armas alemanas y un campo de entrenamiento para los soldados. En el bando franquista combatieron algo menos de cuatromil austriacos, 108 de los cuales en la Legión Cóndor, responsable, por ejemplo, del bombardeo de Guernica.

Algunos de estos austriacos de bastante relumbrón, como el aviador Maximilian Hoyos, perteneciente a una estirpe de rancio abolengo, los Hoyos (para ver su historia, pinchar aquí)el cual pilotó un flamante y plateado Heinkel 111 con el cual bombardeó el puerto de Málaga (lugar en donde la represión franquista fue horriblemente cruel, hasta el punto de que su jefe y futuro presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro fue apodado „Carnicerito de Málaga“ en recuerdo de su „eficacia“ -sí: el de „españoles, Franco ha muerto“).

Meses más tarde, Hoyos bombardeó también la ciudad de Sigüenza y, por fin, estuvo implicado en el criminal bombardeo de Guernica.

Hoyos publicó en 1939 un libro en el que contaba con todo lujo de detalles sus „fazañas“ en la guerra española, pero naturalmente silenciaba el bombardeo de la ciudad vasca dirigido contra una población indefensa con nulo valor estratégico (aunque un alto valor simbólico, eso sí, sobre todo para los nacionalistas vascos). Y lo hacía porque el escándalo internacional obligó al bando nacional a urdir una patraña que justificara el crímen (llamemos a las cosas por su nombre) acusando al bando republicano de haber bombardeado la ciudad vasca.

En fin.

Hoyos murió en 1940 en una acción sobre en el Canal de la Mancha y su familia encontró refugio en Bad Ischl.

Como sucedió con el nazismo en general y con este capítulo en particular, cuando se terminó la guerra mundial con los resultados que todos conocemos, Austria hizo un ejercicio de amnesia voluntaria (de aquellos polvos, algunos de estos lodos) e hizo como si en la Wehrmacht no hubiera habido ningún austriaco. El relato oficial hablaba de intrépidos luchadores contra el fascismo y paladines de la libertad. Sin embargo, más tarde, sobre todo a raiz del escándalo Waldheim la memoria colectiva no tiene más remedio que ponerse a funcionar y aceptar que también en el lado de „los malos“ los austriacos estuvieron presentes.

Hoy hace 80 años, pero no se nos tiene que olvidar que salvajadas como estas son posibles y que el nacionalismo, el racismo, los extremismos y los populismos son el combustible perfecto para las salvajadas como la guerra civil española.

Sus siniestras consecuencias lastraron la historia de España durante décadas y solo se redimieron un poco (y eso a medias) con un alarde de sensatez insólito en nuestra historia: la transición.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.