No mires a los ojos de la gente

DesconocidoLa amenaza no es nueva. Los procedimientos, tampoco. Existen medios para hacer este mundo más seguro. Aprendamos de la historia de Austria

19 de Julio.- Una cara gris entre la gente. Una situación normal que nadie vería como peligrosa o amenazante.

El hombre actúa rápidamente: toma un objeto punzante, de fabricación casera, y lo clava al azar en el pecho de la primera persona o personas con las que se cruza. La muerte. Posteriormente, la policía investiga las circunstancias del crimen, la vida del criminal. Como era de esperar se trata de alguien marginal, generalmente perteneciente a las capas más bajas de la sociedad, sin una gran cultura. Sin embargo, se encuentran entre sus pertenencias emblemas, libros o folletos relacionados con una ideología enormemente agresiva, rastros indudables de fanatismo. Se buscan explicaciones, se encuentran traumas. Una organización supranacional se apropia de la responsabilidad de las muertes y reconoce al asesino como a uno de “sus soldados”.

Inmediatamente, sucede una reacción emocional, dictada por el pánico y, por lo tanto, absolutamente ineficaz: desde varias instancias se reclama “mano dura” para luchar contra la amenaza, se piden poderes más amplios para la policía, mayor control en las comunicaciones, restricción de las libertades públicas (principalmente aquellas relacionadas con la prensa, asociación o ejercicio libre de la expresión) inmediatamente hay grupos políticos, medios de comunicación, que se escandalizan ante la impunidad de la que disfrutan los criminales, se trata de asociar los hechos a determinadas razas, procedencias geográficas o religiones.

Y no: no es un terrorista islamista.

El patrón que he relatado en el primer párrafo de este artículo corresponde a una clase de terrorismo con el que el islamismo tiene mucho en común y es el terrorismo anarquista que “floreció” en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del veinte; y la descripción del crimen no es la salvajada de un perturbado en un tren de cercanías alemán, sino que es una mezcla de dos que marcaron la historia austriaca: el asesinato del emperatriz Elisabeth y el asesinato del archiduque Franz Ferdinand y el retrato robot de los asesinos podría encajar perfectamente con el del tipo que conducía el camión en Niza o el que esta noche ha herido gravemente a varias personas en Alemania.

Luigi Luccheni, el anarquista que mató a la emperatriz Elisabeth o Gavrilo Princip, el pobre diablo que asesinó a Franz Ferdinand, son primos hermanos de los asesinos islamistas de hoy. Si esto, como parece evidente, es así ¿Qué podemos aprender? La Historia nos ha demostrado que la famosa “mano dura” no sirve para nada más que para agudizar el problema (¿A qué nos ha llevado la guerra de Irak?)y que las únicas soluciones duraderas son, desgraciadamente, aquellas que se plantean a largo plazo.

Y en dos frentes: por un lado, la prevención. O sea, y dicho de manera sencilla: un tío que está a gusto en una sociedad no atenta contra esa sociedad. Lo mismo que un tío que está a gusto en una empresa no busca trabajo en otra. El terrorismo, anarquista, islamista o pitufista, es generalmente una excrecencia de un medio económico y cultural precario. La violencia de cualquier tipo y en fanatismo son siempre cánceres que nacen de la pobreza. Así que el mejor modo de prevenir el terrorismo es crear las condiciones necesarias para que la riqueza se reparta como Dios manda, para que nadie tenga que fiar en una vida ultraterrena el confort que ya tiene en esta. Por supuesto, el acceso universal a la educación y crear un ambiente de movilidad social en el que los individuos no tengan que superar barreras marcadas por su procedencia geográfica o por lo que hacían sus padres. Y, por supuesto, no criminalizar a grupos concretos de personas, evitar por todos los medios la formación de ghetos.

También, por supuesto, reducir a la religión a sus justos términos. O sea, manteniéndola en el ámbito de lo privado y estrictamente separada de la gobernación de los países. Y que, en todo caso, en un choque entre el precepto religioso y lo que dicta la ley en interés general, la prioridad esté clara: la ley como expresión del interés general de la mayoría.

Y el segundo frente, por supuesto: la investigación policial y la ley. Los terroristas no son diferentes de otros criminales y el Estado debe perseguirles con todos los instrumentos legales a su alcance.

Si se hubiera hecho así en siglos pasados, probablemente nos hubiéramos ahorrado muchos muertos. Aún estamos a tiempo.


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