Viena, el cine y Nintendo

FilmEn el distrito 23, a las afueras de Viena, se sitúa el kilómetro cero de la industria cinematográfica austriaca. Y también el enlace entre Viena y Nintendo.

23 de Julio.- En el suroeste de Viena, en el distrito 23, se encuenta la „colina de las rosas“ o Rosenhügel, que debe su nombre a los cultivos de esas flores que, desde finales del siglo XIX, se llevaban a cabo allí.

También puede decirse que esta zona de las afueras de Viena, casi pegando con Baja Austria es la cuna de la radio y del cine austriacos, ya que aquí, desde 1933 y hasta 2010 estuvo la atena de radio que primero perteneció a la RAWAG y luego a la ORF y que, durante muchos años fue, junto con la Donauturm, la estructura arquitectónica más alta de Viena.

Pero hoy lo que nos lleva a Rosenhügel no es la antena sino el nuevo uso que han adquirido las antiguas instalaciones de los estudios Rosenhügel, erigidos entre 1919 y 1923; una de cuyas dependencias, los estudios de doblaje, después de estar sin uso durante casi quince años, han sido devueltas a la vida y ahora se dedican a producir sonidos para juegos de, por ejemplo, el gigante japonés Nintendo.

La joya del estudio es un aparato, construido en los años cuarenta, en el que hay registrados diferentes efectos sonoros, como ruidos de trenes o de cascos de caballos, que se utilizaban para doblar las películas en los años cincuenta y sesenta.

Aquí convendría explicar quizá que los doblajes de películas han cambiado mucho. Hasta los años sesenta, los doblajes se hacían desde cero (lo que aún se llama doblaje neutro, si no me equivoco. O sea, el estudio de doblaje recibía la película y la música grabada. Todo lo que no fuera eso, se recreaban en los estudios de doblaje. Desde las voces de los protagonistas a los ruidos que acompañaban a la acción, como por ejemplo, el galope de un caballo o el momento en el que algún actor dejaba un vaso encima de una mesa (se sigue haciendo, por ejemplo, cuando una película clásica se vuelve a doblar). En los cuidadísimos doblajes antiguos españoles (nada que ver con los de ahora, especialmente las mierdas que se hacen para televisión) se recreaban, por ejemplo, las conversaciones de fondo en un bar o en una fiesta (era lo que empezaban haciendo „los becarios“) mientras que las estrellas, como Matilde Conesa, se hacían cargo de los personajes.

Después, cuando llegó la posibilidad de grabar en varias pistas (14 eran al principio, si no recuerdo mal) los estudios de doblaje recibían los diálogos en una pista y los efectos en otra, y así no había más que silenciar la de los diálogos y „sobreescribirla“.

Volviendo a Viena, como decía más arriba, los estudios Rosenhügel fueron, durante la primera república austriaca, el Hollywood que se podía permitir el país transalpino, que fue mucho.

Nacieron prácticamente con ella, como decía más arriba, en 1919 y se terminaron en 1923. En ese momento, eran los estudios de cine más modernos de Europa y se estrenaron con esta película:

Sin embargo, duró poco la felicidad, porque justo durante ese quinquenio había nacido una nueva potencia industrial en el mundo del cine: los Estados Unidos. La Vita Films, que era la dueña de los estudios Rosenhügel, no podía competir con la avalancha de títulos producidos en serie que, sin el obstáculo del doblaje (bastaba cambiar los intertítulos) inundaron el mercado europeo a principios de los años 20. Entre 1924 y 1933 hubo un parón en la producción, hasta que la Sascha-Tobis compró los estudios y ganó dinero alquilándolos a otras productoras y en 1938, a raíz de la anexión de Austria por parte de los nazis, los estudios vivieron una segunda edad de oro, porque Viena ofrecía muchas cosas que la UFA no podía dar: por ejemplo, muchas más horas de sol que Berlín (fue en esta época cuando se construyó el estudio de doblaje que ahora utiliza, por ejemplo, Nintendo).

En los últimos días de la segunda guerra mundial, un nazi, un cierto doctor Prohaska, intentó volar los estudios para que no cayeran en manos del Ejército Rojo (cumplía las órdenes de „tierra quemada“ dadas por Hitler) pero por suerte los empleados del estudio consiguieron evitar el desafuero.

Durante la posguerra, los estudios siguieron funcionando, hasta que la tecnología, que se iba haciendo obsoleta, hizo mella en los costes y en los noventa del siglo pasado se llegó a pensar en derribarlos. Por suerte no fue así y en 2008 la ORF se hizo cargo de ellos y allí se graban programas de televisión de la cadena pública. Y quién sabe, los antiguos estudios, que pronto cumplirán cien años, quizá vivan una nueva edad de oro con la forma de arte más peculiar de este siglo: los videojuegos.


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