Oleksii, el hombre que hace milagros (2/2)

oleksiiTermina hoy la historia de Oleksii, el hombre que ha creado el Vienna International Workout.

(viene de aquí)

9 de Octubre –

-El ejercicio -me dice Oleksii- les ayuda (a los refugiados) porque así, tienen hábitos fijos, vienen a entrenar, cogen ideas de otra gente. El parque de Rosauerlände les sirve de punto de intercambio. No importa que a veces vengan con traumas o con problemas psicológicos. Y aquí, todos somos iguales. No hay sirios, no hay chechechos, ni hay austriacos.

CartelY al decirlo, señala a un chaval, de rasgos árabes, de unos dieciocho años, que lleva un rato entrenando, sin camiseta. Cuando ve que le prestamos atención, el chaval árabe saca pecho y se vuelve hacia Oleksii.

Bruder –le dice- ¿Gut? ¿Ist das gut?– y empieza a contraer los músculos de los brazos escuálidos.

Oleksii, saca de algún sitio un registro paternal:

Gut, gut –el chaval magrebí se pone visiblemente contento de contar con la aprobación del maestro- aber jetzt ¡Essen! –y le hace el gesto de comer- Essen ist wichtig.

El morillo le hace un gesto como diciéndole “ya tendré tiempo de comer” y luego se calza la gorra y vuelve a hacer posturitas de forzudo de circo.

Oleksii le pregunta que de dónde, que si sirio. Y el otro que no, que argelino.

Niños

En estas, ha aparecido por allí un señor muy correcto (“profesor”, me explica Oleksii más tarde) el cual, mientras Oleksii departe con el pobre argelino, se acerca a un rincón, deja el maletín a un lado, se quita los pantalones y se pone unos cortos de deporte. Oleksii vuelve a insistir:

-Aquí viene gente de todas clases, hasta un profesor –el caballero, de unos cincuenta años, sonríe. Luego, Oleksii me explica los progresos que ha hecho el hombre al que, efectivamente, se ve muy ágil.

También saco la impresión de que el camino de Oleksii hasta el éxito actual (un éxito que él cuenta con orgullo, sabiendo perfectamente que es producto de un duro trabajo pero, al mismo tiempo, con la perplejidad del que nunca se imaginó que iba a hablar de tú a tú con ministros) el camino de Oleksii, digo, ha descrito una trayectoria de dientes de sierra. De manera lateral, aparece también la xenofobia. Por ejemplo cuando me explica que los ultras intentaron desfigurar el pequeño centro de entrenamiento a la intemperie pintando los grafitis con spray rosa.

-Pero no consiguieron sino hacerlo más bonito. Ahora tiene más color –se ríe Oleksii.

Esta entrevista, que yo intento contar de manera lineal, también tiene sus dientes de sierra. Nos interrumpen bastante. Oleksii, quizá porque, como todos los santos, en el fondo, basa su grandeza en no haber perdido del todo la inocencia, es un gran amigo de los niños. Los sirios que corretean por los parques cercanos le roban la bicicleta (“también es un regalo”, me dice) y van para arriba y para abajo con ella. Oleksii les amenaza, sin mucha convicción, con no dejársela más.

-¡Ven aquí, deja ya la bici!

-La última vuelta, Oleksii, la última vuelta.

Al cabo del rato, cuando ya está oscureciendo, un chavalillo moreno accede a soltar la bici. La coge un hombre de unos treinta años, checheno de nación, que habla alemán muy bien, y que llama a Oleksii, como todos aquí, “Bruder” o sea, hermano. Para entretener al chaval, y distraerle del hecho de que ya se va a despedir por hoy de la bicicleta, el hombre checheno se sienta en el sillín de espaldas a la marcha y empieza a pedalear. Le dice al niño:

-¡A que no sabes hacer esto!

El chavalín le mira asombrado.

No llueve a gusto de todos, sin embargo. Los ciclistas (aborígenes) que perfectamente equipados, con su casco y sus bicis caras, utilizan el Donaukanal para entrenar, le gritan al checheno. El hombre, se echa a un lado con la bici y les hace gestos de que se tranquilicen:

Ja, ja! –o sea “que sí, hombre, que sí”, como diciéndoles “que estoy haciendo esto por entretener al chico”.

Los otros pasan a toda prisa, pero aún se les oye decir, despreciativos:

Ja,ja, das ist sicher das einsige das du sagen kannst – o sea “seguro que es eso lo único que sabes decir „ (en alemán).

El checheno, obviamente, se hace a un lado y hace caso omiso; pero está claro que la hostilidad está ahí, y que crea alrededor de los deportistas de Rosauerlände una especie de cápsula cuyas paredes Oleksii hace lo posible, todos los días, por derribar.

Desde que Oleksii empezó a recoger firmas para que el ayuntamiento de Viena arreglase los aparatos de entrenamiento, su iniciativa ha empezado a colonizar otros campos y a extenderse, por ejemplo, hacia el ámbito de la alimentación sana o, simplemente, de la alimentación. Oleksii me cuenta, por ejemplo, que ha participado en recolecciones de alimentos con destino a los refugiados, en colaboración con distintas entidades.

Cuando empiezo a despedirme, es de noche y la media hora que yo tenía planeada se ha convertido en dos (lo mismo que este reportaje, que estaba pensado para ocupar un folio y medio, ya va camino de los cinco, a ver qué hago con él y cómo lo publico, si entero o troceado). Al verme con ganas de irme, Oleksii presiente que le queda poco tiempo para transmitir su mensaje y me pide por favor que mencione en mi artículo los links a su web, y a su página de Facebook, y a todo lo posible (cumplo mi promesa, están al final de este artículo). Él quiere llegar al mayor número posible de personas al coste mínimo y le fastidia que haya gente, los gimnasios, por ejemplo, que se estén haciendo de oro con algo (el deporte) que a él le parece que debería ser tan gratuito como el aire, porque (para él) es tan necesario como el aire. Y es que, señores, dentro de todos los santos, hay un niño y dentro de cada niño, es natural y muy sano que así sea, un anarquista que lucha contra lo imposible.

Ojalá todos fuéramos un poco igual.


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