La apasionante vida de Lise Meitner (3)

esferaCampos de concentración. Bombas. Neutrones. Protones. Peligros sin cuento y una amistad que se mantuvo a pesar de todas las adversidades.

6 de Noviembre.- Como sucedería poco más tarde en España y como ahora sucede, por ejemplo, en la mente de Donald Trump y en la de una gran parte de sus votantes, el populismo nazi, en su grosera inhumanidad, dividió a la especie en general y, más concretamente, a la parte del pueblo alemán en dos grupos: por un lado, los sigfridos fuertes, combativos, etc y, del otro lado, las Krimhildes, los ángeles del hogar y redujo a las mujeres a las tres kas que no son, como alguien pudiera pensar, el nombre de una marca de cereales para el desayuno, sino que corresponden a Kirche, Küche y Kinder (o sea, la Iglesia, la Cocina y los Niños).

Si a este programa tan estimulante desde el punto de vista intelectual, le añadimos que se esperaba de las sufridas mujeres alemanas que tuvieran un expediente racial intachablemente „ario“ pues nos daremos cuenta de que Lise Meitner, cuando el bestia de su paisano llegó al poder en 1933, empezó a tener mucho que temer (aunque se hubiera bautizado y fuera, oficialmente, evangélica). No tanto por mujer como por judía, Meitner fue apartada de su cátedra en abril de 1933 a pesar de que, quizá porque los científicos no son inmunes al „wishful thingking“ Lise Meitner había tratado de convencerse de que las bravatas de Hitler antes de llegar al poder se quedarían en bien poca cosa en cuanto probase lo confortables que son las poltronas del poder. No fue así. Aún así, durante el quinquenio siguiente, al ser Meitner en Alemania, oficialmente, una extranjera (era austriaca, recordémoslo) pudo continuar con sus experimentos, si bien en instituciones en las que el parné no dependiera del Estado (las dictaduras, como generalmente están dirigidas por cenutrios, no son capaces de ver el potencial que tiene la ciencia; quizá si Hitler hubiera sido algo más listo, los conocimientos de Lise Meitner hubiera podido aprovecharlos para ganar la guerra que, ya entonces, estaba medio planeando).

En 1938, cuando Hitler se anexionó Austria (sin gran esfuerzo, como todos sabemos) Lise Meitner se convirtió oficialmente en ciudadana del Reich alemán y, por lo tanto, no podía zafarse de cumplir con el ordenamiento jurídico vigente, que todos sabemos que conducía directamente a Birkenau y sitios similares. Otto Hahn, al que recordarán mis lectores como becario y entrañable compañero de neutrones de nuestra protagonista durante el segundo capítulo de esta historia, se dio cuenta de que Lise Meitner se encontraba en un serio peligro y, utilizando la red de contactos que entonces tenían las discretas élites europeas, se dirigió al Instituto Nobel de Suecia para tratar de buscarle a su amiga un exilio que la librase del campo de concentración. De manera ilegal (o sea, como una refugiada !Cuántos habrá hoy en su misma situación) Lise Meitner pasó a Holanda y de Holanda a Dinamarca y de Dinamarca a Suecia, a Estocolmo, más en concreto, en donde continuó experimentando.

La relación epistolar entre Hahn y Lise Meitner no se interrumpió apenas durante la guerra y, aunque Hahn, más tarde, obtuvo el premio Nobel por el descubrimiento de la fisión nuclear, se puede decir que, en muchos sentidos Hahn y Meitner fueron un equipo durante todo el proceso que llevó al descubrimiento de la fisión nuclear. Ya en 1938, Hahn le escribió a Lise Meitner:

Wäre es möglich, dass das Uran 239 zerplatzt in ein Ba und ein Ma? Es würde mich natürlich sehr interessieren, Dein Urteil zu hören. Eventuell könntest du etwas ausrechnen und publizieren.“

O sea:

¿Sería posible que el Uranio 239 se dividiera en Bario y en Tecnecio? Me interesaría mucho conocer tu opinió al respecto. Eventualmente, podrías calcular algo y publicarlo“.

Y aquí viene la parte, en mi opinión, más apasionante de esta historia porque, quizá intuyendo el enorme potencial mortífero que hubiera tenido su descubrimiento si se hubiese llevado a cabo en la Alemania nazi, Otto Hahn, mantuvo en secreto sus experimentos sobre fisión nuclear y su única confidente fue Lise Meitner, que se encontraba a cientos de kilómetros de distancia. Hay que situarse en la época ¿Qué hubiera sucedido si en aquellos años se hubiera sabido que uno de los científicos más distinguidos de Alemania mantenía en secreto sus descubrimientos y su única confidente era una „desertora“ que, además, era judía?

Gracias a su constante diálogo con Lise Meitner, esta pudo publicar, junto con su sobrino, en 1939, la primera descripción teórica de la fisión nuclear. Se llamó „Disintegration of Uranium by Neutrons: a New Type of Nuclear Reaction“.

La cuenta atrás para la creación del arma más mortífera conocida por el hombre acababa de empezar.


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