El invierno del mundo

franz-josephHoy es 20 de Noviembre de 1916. Eres Franz Joseph, el emperador de Austria, y estás viviendo el último día de tu vida.

20 de Noviembre.- Hoy es 20 de Noviembre de 1916, eres Franz Joseph, el emperador de Austria y estás viviendo el último día completo de tu existencia. Quedan menos de veinticuatro horas para que tu médico personal, Josef Ritter von Kerzl, tu edecán Adalbert Spányik von Dömeháza y el que ha sido tu ayudante de cámara durante 22 años, Eugen Ketterl, certifiquen tu muerte.

¿Sabes que te vas a morir? Probablemente, como le ha sucedido a millones de seres vivos antes y después de ti, tu instinto lleve ya tiempo anunciándote que el momento está a punto de llegar aunque tú, como le ha sucedido a millones de seres antes que a ti y le sucederá todavía a muchos millones después, a pesar de las evidencias, no querrás creerlo.

En los momentos de pánico instintivo, animal, que inevitablemente preceden a la muerte, inentando abrirte paso entre las tinieblas de senilidad y fiebre que nublan tu conciencia, te encomendarás seguramente a la virgen María, a la que tu madre, Sofía, tenía tanta devoción. Tú no quieres creelo así, porque eres un católico que cree, como la mayoría de los católicos de tu tiempo, que la tuya es la única religión verdadera. Pero no te engañes. Antes que tú, los seres humanos en trance de muerte se encomendaron a deidades femeninas, con la esperanza de que la desconexión de las penas de este mundo les resultase más llevadera. Al fin y al cabo, quizá no sea más que un reflejo atávico, también instintivo, de lo que todos los niños sienten frente al dolor físico. Todos buscan a su madre.

Franz Joseph, no quieres creerte que te estás muriendo y, sin embargo, es así. Piensas que, sin ti, el Imperio no podrá continuar funcionando. El tiempo, extrañamente, te dará la razón. No inmediatamente, claro. Bastará con que la inencia de tantos años de verte, serio, como una especie de semidiós, se termine, para que todo se vaya definitivamente al garete.Pero no inmediatamente. El árbol tardará algún tiempo en caer todavía.

Como te estás muriendo y no te lo quieres creer, a pesar de que tienes fiebre, de que la bronquitis crónica ha degenerado en pulmonía, te has sentado esta mañana en ese despacho en el que llevas sentándote tanto tiempo y has concedido audiencias.

Se ha advertido a tus visitantes de que abrevien al máximo el trámite ya de por sí breve, porque la mayoría de las personas que te visitan acuden a ti para agradecerte algún tíulo o algún favor y tú no les das la mano, ni tienes ninguna reacción, porque eres patológicamente tímido desde niño y, de todas maneras, para ti las personas, tus hijos incluidos, son apenas siluetas de cartón recortadas que te resultan incomprensibles. Como te estás muriendo, Franz, Franzi, pero no te lo quieres creer, has insistido en seguir llenando un día más, con tu buena letra, muchísimos expedientes innecesarios. Hace ya algunos años que tus ayudantes tienen la precaución de no pasarte nada a la firma asuntos importantes. Aún así tú sigues creyéndote, pobre, que eres insustituible. Como muchas personas sin imaginación estás muy orgulloso de tu buena letra, regular, ordenada, apenas tocada por el temblor de la edad. Esa es la razón de que te hayas negado a que entren en Schönbrunn máquinas de escribir, las mismas que son corrientes ya en todos los ministerios de la monarquía doble y achacosa que encabezas. Pero ya no tiene importancia, ya no la tiene Franz, Franzi. Mañana, a las nueve, cuando te mueras, las mismas máquinas de escribir de las que tú reniegas, difundirán la última mentira a propósito de tu supuesta infalibilidad, de tu supuesto apego a la nación y al deber supremo. Es necesario, el país está en guerra. Dirán que te acostaste y que le pediste a tu ayudante de cámara (el cual, por supuesto, guardará el secreto) que te despertase a la hora de siempre. Dirán que luego te acostaste y que falleciste de una manera plácida, mientras dormías, sin conocer los padecimientos de la agonía.

Tu muerte, en cualquier caso, no estará muy lejos de ese relato y será rápida. Tus pulmones dejarán de poder llevar aire a tu cerebro. Las manos se te pondrán azules, porque la circulación periférica ya no podrá llevar suficiente oxígeno a los miembros y, tras un par de minutos a lo sumo, partirás de este mundo, Franz, emperador de Austria, rey de Hungría y de Bohemia, y se habrá acabado todo. Hace pocos meses, durante esta guerra, que será conocida como la primera guerra mundial, guerra que provocaste y que quisiste, aunque luego tus partidarios inventarán el mito postmortem del emperador pacifista aplastado por el remordimiento, un súbdito tuyo, del cual no tendrás noticia nunca, será herido en las trincheras de Holanda. Él será el que clave, uno por uno, los clavos del ataud que hundirá tu imperio, tus reinos, en las profundiades abisales de la Historia y tanto rellenar expedientes, Franz, se revelará como totalmente inútil. Se llama Hitler, aunque su familia, durante generaciones, ha olido a estiercol y ha llevado el poco sonoro nombre de Schicklgruber.

Venga, Franz, estás cansado, llama a Herr Ketterl, el hombre que mejor te conoce aunque jamás se atrevería a admitirlo. Llámale, que te acuesten. Eres viejo, estás malo, vas a morirte. Vas a convertirte en Historia, Franzl. Vas a descansar. Por fin.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

2 respuestas a «El invierno del mundo»

  1. Avatar de Marta
    Marta

    No quisiera llevarte la contraria, pero diría que las tierras que me acogen (Holanda) eran neutrales en la 1a Guerra Mundial,y que para encontrar trincheras tendríamos que cruzar esa frontera que esperemos que no vuelva hacia tierra belgas…
    Si que habían alambradas que separaban ambos países.

    Pobre Soso, hombre de otro tiempo que no supo o quiso adaptarse.
    Quizás como Esparta y Atenas, todos tenían hambre de guerra y de batallas…

    Abrazos,
    Marta

    1. Avatar de Paco Bernal
      Paco Bernal

      Hola Marta! Tienes toda, pero toda la razón. La unidad a la que pertenecía Hitler estaba instalada en Flandes, en Bélgica. Pobre Sosó, tienes razón…Besos 🙂

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.