La magia salta cuando menos te lo esperas

La magia salta cuando uno menos se lo espera . Qué ajeno estaba yo hoy a que me iba a pasar una cosa emocionantísima.

17 de Diciembre.- En mi familia me toman el pelo diciéndome que yo me emociono hasta con una acelga. O sea, que cualquier cosa me hace ilusión. Es verdad, y no es verdad.

Es cierto que, hasta cierto punto, igual me paso viéndole el lado bueno a las cosas y a las personas y, de todas formas, la práctica de muchos años y mucha autodisciplina, han hecho que vea la vida como una aventura en la que cada recodo del camino puede esconder un caramelo que sirva para compensar los días marrones que toda vida (la mía no es una excepción) conlleva.

Después de decir esto, me gustaría precisar: más que las acelgas, me emocionan mucho las pequeñas sorpresas que saltan en los lugares que parecen cotidianos y previsibles.

Hoy, por ejemplo he salido de mi casa con el propósito de recoger dos bolsas de arena para los gatos. Qué ajeno estaba a la cosa estupenda que me iba a suceder.

Verán mis lectores: justo en la cera de enfrente de mi portal, hay una casa que, como la mayoría de mi barrio (Margaretten) es de finales del siglo XIX. En ella, una planta baja con una puerta a la calle, que en algún momento debió de ser una vivienda o, quién sabe, quizá una lechería o cualquier otra tienda.

Todas las mañanas, cuando voy a trabajar, echo una mirada de reojo a la ventana-escaparate para ver si ha cambiado la decoración. No hay ningún letrero ni nada parecido pero no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que se trata del estudio de un artista.

Hoy, al salir de casa, he visto que, a la puerta, normalmente cerrada, había pegado un papel y, como soy curioso, no me he podido resistir. He cruzado la calle y me he acercado a leerlo (esa es otra de las manifestaciones más inveteradas de mi curiosidad: lo leo todo).

Ponía „Día de Puertas abiertas, vernissage, snacks“. Había una flecha de papel pegada a la ventana y otra en la puerta: „Pase“. La verdad es que he dudado pero, cuando me iba a ir, la puerta se ha abierto.

-¿Está usted mirando?

-Pppsssíii…Bueno, yo…

-¿Quiere usted pasar?

-Bueno, yo…

-Pase, pase -la chica que ha abierto la puerta de carpintería de aluminio lo ha dicho bastante implorante. Yo, he mirado la calle, a un lado y a otro y me he dado cuenta de que no era muy probable que la jornada de puertas abiertas fuera a ser multitudinaria y, como siempre me da cosa que las buenas acciones queden sin recompensa, he pasado. Al entrar, me he encontrado con un espacio dividido en dos partes, lleno de obras de arte y con tres chicas muy formalitas que me han explicado que estaban estudiando promoción cultural y que aquella jornada de puertas abiertas era un proyecto de clase.

Junto a ellas, había una afable señora de unos setenta años, que ha dicho:

-Hola, yo soy la artista.

!Y tanto que lo era! Se trata de la tirolesa Philomena Pichler. Yo, al principio, estaba un poco cohibido, la verdad, pero luego tengo que reconocer que me he olvidado de la arena para los gatos y me he puesto a charlar animadamente con la pintora, la cual es una persona la mar de interesante. Yo creo que nos hemos entendido perfectamente desde el primer minuto. Por el rato que he estado hablando con ella, Frau Pichler, en el arte, es una exploradora y, como le pasa a muchos artistas, presenta una mezcla curiosa de despiste y aguda inteligencia y, lo que no se puede negar, es que su obra tiene una lógica muy refrescante y muy personal.

Yo creo que lo que distingue a los artistas del resto de la gente es, principalmente, que están todo el rato buscando otros usos a las cosas cotidianas (esa es la magia que a mí me hace emocionarme) y frau Pichler reinterpreta constantemente los objetos cotidianos, los recontextualiza, los reinterpreta, los re-elabora. Su obra pictórica recuerda mucho la estilización del arte africano y los colores son optimistas, positivos, seguros. Elabora objetos interesantísimos con los tubos de cartón en los que están enrolladas las piezas de tela de las tiendas. Son obras que se leen en vertical y que cuentan historias. Yo estaba entusiasmado y la señora me ha contado de sus exposiciones en Austria y en Estados Unidos. Las tres estudiantes presenciaban nuestra charla y, de vez en cuando me ofrecían canapés, o zumo de naranja. Se me ha ido el tiempo en un vuelo y, la verdad, lo de la arena para los gatos se me ha olvidado. Me he acordado cuando ya estaba en casa, y he tenido que salir corriendo al mercado.

Ahora bien: he quedado con Frau Pichler para hacerle una entrevista y fotografiar su taller. Será uno de los artículos que, si Dios quiere, formarán parte de Viena Directo en 2017.


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Comentarios

Una respuesta a «La magia salta cuando menos te lo esperas»

  1. Avatar de Amelche

    Chico, mira qué bien. Y, encima, haces amistades en el vecindario. Eso sí, tus gatos no sé si estarán muy contentos… Bueno, al final les has llevado la arena, ¿no? Tampoco se pueden quejar.

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