muñeco de jugador de fútbol americano

La La Trump

muñeco de jugador de fútbol americanoA partir de hoy el mundo es, definitivamente, un poquito peor. Sin embargo, Austria y España se han diferenciado a la hora de recibir el nuevo estado de cosas.

20 de Enero.- Acabo de salir del Apollo Kino (céntrico cine de esta capital en donde, por cierto, se pusieron las primeras películas sonoras con las que los vieneses tuvieron ocasión de sorprenderse).

He ido a ver “La La Land” y, aunque la peli es bonita (aunque algo moñas, la verdad) uno tenía la sensación de estar asistiendo al final de un mundo más bonito y mejor: el de la era Obama.

Era inevitable pensar también que, a partir de hoy, el mundo será mucho más fastidioso para las personas que todavía tenemos capacidad de escandalizarnos, porque no podremos evitar toparnos con gente que, cuando Donald Trump cometa alguna tropelía o diga alguna gilipollez (dada su costumbre, es poco previsible que deje de hacerlo, ahora que es presidente) traten de justificar dicha tropelía y dicha gilipollez acudiendo a aquello de que el mundo no es como nos vendía Obama -un lugar en donde hay tolerancia, en donde, como corresponde, se fomenta la laicidad, la igualdad entre las razas y las orientaciones sexuales etcétera- sino ese sitio obsceno en donde, a cada paso, se ponen los cojones (con perdón) encima de la mesa.

Se nos recordará, a las personas con dos dedos de frente, que ahora nos ha llegado la hora de callarnos, mientras el orgullo cazurro y beatón se enseñorea del mundo. Habrá que tener paciencia.

Resulta curioso, sin embargo, comprobar cómo en Austria no se ha producido un cierto fenómeno que sí que se ha dado, por lo que yo sé, entre grandes sectores de la opinión española. Y digo que llama la atención porque, por lo menos sin meterse en mayores consideraciones, Austria y España son dos países, a fecha de hoy, muy polarizados entre lo que podríamos llamar “las izquierdas” y “las derechas”, como pudo verse recientemente en la campaña electoral (re-campaña) de las elecciones a la presidencia de Esta Pequeña (pero cuqui) República.

El fenómeno curioso es que, en España se ha tendido a asociar al, desde hoy (gensanta) Presidente de los Estados Unidos con las derechas y al saliente, o sea, a Obama, con las izquierdas. Pero no con lo que esos parámetros significan aproximadamente en la política estadounidense, sino con lo que significan en España. Un disparate, claro. Porque por muy a la derecha que esté la derecha española y a pesar de lo que se empeñan en decir por tierra, mar y Facebook, sus contrarios, el Partido Popular español siempre, pero siempre, siempre, siempre, estará más a la izquierda que Trump. No es un consuelo, pero oye, algo es algo.

En Austria no se ha producido esta identificación, o se ha poducido de otra manera, indirecta, a través del único partido, el FPÖ, la ultraderecha, que se ha sentido reivindicado (agárrame esas moscas por el rabo) con la victoria del presidente Trump. Y ha sido de manera indirecta porque la ultraderecha austriaca, como las otras ultraderechas europeas, se siente próxima al presidente ruso, Vladimir Putin, y naturalmente, sentirse próximo a Putin es compartir una serie de valores que Donald Trump también comparte. Ay Dios, cómo nos pruebas.

Una de las cosas que comparten el subconsciente colectivo austriaco y el subconsciente colectivo español es un antiamericanismo un poquitín acertado y otro poquitín paleto. Quizá sea el desprecio de los que han partido la pana en la política mundial y hace siglos que ya no parten el bacalao casi ni en su casa. Ese y no otro es el freno que ha impedido a la ultraderecha austriaca presumir (todavía) de su obvia afinidad ideológica con Donald Trump. Pero cosas veredes. Quién sabe a lo que nos tendremos que acostumbrar en los próximos meses.


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