El viernes, en el curso de una operación policial, se detuvo a un presunto yihadista, un austriaco de padres albaneses el cual, al parecer, preparaba un crimen.
22 de Enero.- El viernes por la tarde, a toda prisa, el Ministro del Interior austriaco, señor Sobokta, convocó una rueda de prensa para informar de lo que se podía informar a propósito de un hecho que se había producido hacía pocas horas: la unidad especial de la policía austriaca, los COBRA, habían detenido en el distrito 10 de esta bonita ciudad (Margaretten) a un ciudadano austriaco, aunque de raíces albanesas del cual se sospecha que estaba planeando un atentado en el metro de Viena.
Disculpóse el señor ministro de no poder ofrecer en ese momento más datos debido a que la investigación se encontraba (se encuentra) en curso. La policía austriaca pidió a los ciudadanos de Viena que extremasen las precauciones, si bien desmintió informaciones aparecidas en algunos medios (el Kronen Zeitung) según las cuales el presunto, nombre oficial Lorenz, nombre artístico Abu-Chacker, habría viajado desde Alemania con una bomba con la intención de utilizarla de manera inminente.
Lorenz es un ciudadano austriaco de primera generación. O sea, sus padres son albaneses pero él ha nacido y crecido aquí, concretamente ha ido a la escuela en Neunkirchen, en Baja Austria.
Las informaciones que condujeron a la policía austriaca a ponerlo a buen recaudo, antes de que pudiera hacer algún disparate, provinieron del servicio secreto alemán. Se había detectado la presencia del fulano este en círculos alemanes de salafistas simpatizantes del llamado Estado Islámico.
Cuando se detectó que el tipo había viajado a Alemania para tomarse unos cacharritos (sin alcohol) con sus compañeros de simpatías, le siguieron los funcionarios la pista y, a la vuelta, se esperó a que fueran unas horas en las que se le pudiera pillar en casa y los Cobra entraron en su domicilio y procedieron a ponerle a la sombra. En el curso de la investigación, se registraron otros domicilios y se confiscaron teléfonos listos, ordenadores y otros dispositivos de almacenamiento, los cuales quizá pudieran dar información sobre otra gente.
Las informaciones que han trascendido a propósito del detenido dejan entrever una historia similar a la de muchos de los terroristas que en el mundo han sido. O sea, la vida de un pobre diablo con problemas para encajar en el mundo que, de pronto, encuentra en un círculo como el salafista, una droga mucho más estupefaciente que la de la religión: el sentimiento de pertenencia; y a partir de ahí, para reivindicarse frente al grupo, hace lo que se le pone por delante (puede ser matar „infieles“ pero lo mismo cargarse „guardias civiles“ o „rojos“ o…name it, como suele decirse). Estos idiotas funcionan igual en todas las sociedades.
Como siempre está la pregunta de cómo evitar primero, la radicalización y, segundo, que los malos se salgan por la suya. Y la respuesta es la misma: integración, integració e integración y la integración pasa por la tolerancia. La auténtica tolerancia, o sea. La de aceptar que, mientras la gente no se meta con nadie, pueda hacer exactamente lo que le salga del pito sin que nadie la juzgue. Polémicas idiotas y enfocadas, claramente, hacia la obtención de réditos electorales, como la de prohibir que las mujeres islámicas lleven la cabeza cubierta durante su jornada laboral son, desgraciadamente, la forma más imbécil de manejar el problema, porque significan, en la mayoría de los casos, asociar a practicantes de una religión, que se limitan a practicarla (aunque lo hagan de manera muy conservadora) con el terrorismo.
Quizá no se puedan evitar los atentados terroristas, pero es obvio que se puede evitar (y se debe) que los terroristas obtengan réditos con sus fechorías. Y uno de sus réditos es el de:
-Nos odian, aunque tú intentes integrarte, te van a odiar igual, nunca vas a ser uno de ellos, así que únete a nosotros.
Marine, Heinz-Christian, Ronald McDonald ¿Les oís? ¿Nos oís? Pues eso.
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