Salzburgo. Famosa fuente de los caballos

El sonido de la música

Salzburgo. Famosa fuente de los caballosDonald Trump ha elegido al nuevo embajador de los USA en Austria. La elección ha estado a la altura de los implicados.

13 de Febrero.- Hoy me he levantado a una hora inhumana ¿Como si hubiera tenido que irme al aeropuerto a hacer un vuelo comprado en una página web de descuentos de Albania? Pues igual.

Tras maldecir la perra suerte de, a mi edad, no estar en condiciones de aplicar la sabia norma de vida del fundador del grupo Planeta, Jose Manuel Lara (“si un negocio no da para levantarse a las once de la mañana, ni es negocio, ni es nada”) me he sentado en la cama y he cogido el telefonino. Al abrir Facebook me he encontrado con un mensaje de Armin Wolf y ha sido la primera risa del día. Parece ser que Donald Trump ya ha nombrado a su embajador en Austria.

Se trata de un millonario (heredó la pasta de su padre, tratante de maderas) y filántropo de nombre Patrick Park, que se dedica a tocar el piano (por amor al arte, porque los cuartos ya los trae de serie) y cuyos méritos para el puesto, dejando aparte la cultura musical que le permitirá tocar las palmas en el Concierto de Año nuevo siguiendo rigurosamente al director de la filarmónica, se resumen en haber visto “por lo menos setenta y cinco veces” Sonrisas y lágrimas.

Sip.

Un gran conocedor de Austria, o sea.

Y luego, Armin Wolf ha rematado: “yo también he visto más de cien veces las películas de Winnetou –famosas películas de indios y vaqueros protagonizadas por Pierre Brice y un ex de Tita Cervera, n.del a.- y a mí no se me ocurriría nunca ser embajador en los USA”.

Hombre, se podría decir que lo que pasa es que Armin Wolf es un “pofesioná” de lo suyo y no se arriesgaría a meterse en corral ajeno, pero también habría que decir que, aunque herr Wolf estuviera a la altura de cualquier tertuliano de tres al cuarto, la experiencia de vivir en una capital con gran presencia de miembros del cuerpo diplomático (y afines) también indica que, para ser diplomático, en los tiempos que corren, y salvo honrosísimas excepciones, lo único que hace falta es un hígado robusto que permita aguantar la sobreingesta de canapés de paté de foie y de vino de tetra brick.

O sea, como para ser presidente de los USA: no neurones needed (de hecho, la prueba es que Mr. Park es amigo de Donald Trump desde hace muchos años, cosa que, visto lo visto, no dice mucho en favor de las luces de Mr. Park)

Y si creen mis lectores que me estoy pasando (este Paco, que siempre exagera…) juzguen por ellos mismos la manera en que la realidad, en este, como en otros casos, le da mil vueltas a la ficción.

Mr Park, esa lumbrera, ese candidato a premio Nobel, esa esperanza blanca de las relaciones austro-americanas, no tiene experiencia diplomática previa (un enchufe muy gordo, eso sí) y como veíamos más arriba, se declara absolutamente obsesionado por The Sound of Music (tendrá ocasión de conocer a Dame Julie Andrews el próximo 1 de Enero de 2018, si Dios quiere; espero que lleve pañales puestos –Mr. Park, claro- porque es previsible que, al encontrarse ante la mismísima Maria von Trapp en persona en el vestíbulo del Musikverein, el grado de humedad de su entrepierna aumente de forma rápida y considerable; me lo puedo imaginar dando saltitos y palmaditas –al mismo tiempo-).

Mr Park ya ha expresado su deseo de “aprender a amar el schnitzel y la tarta Sacher” (¿No decía yo que para ser embajador no hace falta tener muchas luces?) y también ha expresado su deseo de vivir en la casa de los von Trapp (si es que se puede alquilar). No, no se puede. Es un cenobio. Asimismo, para aprender su nuevo oficio, ha estado charlando en los bailes de la Cruz Roja con el embajador de Hungría (querido lector, le dejo que cierre la boca) y con el embajador de Austria en Guasintón (ni son).

En fin, como decía Bob Dylan, times are changing. Y cómo.


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