Claro que sí, guapi

 

Este jueves es El Jueves, y para una vienesa, será un día auténticamente especial.

20 de Febrero.- Esta semana, este jueves, es El Jueves. No porque salga en Austria la revista del mismo nombre la cual, por cierto, sale los miércoles, sino porque, como sucede todos los años, va a celebrarse el Opernball.

El Baile de la Ópera tiene dos figuras prominentes, que funcionan como los polos de una batería que le dieran luz a las bombillas que, esa noche, iluminan el vetusto coliseo junto al Ring: esas dos figuras imperdibles son el director de aquella Santa Casa, que se ocupa del lado musical del evento y la organizadora (siempre organizadorA, porque siempre es señora, una dama de alta cuna y de baja cama).

A la organizadora del Opernball se la llama Ballmutter (o sea, la madre del baile) y bebe de la figura de la casta matrona romana, esa señora, madre, con experiencia de la vida, que estaba siempre ojo avizor cuidando de que las nenas no perdieran su virtud al caer en las redes dialécticas de algún pisaverde.

Organizar el Baile de la Ópera debe de ser un trabajazo (ossea, tía) así que las Ballmutter no duran más de cinco años en el puesto. La última, Desirée Treichl-Sturgh anunció su retirada en el Opernball 2016. Fue la primera vez, por cierto, que Alfons Haider y ella se hablaron de tú delante de una cámara y fue un momento que le hubiera encantado a Boris Izaguirre. Haider, con su impecable chaqué y Desi, no menos impecable disfrazada de bacaladilla queriendo ser salmona, mirándose a los ojos, los dos a partir un piñón, compartiendo miles de secretos picantones (y el nombre del común cirujano plástico) como Jacqueline Bisset y Candice Bergen en Ricas y Famosas.

Terminada lo que podríamos llamar “etapa Desi” la Ópera estatal tuvo que buscarse otra Mutter, y la elección recayó en una señora llamada Maria Grossbauer, la organizadora más joven hasta la fecha (35 primaveras, una niña).

La llamó el director:

-Oye, Mari, chiqui, tenemos un problemón. Aquí, en la ópera, aunque entendemos un montón de flautas y clarinetes, somos todos unos tiarrones muy machotes y no tenemos ni repajolera de flores, de quesos, de vinos y de mandangas ¿Podrías echarnos una mano, tú que eres tan guapa y tan lista, tú que te mereces un príncipe e incluso un dentista, poniendo tu mano femenina? Venga, tírate el rollo, que las tías entendéis de esas cosas.

Y María, sin dudarlo, contestó las palabras mágicas:

-Claro que sí, guapi.

La elección de la señora Grossbauer si bien ha pasado bastante desapercibida para el público en general, ha provocado no pocas murmuraciones entre las damas de la alta sociedad –muchas de las cuales se ven, claro, mucho más aptas que ella para andar organizando un evento al que va la flor y nata de la sociedad austriaca, incluyendo a Herr Bundespresi-. Se ha hablado –mala es la gente- de que el mérito principal de Grossbauer es el de estar casada con el primer violín de la filarmónica; puesto que, además, lleva aparejada en esta institución una serie de prerrogativas, como la de tener voz y voto en la elección del director de la Ópera (persona que es, qué casualidad, quien también ha elegido a la Mari para andar organizando guateques). El director de la Ópera defiende la elección de Maria diciendo que es lista, que es inteligente (hay gente inteligente poco lista), que es creativa y que tiene un toque para la elegancia, por no hablar de que tiene una nutrida red de contactos que ha cultivado durante su vida profesional. Y es que Maria, pese a su edad, no es ninguna recién llegada y tiene, incluso, su propia empresa, Casa Maria (que no es un hostal, como podría pensarse por el nombre, sino una agencia de creatividad y organización de eventos que fundó en 2011). O sea, que mientras otras se dedicaban a emborracharse con sus amigas los sábados por la nuit, ella estaba creando (incluso ha escrito un libro sobre su padre, que fue durante treinta años miembro de la filarmónica).

Una joya de chica, esta Mari.


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