De entrañable, nada

El otro día la policía austriaca detuvo al majara que se paseaba por Braunau am Inn vestido de Hitler.

22 de Febrero.- El otro día la policía austriaca detuvo al majara que se paseaba por Braunau am Inn vestido de Hitler.

No debió de resultar muy difícil hacerlo, porque parece ser que él no se ocultaba o sea, que el muchacho no debía de encontrar nada raro en ir por la vida vestido de ese modo.

Los medios que forman el trío de ases de la prensa austriaca (el Kronen Zeitung, el Österreich y el Heute) se lanzaron como hienas hambrientas a hozar en la extraña vida del detenido, la cual, es preciso aceptarlo, presentaba todos los ingredientes para que el personal pudiera sospechar que no está demasiado bien del tiesto. Nuestro hombre había sido, hasta hace poco, modelo en revistas dirigidas al público homosexual (no se sabe qué pensaba él de la aparente contradicción), se conoce que antes de descubrir que a él lo que le ponía era la apología de la raza aria (aunque una cosa no quita la otra, ya decía Rosy de Palma en Kika, de Pedro Almodóvar, que los hombres con bigote o son maricas, o fachas, o las dos cosas a la vez, y este caso parece darle la razón).

Dadas las prendas que parece que lo adornan (justitas y esto, como dicen en Cádiz, no es criticar, es referir) me atrevo a decir que es poco probable que tuviera demasiado éxito en las discotecas de ambiente (en las otras, tampoco, y quizá por este motivo pensó que ya de perdidos, igual le daba) aunque también es verdad que mi experiencia como fotógrafo me ha enseñado que, mi opinión sobre las capacidades modelísticas del imitador de Hitler, puede estar lamentablemente influida porque las instantáneas publicadas por los periódicos tenían pinta de haber sido perpetradas por alguien que le deseaba que le atropellase un tren de mercancías.

En ellas nuestro hombre posa sin camiseta (también sin el bigotillo a lo Charlot que gastaba cuando se disfrazaba de Hitler), exhibiendo un físico más bien tirillas (o sea, que Chaning Tatum no tiene que temer nada) con el flequillo muy repeinadito, como si se lo hubiera lamido un animal vacuno, y unos rizos que tienen un cierto regusto byroniano (es poco probable que el muchacho sepa quién era Byron). Por indumentaria, unos calzoncillos “volandeiros” al estilo de los que hizo famosos en su día Jesulín de Ubrique, famoso diestro andaluz, el elástico de los cuales le sobresale por la cinturilla de los vaqueros hasta una altura que le hace a uno preguntarse si no sufrirá rozaduras en la zona del sobaco.

Cuando uno ve casos semejantes, uno piensa en qué demonios podía pasársele por la cabeza a este joven, en ese momento en que, entre posado sensual y posado sensual, se dijo:

-Ay, qué tostón.

Y con el aburrimiento, se le ocurrió dejarse bigotillo y comprarse el disfraz de dictador sanguinario.

También pensaba yo que es curioso la cantidad de dobles que le han salido a Hitler, o a Stalin (un día vi uno en un documental ruso que había salido en muchas películas y hasta en situaciones de la vida diaria, en momentos en los que Stalin temía por su vida, y el pobre señor decía que, cuando se enteró de los crímenes de guerra del soviético, se afeitó el bigotazo; angelito, tantos años en el guindo).

No se tiene noticia, en cambio, de que Franco desencadenara un furor de imitadores, y si, por ejemplo, apareciera mañana un tipo regordete vestido de legionario por El Ferrol, más que detenerle, la policía le recomendaría que tirase por la sombra y no se olvidase de tomarse la medicación, al contrario de lo que ha sucedido con nuestro amigo de Braunau, al que han enchironado; quizá porque, de alguna manera, la dictadura nazi o la soviética (dependiendo) a los españoles nos siguen pareciendo (es extraño, pero es así) molonas, fundamentalmente porque las hemos visto en las películas e incluso alguno de nuestros actores favoritos (Tom Cruise) han hecho de nazis prominentes -torturados por la culpa, eso sí-, e incluso hay modorros por esas redes sociales de Dios que se hacen fotografiar saludando a la romana o que reivindican la URSS; en cambio nuestra dictadura, como no ha salido en ninguna película de Hollywood ni creó un programa iconográfico potente, comparable, por ejemplo, con la ferocidad art decó de las estatuas de Arno Breker o la pintura del realismo socialista, nos parece una cosa más bien cutre y tendemos a minimizar lo que tuvo de terrible, cuando el franquismo tuvo todo lo que tuvieron los tremendos sistemas soviéticos, empezando por los campos de concentración y siguiendo por ese tibetanismo estúpido que tuvo a España aislada del resto del mundo durante cuatro décadas (aislamiento que solo rompieron unos pocos privilegiados que pudieron marcharse a estudiar o a vivir en el extranjero) solo que quizá con un matiz de zarzuela sangrienta que los españoles, a fuerza de sufrirlo o de oirlo contar a quienes lo sufrieron, hemos terminado por encontrar corriente y moliente, como si no hubiera podido ser de otra manera. Como si hubiera sido una catástrofe natural, pero entrañable. Y de entrañable, nada.


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Comentarios

Una respuesta a «De entrañable, nada»

  1. Avatar de Antonio Alemán Curià
    Antonio Alemán Curià

    muy interesante y ameno, a la par que “qué miedo” de tios como estos… ahora me pica la curiosidad de ver una foto de este personajillo

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