De la bicicleta a la comisaría

A veces, una actividad en apariencia inofensiva, como montar en bici tranquilamente por la ciudad, puede hacerle a uno acabar en comisaría.

15 de Marzo.- Érase una vez una mañana soleada de finales del invierno en la ciudad que, por octava vez consecutiva, ha sido elegida como la más habitable, relimpia y hermosa del mundo mundial, justo en las antípodas en cuanto a habitabilidad, limpieza y hermosura de Bagdad, desdichada urbe.

En el distrito 1, almendra central de esta capital que el Danubio riega con sus cantarinas aguas, todo es paz y sosiego.

En el edificio neogótico del ayuntamiento, Johann Gudenus, vicealcalde del FPÖ sin trabajo conocido, mira las fotos Rusia Today en internet (los textos son demasiado para él, dejémosle al muchacho). Michael Häupl, el alcalde, quizá fantasea en su despacho sobre una carrera en la entomología malograda por ese amo exigente y tiránico que es la política.

En el parque que separa el ayuntamiento del Teatro por excelencia de habla alemana, los japonoides hacen fotos y miran la estatua de Apolo, efebo coronado de hojas de laurel, sobre la fachada, fiel exponente del estilo arquitectónico “nata montada” que ha hecho a Viena famosa en todo el planeta.

Los pajaritos cantan (pío, pío), las nubecillas flotan en el azul del firmamento, los tranvías ruedan razonablemente silenciosos sobre sus vías.

Una mujer delgada, de unos cuarenta años y cincuenta kilos de peso, viene del Volksgarten montada en su bicicleta. Va vestida de negro y, en la mano, lleva su telefonino, por el que va hablando de cosas superimportantes para la supervivencia de la Humanidad. Escuchémosla:

-…Y yo le dije: pero el Moisturizer este…Mois-tu-ráisa: para la cara. Eso ¿Es vegano? ¿Es sostenible? Porque yo no me echo en la cara nada que no sea sostenible ¿Sabes seguro que para producirlo no han experimentado con animales? Y ella que no, que no lo sabía, que lo había comprado en una tienda chulísima que hay en el distrito 7, y que si lo vendían en el distrito 7 que seguro que era vegano y sostenible. Sí…Sí. Eso le dije yo.

A esto que la señora es apercibida por una pareja de policías que está en las cercanías.

-…Tía, no sé qué pasa, unos policías. Nada: pues lo que te digo, que después de eso ¿Qué le dices? ¿Eh? ¿Qué el tinte con el que se ha hecho las mechas le ha empapado en el cerebro? Pues eso.

Y los policías que repiten. Y ella que ni caso.

A esto que los policías proceden a detener a la mujer, y la mujer que se resiste, y se resiste con tal vehemencia, que la pareja de policías no pueden dominarla y llaman refuerzos y viene una “fragoneta” con seis policías dentro, a detener a la señora, que mientras tanto está lanzando denuestos y exabruptos y, ante la atónita mirada de los turistas y de los pasantes (que entienden lo mismo que el lector en estos momentos) cogen a la señora y la meten en la “fragoneta” policial sin mayores contemplaciones. Como en Bagdad. Y sin moisturizer.

La explicación de todo esto es la siguiente: desde 2013 está prohibido telefonear cuando se va en bicicleta (igual que en los coches); sí se puede cuando uno utiliza un dispositivo de manos libres (igual que en los coches). Una infracción de esta regla está castigada con una multa de 50 machacantes. Por supuesto, si un policía nos pide que nos detengamos hay que obedecerle, si no, el policía nos puede detener. Como la señora se resistió, el policía tuvo que llamar a refuerzos pero la policía austriaca está tan bien organizada que los refuerzos solo se pueden pedir de seis en seis, y es por eso que vinieron seis agentes a detener a la señora (¿Fue desproporcionado? Más que probablemente fuera un desperdicio de dinero del contribuyente).

La señora fue acusada de hablar por el telefonino, de haber desobedecido a un policía y de haberse resistido. Fue denunciada en comisaría, pero poco después pudo abandonarla, como se suele decir por estos lares por su propio pie (no se sabe si le quedaron ganas de volver a coger la bici).


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