El “Kiki”

El mundo de los adultos trató de comunicarse con el mundo de los niños y, como puente, se inventaron los cuentos.

18 de Abril.- El otro día, viendo La Bella y La Bestia (la antigua fue la primera película a la que fui yo solo al cine, solo por tener el placer de volver a verla) pensaba que, pese al revoque de “moelnidad” que se le ha dado al asunto (no es casualidad que la interprete Emma Watson) el mensaje de la cinta es superfuerte.

O sea:

-Nenas, si un andoba perpetuamente malhumorado y que tiene sojuzgados a todos los seres en torno a él os secuestra y os deja sin comer hasta que os enamoréis de él, lo mejor que podéis hacer es resignaros y poneros monas hasta conseguir ablandarlo, que ya veréis lo bien que os va a ir luego. El milagro de civilizar al hotentote está en vuestras manos. Claro que sí, guapi.

Pensaba yo, y ya sé que es mucho pensar, porque uno tiene esta manía, pero pensaba yo ¿Qué hubiera pasado si, en vez de La Bella y La Bestia, la peli se hubiera llamado “El Bello y La Bestia”? Imaginemos que el cuento hubiera sido que una tipa con una pinta horrorosa, intepretada por ejemplo por Meryl Streep (para darle prestigio a la peli) con treinta kilos de pelos y verrugas encima, hubiera secuestrado a Andrés Belencoso, le hubiera encerrado en un castillo y le hubiera tenido a pan y agua hasta que la besara en los belfos. Naturalmente, la caracterización del personaje de Meryl Streep hubiera sido muy otra que la de La Bestia del flin de Disney ¿Verdad? Aunque pensándolo bien, quizá esa película ya está hecha: se llama Misery, basada en la novela de Stephen King. Si yo tuviera una hija, creo que la llevaría a ver la peli, pero al salir del cine le explicaría cuatro cosas a propósito de las relaciones entre hombres y mujeres.

Pero bueno: lo que yo quería decir es que el mundo de los adultos intentó, en épocas ancestrales, comunicarse con el mundo de los niños e, instintivamente, encontró una manera de codificar la información necesaria para la supervivencia de los más jóvenes de la especie: los cuentos.

Si uno les quita de encima las toneladas de azúcar, cuchicuchi y canciones melosas, se encuentra con que los cuentos infantiles son en realidad un catálogo de avisos contra los peligros que los adultos representan para los niños pequeños. Peligros sexuales, en muchos casos. No hace falta tener mucha imaginación para darse cuenta de que, por ejemplo, el lobo de caperucita es una advertencia para las niñas demasiado inocentes. Una advertencia que incluye el “tened cuidado, porque a veces el enemigo tratará de tomar formas amables, incluyendo aquellas de personas de vuestra confianza” (por eso el lobo se disfraza de la abuelita).

De niñas y lobos va la cosa hoy. En una localidad de Tirol un profesor le ha propuesto a dos alumnas de 15 años echarles lo que en España se llama “un kiki” (y que aquí, como son más ilustrados, se llama “un quickie”). El docente, que no se molestó ni en disfrazarse de abuelita de cualquiera de las dos muchachas (pensándolo bien, igual hubiera quedado algo raro), les mandó por guasap fotos suyas (del profesor) en las que les explicaba que quería ponerlas mirando p´Antequera.

Las muchachas, con muy buen criterio, denunciaron el acoso del menorero y el señor en cuestión ha perdido su trabajo pero no la posibilidad de enseñar en otros colegios de Austria, cosa que resulta tan extraña como darle un empleo de pastor al lobo de Caperucita al objeto de reinsertarle en la sociedad. Pero bueno. Las autoridades académicas han explicado que durante la reunión en la que se decidió qué se hacía con el profesor, todo se volvió “muy emocional” (!) que viene a ser una manera curiosa de describir cómo se tomaron los cazadores que aparecen al final del cuento de Caperucita el hecho de que el lobo feroz se hubiera merendado a la abuelita. Flemáticos, debieron de comentar:

-No, la cosa se volvió un poco emocional. Tuvimos que rajarle la barriga para sacar a la vieja.

El conocimiento, si bien cubierto por el tabú, de que hay un cierto porcentaje de los hombres a los que las muchachas impúberes les hacen sentir mariposas en el estómago, quizá sea también la explicación (perversa explicación) de un anuncio de Palmer´s, conocida marca local que comercializa bragas y sostenes, en el que se anunciaba –ole por el concepto- el surtido de pascua (complemento ideal, quizá, de los huevos famosos).

El anuncio mostraba (muestra) a unas muchachas tumbadas boca abajo en una alfombra, sin más material textil encima que las bragas que llevan puestas. Ya sea por el extremo retoque al que se ha sometido su cuerpo (los filtros de paso alto del Photoshop echaban humo), por lo escuálidas que están (las pobres, han debido de seguir la misma dieta que Bella en el castillo de La Bestia) o por sus formas que delatan una extrema juventud, ha habido compradoras de Palmer´s que han dicho que el anuncio en cuestión incita a la pedofilia o que sexualiza a las niñas.

Al maestro de Tirol seguro que se le han hecho agua las fauces.


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