El presidente mete la pata (hasta el corvejón)

El presidente de Esta Pequeña República, algo novato en el cargo, ha tenido su primer tropezón. Vaya por Dios.

29 de Abril.- El dicho „lo escrito queda, las palabras se las lleva el viento“, suele interpretarse de manera general como una defensa de la letra impresa y en contra de las controversias que suelen traer las palabras. Amarga experiencia tienen de esto todos los imputados (modernamente „investigados“) por haber trincado (presuntamente) dinero público. No, dicen ellos, mi jefe me dijo que chupase del bote, que todo el mundo lo hace y que no iba a pasar nada y yo, claro, como obediente que soy, trinqué. Y en cambio, el jefe sostiene que él jamás dijo tal cosa y se atiene a que nunca hubo instrucciones escritas que ordenasen el trinque. Una palabra ligera, de esas que se lleva el viento, contra otra igualmente llevable por los aires que propulsa eolo.

Sin embargo, cuando se inventó el dicho, allá en los tiempos en los que la escritura era una tecnología al alcance solo de unos pocos, el sentido del famoso adagio era totalmente opuesto al que le damos actualmente.

Lo escrito queda, detenido, paralítico sobre el papel, en cambio, la palabra viva y dicha actúa de manera fetén, porque puede adecuarse a la situación, o sea, es flexible, puede cambiar para hacerse más persuasiva.

No se sabe si el presidente de EPR, señor Van der Bellen, sabe del cambio que el dicho del que hablamos ha sufrido a lo largo de la historia, lo que sí que es cierto es que está experimentando los múltiples inconvenientes que, en estos asuntos de la matizacion, tiene la palabra escrita.

En el marco de un discurso pronunciado en Viena el día 24 del mes pasado (sí: en Austria somos de digestiones un poquito lentas), Monsieur Le President de ce petite (mais ravissante) Republique, dijo ante una asamblea de sesudos próceres que, de seguir la islamofobia por el camino que lleva (Marine ¿Nos oyes? Si estás presente, manifiéstate) pues eso, que de seguir la islamofobia como va, habrá que pedir a todas las mujeres que lleven la cabeza cubierta  en solidaridad con aquellas que van veladas siguiendo el mandato religioso.

Las declaraciones de VdB fueron reproducidas por el programa de la ORF Report en una versión abreviada (quizá fue esta la madre del cordero, como luego se verá) y, de este extracto del discurso leido (que quedó y no se lo llevó el viento, para fastidio de Van der Bellen) le vinieron al presidente multitud de críticas de personas que pensaban que el Budespresi estaba por que todas las mujeres se sometan a la dictadura del varón que, de hecho, sigfinican los velos islámicos (la misma dictadura exactamente que rige para las monjas de nuestros conventos, lo que sucede es que no nos chocan las cosas a las que, culturalmente, estamos acostumbrados, pero ser lo mismo, es exactamente lo mismo).

La ORF, por razones, suponemos, de tiempo, cortó el resto del discurso de Van der Bellen, en el cual, el Bundespresi explicaba su afirmación (bastante opaca, en mi opinión), diciendo que esto de pedir a todas las mujeres que llevasen la cabeza cubierta era tan descabellado como pudiera parecer y que, si la memoria no le fallaba, había habido otros casos en la historia. Por ejemplo cuando, durante la ocupación nazi, los daneses, en solidaridad con los judíos, se pusieron también la estrella de David que marcaba a los judíos como carne de expropiación, discriminación y matadero.

Como vivimos en un mundo en el que, quien más quien menos, se siente miembro de una minoría oprimida (y quien no se siente busca como loco sentirse miembro de una, porque es una cosa que ofrece cierto prestigio de cara al exterior y cierta autoreivindicación cuando uno se mira por las mañanas al espejo del cuarto de baño para hacer sus abluciones matinales) ha habido voces, entre ellas, las de las mujeres musulmanas „liberadas“ que „han cargado“ (horrible expersión) contra el presidente Van der Bellen. En las versiones más suaves, le acusan de ingenuo, en las versiones más jevi metal le acusan de ser un señor viejo y machista que no se entera de nada.

El Presidente de la República, como su majestad el rey nuestro señor, el sexto de los Felipes, están básicamente para abrir la boca lo menos posible y, cuando la abren, decir vaguedades incontrovertibles que se podrían reducir al consejo que el Doctor Higgins le daba a Eliza Dolittle en My Fair Lady:

-No hablar más que del tiempo y de la salud.

Van der Bellen ha aprendido en sus propias carnes.


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