La verdad y míster M.

Una vieja regla del periodismo dice que la única información imparcial es la del número de muertos de los accidentes aéreos. Alguien va a descubrirlo pronto.

2 de Mayo.- Cuando yo era chico (o sea, no hace tanto) estaba en activo una locutora de radio que se llamaba Encarna Sanchez. Una vida privada problemática, que Encarna, por razones laborales, debía mantener en secreto de manera totalmente antinatural (era notorio para cualquier observador imparcial que Encarna Sánchez era lesbiana) probablemente producía en aquella pobre mujer, por compensación, un sesgo autoritario y fuertemente reaccionario que la llevaba a contar la realidad desde un ángulo decididamente negativo, amargo y ultraconservador, cuando no abiertamente maligno. Cuando se sentaba al micrófono, Encarna lo hacía siempre con la mala leche puesta y utilizaba el rencor que, quizá, obtenía de una vida personal profundamente desgraciada, para darle al personaje que creaba desde su tribuna una tensión que, de otra manera, no hubiera tenido.

Hay un tipo de lector, o de espectador, o de escuchante, que es adicto a este tipo de locutores, o de periodistas o de cineastas, y que desconfían de los mensajes emitidos no ya con amabilidad, sino con una cierta educación o cortesía (cosas ambas de las que la soberbia Encarna Sánchez, aunque esté feo hablar de los muertos, carecía totalmente). Una de estas escuchantes era mi abuela María, la cual no se perdía ni un solo programa de Encarna, ni ninguna de aquellas tertulias (La Mesa Camilla, se llamaban) que había días en que más parecían un aquelarre.

La oigo, a mi abuela, como si hubiera hablado hace dos minutos:

-Esta –por Encarna- esta es la única que dice la verdad.

Con los años, he comprendido que estas ocho palabras de mi abuela María encierran una lección profunda no ya sobre el periodismo, sino sobre la vida en general, y es la de que todos estamos dispuestos a pensar que la verdad es lo que a nosotros nos gustaría oír. Por eso hay que desconfiar siempre, pero siempre, siempre, siempre, de aquellas cosas que, al escucharlas, nos producen satisfacción.

Lamentablemente, no corren buenos tiempos para nosotros, los que, sanamente, estamos habitados por el espíritu de la duda razonable. La mala costumbre de los tontos, que aparte de serlo, suelen ser demasiado locuaces, de manifestarse con profusión en Facebook y otras redes sociales hacen que aumente nuestra propensión a bloquearles, de manera que, si no tenemos cuidado, terminamos leyendo solamente opiniones afines a las nuestras, cosa que, por nuestro bien y por el de la sociedad, deberíamos evitar a cualquier precio.

Una de estas personas es el millonario austriaco dueño de las fábricas de Red Bull, el cual ha decidido contribuir en la medida de sus posibilidades, que quizá sean demasiadas, a la tarea de hacer que resplandezca “la verdad” (naturalmente, si la paga él, lo que resplandezca será “su verdad”, cae por su peso; el gato es suyo y se lo f*lla cuando quiere, como es lógico).

Hace algunas semanas, anunció su voluntad de destinar un millón de los euros que gana machancando los páncreas de parte de la Humanidad a la creación de un portal de noticias cuya misión principal es terminar “con la dictadura de lo políticamente correcto”. De haber podido escuchar esto, Encarna, estoy seguro, hubiera aplaudido calurosamente al reconocer a uno de los suyos. Los medios del ámbito de habla alemana se he hecho inmediatamente eco de las intenciones del millonario y, dadas las simpatías políticas del caballero en cuestión, se han apresurado a comparar la nueva plataforma de noticias, que se llamará Quo Vadis Veritas con el portal, notoriamente ultraderechista, Breitbard News, uno de los más firmes sostenes de Donald Trump en el cargo, a base de una mezcla de cazurrismo (o sea, hechos alternativos), racismo y wishfull drinking.

Portavoces del millonario han negado que vaya a ser así pero, al mismo tiempo, no se han manifestado de manera muy concreta al respecto de qué líneas seguirá la búsqueda de “la verdad” que va a emprender el millonario, pero algo me dice que el concepto de la verdad de Mateschitz y de Encarna van a tener mucho en común.

(lo sé: la canción no tiene nada que ver, pero me apetecía !A Disfrutar!)


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