El escándalo Gröer (1)

La vida está llena de coincidencias. Las biografías se cruzan sin que, a veces, los interesados puedan darse cuenta.

19 de Mayo.- La historia está llena de pequeñas coincidencias que alegran la vida del periodista, del bloguero o, simplemente, del curiosón.

En los últimos dos días, yo me he topado con dos. Resulta que ayer, investigando la biografía de Eva Glawischnig me enteré de que, por esas cosas de la vida, la carintia había sido compañera de instituto de otro carintio famoso y, más picante aún, una especie de reverso suyo político.

Eva Glawischnig y Herbert Kickl, el que pasa por ser “el cerebro” de Strache y, en todo caso, la eminencia gris del FPÖ, compartieron aulas y centro educativo. Al saberlo, la imaginación vuela ¿Cómo se llevarían? ¿Le hablaría ella del heteropatriarcado? ¿Trataría él de convencerle de que los nazis, después de todo, no habían sido tan malos? ¿Se motejarían de “mongolo” o de “gilipichis”? ¿Iría por ahí diciendo Herbert Kickl el color de la ropa interior de Eva Glawischnig? Un frenesí de posibilidades.

Hoy, me he enterado de otra coincidencia educativa también muy curiosa. En el distrito 13 de Viena, que empieza un poquito más allá de Schönbrunn, hay un Instituto de Enseñanza secundaria. Está en la Fichtnergasse. Se inauguró prácticamente al mismo tiempo que el siglo pasado y, curiosamente, su arquitecto fue el mismo que concibió el Ringteather, célebre por la famosa tragedia (ver este bonito post de Viena Directo). En las aulas del Instituto de la Fichtergasse aprendieron lo que sus profesores quisieron enseñarles dos personas cuyas vidas terminarían cruzándose muchos años más tarde: uno fue el Cardenal Groër, famoso depredador sexual de jóvenes, cuyos abusos provocaron un enorme escándalo en Austria a finales del siglo pasado. El otro, Heinz Fischer, el ex presidente, el cual hizo la selectividad en el instituto de la Fichtnergasse en 1956 el cual, según propia confesión, abandonó la Iglesia católica cuando supo del escándalo Gröer y de cómo había abusado de su posición dominante y de la impunidad que le garantizaba para, según algunas conjeturas, abusar de hasta 2000 jóvenes.

Gröer nació en Viena en 1919 en el seno de una familia conservadora (su padre era militar). Asistió, como queda dicho, al instituto de la Fichtnergasse y luego al seminario de Hollabrunn, en donde tomó contacto con la llamada Legión de María, un movimiento conservador, fundado en Irlanda en la misma línea, por ejemplo, del Opus Dei español o la Asociación Católica de Propagandistas (antiguamente, Nacional). En 1941, Gröer se incorporó a la fuerza aérea del ejército nazi, la Luftwaffe, en calidad de enfermero (esto no quiere decir nada, es que no le quedó otra, porque Austria era, en aquel momento, parte de Alemania). En 1942, durante un permiso, se ordenó sacerdote.

Un año más tarde, se licenció del ejército y obtuvo un empleo de capellán. Poco más tarde, ya después de la guerra, empezó su carrera en el seminario de Hollabrunn, como prefecto de estudios. En Hollabrunn desempeñó diferentes cargos, siempre en contacto con chicos jóvenes, por cierto. Fue profesor de religión y director espiritual de los alumnos en el Instituto de Hollabrunn y, durante esa época también fundó diferentes grupos de Scouts. También extendió por la región la devoción a la virgen de Fátima e instituyó una peregrinación en la que los fieles oraban (y oran) por la renovación de la Iglesia y por la paz en el mundo.

Años después, se hizo monje del císter e incluso fundó un monasterio que fue consagrado por el cardenal König en 1982.

Para ese momento, Gröer era un clérigo respetado y, en la conservadora sociedad rural austriaca, un autoridad prácticamente intocable. Desgraciadamente para sus víctimas.


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Comentarios

Una respuesta a «El escándalo Gröer (1)»

  1. Avatar de victoria
    victoria

    El caso de los abusos sexuales dentro de la Iglesia es algo que me repugna y que me parece terrible. En realidad me parece terrible que qualquier persona se aproveche de su supuesta superioridad (laboral, política, familiar, la que sea) para machacar a otro ser humano, para humillarle y para convertirle en su esclavo, en su víctima. Es curioso cómo, además, el verdugo se convierte en víctima y la víctima en verdugo si no puede demostrar esos abusos. A veces creo que el mundo no funciona y que es un asco, y como decía Mafalda, que paren que me bajo de él …

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