¿Qué hacemos con el “menumento”?

¿Lo derribamos? ¿Le ponemos placas? ¿Lo dejamos como está? Las historias se repiten, como extraños ecos.

28 de Mayo.- Es la hora de cenar. En el informativo regional sale una encuesta callejera. Usted qué piensa, caballero. El „menumento“ que conmemoraba, en origen, una dictadura de horrible recuerdo ¿Debería ser demolido, como piden las fuerzas progresistas? Las opiniones son variadas.

Un caballero, de una cierta edad, algo malhumorado, dice:

-Mire usté, el „menumento“ ha estado ahí de toda la vida, y no tienen por qué venir a demolerlo ahora. Hacerlo sería „reabrir viejas heridas“.

Una señora, ya mayor, disiente:

-Pues yo creo que demolerlo no, que sería una lástima, pero sí que habría que hacer un…Yo creo que como un museo ¿No? Con placas explicativas y esas cosas, para que la juventud no volviera a caer en las mismas tonterías de sus abuelos.

Otro chico, más joven, dice:

-Hombre, yo creo que lo deberían tirar. Al fin y al cabo, ya estamos en otros tiempos ¿No? Y es una conmemoración de una cosa…En fin, de una cosa horrible. Y tampoco es cosa de que esas cuatro piedras, que no tienen ningún valor, se conviertan en centro de peregrinación.

¿Estamos en España? ¿Se refiere lo anterior al monumento más feo, por cómo está hecho y por lo que significa, que se levanta en suelo nacional? (O sea, el Valle de los Caídos). Pues no: lo que acabo de referir se refiere a un „menumento“ tan fascista como el Valle famoso, pero que está situado en la bonita localidad austriaca de Oberschützen, en Burgenland.

En plena campiña se levanta el llamado Anschluss Mahnmal de Oberschützen, que se empezó a construir poco después de la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi y que se inauguró en 1939. En la construcción, participó todo el pueblo. Desde los alevines, de las Juventudes de Hitler hasta los ancianos. Naturalmente, esto no quiere decir nada. No es posible asimilar las libertades de las que se disfruta en una democracia con los medios coactivos de los que dispone una dictadura.

O sea, que cuando llamaron a levantar „el menumento“ a ver quién era el guapo que se negaba. El edificio, situado en medio de los campos de labranza era un cuadrado sin techar, con tres arcos por cada lado, en piedra sin desbastar, y alcanzaba (y alcanza) los ocho metros. En el centro, tenía un águila con una cruz gamada de dos metros de alto y pebeteros para encender fuegos rituales. También había una explanada para marchas y cosas así.

Poco después de inaugurarse el „menumento“ (no fue el único, por ejemplo, en Sankt Margaretten, a pocos kilómetros de donde escribo ahora mismo, hubo otro parecido) estalló la guerra mundial, la cual terminó con el resultado que todos conocemos. Cuando los soviéticos entraron a Austria, precisamente por Burgenland, se toparon con la maravilla arquitectónica en cuestión, pero no la destruyeron, sino que volaron el águila con la cruz gamada dejando solo el pedestal y se llevaron los pebeteros. Y así quedó, durante la posguerra.

La explanada para las marchas volvió a ser campo de labranza y la historia empezó a dormir un sueño que dura hasta hoy, solo agitado por periódicos cargos de conciencia colectivos que, de todas maneras, duran poco.

Como sucedió en España con nuestro adefesio (y otros adefesios que aún puntean la geografía española, a pesar de la famosa ley de la Memoria Histórica) tras caer el nazismo y merced al peculiar proceso de desnazificación que se llevó a cabo aquí, la mayoría de la gente era de la opinión de que „mejor no meneallo“, quizá porque no salieran a la luz lealtades o hechos vergonzosos de personas que habían conseguido cruzar la aduana del futuro sin demasiados problemas.

Después, la excusa, como en España, fue lo de „bueno, es que hace ya tantos años, todos los implicados son ya tan viejecitos, total son cuatro piedras…“ y el hecho de que, al estar el „menumento“ situado en campos de diferente propiedad, se hacía difícil expropiar los terrenos y darle un uso pedagógico, o simplemente derribarlo.

En 1995, sin embargo, se colocó, en lo que había sido el pedestal, una placa quién sabe si exculpatoria, que explicaba quién había construido el monumento y por qué, pero aún hoy los 12 arcos siguen siendo un punto de peregrinación para gente que mejor estaría en su casa.

Por cierto, como en el Valle de los Caídos, sigue sin haber acuerdo.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Una respuesta a «¿Qué hacemos con el “menumento”?»

  1. Avatar de Bad Vöslauer
    Bad Vöslauer

    Uff vaya anatema, la verdad es que sorprende que a día de hoy se pueda ir a visitar algo que se construyera por orden del piernas cortas para su mayor gloria y satisfacción, porque utilidad ninguna esa la dejó para las hidroeléctricas que por algo Oriol y cía le ayudaron a financiar el conflicto, habría que ver a cuánto saldría el Kwh, si tuvieran que realizar la obra y pagar el suministro de agua. No me imagino pasear por EPR y encontrar pueblos que terminen en von Führer, o que haya calles con los nombres de los generales del III reich, la legión Cóndor, el ejercito rojo o la división azul. Al igual que los herederos del Branauer más famoso tuvieran propiedades y privilegios que les rindan réditos que no les preocupe la parte alícuota a pagar mensualmente por calentarse, realizar los bäcken o calentar el agua para acicalarse,así como hacer gala de tan lustrísima nomenclatura familiar(Familienname).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.