Cinco cosas irritantes para un español

¿Puede morirse un español por volver a su casa en España? No siempre, señora. No siempre. Aquí algunas cosas que a los inmigrantes nos ponen del hígado.

3 de Junio.- Cuando llegan estas fechas de verano, lo mismo que las navideñas, llega también el éxodo inverso de los españoles que vuelven a su lugar de origen. Bien para visitar a la familia o bien para que sus niños tengan contacto con los primitos españoles a los que no ven en otro momento del año.

Se presupone que los españoles expatriados -horrorosa palabra, que parece que describe una enfermedad- deberían morirse por volver a su terruño. Normalmente, es así (a todos nos encanta que mamá nos cocine nuestras cosas favoritas y que nos mimen un poco). Sin embargo, también pasa que nosotros, los que llevamos un tiempo viviendo fuera del país en el que nacimos, encontramos algunas cosas españolas, de las que antes no nos dábamos ni cuenta, sumamente chocantes, cuando no completamente irritantes.

Así pues, si sois españoles que tienen un ser querido fuera de las fronteras del Territorio Nacional y estáis leyendo esto, quizá sería bueno que a los expatriados nos ponen bastante nerviosos estas cosas:

1.- Que allá donde vayas, esté la televisión puesta todo el rato. O sea, que tú vas a visitar a la tía Eduvigis y tiene puesto el Sálvame y que, entre medias de la conversación, ella esté con un oido en la tele y otro oido en lo que tú le estás contando („¿Que en Austria no hay crisis? Qué interesante…Pero, calla, calla, que está hablando Kiko“; y así). Es más: los españoles residentes en el extranjero encontramos sumamente desconcertante que la familia cene, coma o haga todas las actividades de su vida diaria con la tele puesta. Esto es un tema al que no conseguimos acostumbrarnos.

2- Las conversaciones. Este es un capítulo que merecería un post entero pero sin embargo, al objeto de reducir un poco, intentaremos hacer un poco de labor pedagógica. A ver: queridos españoles que vivís en la Península: los españoles que vivimos fuera, en este caso en Austria, nos hemos acostumbrado a aguzar nuestra atención para tratar de extraer hasta la última gota de significado de las conversaciones que tenemos alrededor. Esto significa que, cuando volvemos a España, nuestra percepción de lo que se habla a nuestro alrededor es sumamente precisa e intensa y que todo, pero todo, todo, todo, nos llega. Vas en un autobús y todo se convierte en una tormenta de sensaciones porque vas escuchando -y entendiendo- todas las conversaciones que se producen en paralelo en tus cercanías, la gran mayoría (!ay!) de una trivialidad y, por qué no decirlo, de una estupidez absoutamente desesperante. En muchos casos, te dan ganas de intervenir, pero no lo haces para que no te tomen por un desequilibrado.

Quizá por una trampa de la percepción o porque de verdad sea así, todas las conversaciones en español que escuchamos nos parecen de una trivialidad que dan ganas de tirarse por la ventana más próxima.

3.- Una cosa que nos fastidia mucho, pero mucho mucho mucho mucho, a los españoles que vivimos fuera de España es el personal concepto del tiempo y de la puntualidad que tienen los españoles que viven dentro de España. Cuando quedamos con alguien a las diez en un determinado lugar, no nos cabe en la cabeza que llegue a las diez y cinco sin mandar ni un mal guasap. Es más: nos parece sumamente descortes (y, por ello, también sumamente irritante) que le estemos llamado a las diez y dos minutos para saber dónde está y que no haya salido ni siquiera de casa. Lamentable, absolutamente inexcusable.

4.- Que la gente coma a las tres de la tarde y cene a las diez y media de la noche. Lo sé, lo sabemos perfectamente. Cuando vivíamos en España éramos capaces también de hacerlo y no lo encontrábamos extraño. Sin embargo es volver y darnos de cabeza contra las paredes, al pensar cómo narices pueden sobrevivir nuestros paisanos incurriendo en semejante atraso.

5.- La irritante manía de los españoles de no acogerse a protocolos. O sea: en Austria, por lo general, hay una manera correcta de hacer cada cosa. Esto implica que, cuando uno se ve enfrentado a una situación nueva, uno espera, observa y, si acaso, pregunta cómo se hace tal o cual cosa. Recibe una respuesta, generalmente sencilla, que se pone en práctica y aquí paz y después gloria.En España uno tiene la sensación de que aquello es un desmadre total y que cada uno va improvisando como Dios le va dando a entender. De manera que no solo resulta que hay varias maneras correctas de hacer las cosa, sino que además se pierde muchísimo tiempo tratando de discrimitar unas cosas de otras.

En fin: tengan este post en cuenta aquellos que reciban en su casa a inmigrantes estas vacaciones de verano. Entiendan lo que sucede y…Bueno, y paciencia. Por las dos partes.


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Comentarios

Una respuesta a «Cinco cosas irritantes para un español»

  1. Avatar de Pilar
    Pilar

    ¡Verdades como templos!
    Pero tengo una más, que a mí me encanta. Los baños de los bares. Ay, amaaaaa. Qué baños tenemos en Austria, donde SIEMPREEEEE hay papel higiénico (a veces muchos rollos y nadie los roba ni los esparce por el suelo). Y esas bolsitas para las compresas higiénicas, y ese dosificador de jabón con un sensor que sabe cuando tu manita está debajo. Y los secamanos. Y los ambientadores, florecitas, plantas. Y colgador para el bolso o la chaqueta. Ains, porque digan lo que digan hacer tus necesidades sujetando el abrigo es un tantito incómodo. En fín, un paraíso en la tierra. Claro, que luego vas a España…

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