Él canta una canción para ti (si eres de izquierdas, también)

¿Por qué una figura del panorama cultural austriaco ha demandado a otra? La razón, es la punta del iceberg de algo más profundo.

5 de Junio.- Una de las interpretaciones que tienen los dos grandes hitos del pasado año, hitos con cuyas consecuencias aún lidiamos, es la de que hay una cierta parte de las sociedades de los países desarrollados que son incapaces de aceptar que el mundo va en una dirección y a una velocidad que ellos no pueden comprender. Y como son incapaces de comprender ambas cosas, pues se enfadan y buscan a quienes les ofrecen una solución mágica a su desesperanza, por muy descabellada que esa solución pueda ser.

Naturalmente, el surgimiento de esa clase social no ha sido una cosa instantánea.

Quien quisiera, podría haberse dado cuenta de que esas personas, con sus dientes largos, sus caras hoscas y cenicientas y sus cerebros jibarizados estaban ahí, como los pájaros de Hitchcock. Primero, unos cuantos en un cable, después otros pocos más, hasta que el cable ha estado lleno de sombras negras y con caras de pocos amigos. La clase social emergente, la que vive cómoda con los nuevos tiempos, ha cometido el error de despreciar a ese tipo de gente que se aglutina alrededor del FPÖ en Austria, de Le Pen en Francia, o de Donald Trump en Estados Unidos. Lo mismo que los cultos de los años treinta despreciaban a los bestiales nazis. El combustible de todos estos movimientos peligrosísimos, lo mismo que en los años treinta, durante el nazismo, es una nostalgia malsana. La nostalgia de un mundo seguro que, de todas maneras, todos sabemos que nunca existió. Un mundo en donde las mujeres y los hombres tenían roles muy definidos (naturalmente, a favor de los hombres), en donde los homosexuales vivían presos en un corsé de silencio y ficción, en donde la gente se sentía miembro de una comunidad homogénea y, en todo caso rica y privilegiada.

Como decía más arriba, los que nos sentimos cómodos con la nueva situación (o no tan nueva) cometimos el error de despreciar a los que no, del mismo modo que los niños más avispados de una clase no pueden evitar mirar con cierta sorpresa, cuando no con cierta condescendencia a sus condiscípulos menos dotados.

Sin embargo, no todo el mundo fue tan miope. Fuera de la política hubo gente que se dio cuenta de que esta nueva clase social, cuya percepción del mundo solo puede ser esquemática, tenía unas necesidades que, hasta el momento, nadie satisfacía. Por ejemplo, entretenimiento concebido especialmente de acuerdo con una panoplia de valores determinada.

En Austria, la figura pública que ha utilizado esa palanca para posicionarse en este nicho de mercado ultraconservador ha sido Andreas Gabalier. Desde que surgió, Gabalier, como figura pública, ha estado lanzando constantemente señales a un determinado público. Al objeto de reforzar lo que los ingleases llaman su „persona“ (palabra que, por cierto, viene de „personare“, que se podría traducir como „resonador“ que era como se llamaba la máscara que utilizaban los actores en la antigüedad grecorromana) Gabalier ha despotricado contra todo lo que huela a progresismo y se ha alineado (gustosamente) con las posiciones de la ultraderecha austriaca.

Estos días pasados, la compañía que gestiona la carrera artística de Andreas Gabalier ha demandado al director de una conocida sala de conciertos vienesa, la Konzerthaus, por haber insinuado todo esto que he dicho anteriormente y haber insinuado también que los valores que defiende Andreas Gabalier y su posición política (que son del dominio público, por otra parte) no le hacían apto para actuar en la Konzerthaus (Gabalier si ha actuado en el Musikverein -el lugar desde donde todos los años se hace el Concierto de Año Nuevo- y no se sabe si lo ha hecho porque si en Nueva York son las once y cuarto en el Musik Verein es 1957 o porque al ser una institución privada, Gabalier pagó para poder utilizar la sala un alquiler).

El texto de la demanda contra el director de la Konzerthaus, que por cierto se llama Naske, dice que Gabalier teme que, debido a las afirmaciones de Naske, los fans „de izquierdas“ se sientan poco predispuestos a seguirle como artista lo cual le causaría un grave perjuicio económico en forma de venta de entradas y discos. Asimismo, Gabalier ha afirmado también que debido a las afirmaciones de Naske, que se produjeron en el marco de una entrevista concedida a Die Presse (diario nada sospechoso de los delirios a los que se entrega, por ejemplo, el Österreich). Naske, haciendo quizá gala del defecto que comentábamos más arriba, ha decidido „pasar olímpicamente“ de Andreas Gabalier. Un colgado le ha mandado hoy una amenaza muerte.


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Comentarios

Una respuesta a «Él canta una canción para ti (si eres de izquierdas, también)»

  1. Avatar de Pilar
    Pilar

    Menos de un año llevo aquí, desde el pasado agosto, y ya me he dado cuenta de esto que describes. Nada especialmente desagradable, persönlich, pero sí esa sensación… ese resabio amargo. Gente sorprendida, lo veo en sus caras, de que no me importa que mi grupo de amigas sea cada una de una punta del mundo. Que hable bien de ellas, que cuente sobre sus estudios, que no me moleste ir a un turco a comprar (que es que me da igual que esté lleno de muslimes), que no me gusten ciertos bares muy snobs (en Graz hay un montón) etc. No noto hacia mí ese rechazo, ¡¡Bufff, por favor, yo soy Europea!!! ¡¡No eres un immigrante!! Oigo en mi círculo, cuando digo que voy a un curso gratis para inmigrantes y refugiados, o compro en tiendas de segunda mano llenitas de inmigrantes y no en Kästner. (Centro comercial como el Corte Inglés)
    No sé sie estoy explicando bien, no soy una profesional de la escritura, espero que pueda entenderse más o menos bien el trasfondo.
    Noto aquí un clasicismo, o pijismo, que diríamos en España, aderezado con la religión, la importancia de los grados académicos, la tradición… que me da a mí un poco de yuyu. Y mira que acostumbrada al sentimiento nacionalista estoy, vengo de País Vasco. Pero lo noto sus miradas, se sienten más que yo. Más que yo, que soy Europea, como ellos dicen.

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