El retrato del abuelo Engelbert

Para hacer limpieza nunca es tarde. Desprenderse de las cosas materiales hace que, indudablemente, aflore el espíritu.

19 de Julio.- Ayer, como todos los años por estas fechas, fue dieciocho de julio. Para aquellos de mis lectores que no hayan nacido en España, probablemente esta fecha no tenga más significados que los personales o afectivos. Para los españoles, en cambio, el dieciocho del siete es el día en que empezó nuestra última guerra civil. „La guerra“, o sea.

Cuando algún abuelo o abuela (van quedando pocos, por desgracia) sitúa algún hecho „cuando la guerra“ se sabe, vamos, un español lo sabe perfectamente, que se trata del conflicto que transcurrió desde el dieciocho del siete del treinta y nueve y, si no me falla la memoria, el uno del cuatro del treinta y nueve, fecha en la que Fernando Fernández de Córdoba, actor normalito de la compañía de Doña María Guerrero, locutor enfático y, a decir de quienes le conocieron personalmente, uno de los tíos más tontos que ha pisado el planeta Tierra, leyó el famoso parte que todos nos sabemos de memoria:

-En el día de hoy -pausa- cautivo y desarmado el ejército rojo- pausa- han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares -pausa- la guerra -pausa- ha terminado.

Todos los años, la efemérides es la excusa para que se monte un debate público que se desarrolla en unos términos salvajes que, por poner un poner, en Alemania estarían prohibidos. A ningún historiador alemán serio (o austriaco) se le ocurriría publicar un título como „Hitler para antinazis“ en donde se defendiera al nativo más famoso de Braunau am Inn y se dijera de él que fue un tipo supermajo que hizo cosas buenísimas por la economía alemana (un „historiador“ español lo ha hecho: el libro se llama „Franco para antifranquistas“).

¿Queda algún consuelo aparte de armarse de paciencia? Queda. Y es pensar que en Austria también cuecen habas.

De manera algo más discreta, también hay politicos austriacos que sacan los pies del tiesto proverbial. Suelen ser políticos vinculados a la ultraderecha del FPÖ (el último, un parlamentario que ha dado una dizque conferencia en Alemania llenándola de clichés antisemitas) pero también en otros partidos tienen sus problemillas con los abuelos. Por ejemplo, en el ÖVP. Lo cuento, porque la historia tiene su gracia.

Como quizá sepan mis lectores, la sede del Parlamento austriaco va a ser saneada en profundidad. Ya tocaba, porque desde que los rusos, a principios de 1945, hicieron chascas con el parqué decimonónico para calentarse, no se había tocado el edificio algunas de cuyas partes se estaban poniendo peligrosas (y, lógicamente, nadie quería que pasase en el parlamento un hecho luctuoso del mismo tipo que se llevó por delante hace años al Gobierno polaco en pleno hace unos años).

Mientras dure la obra, despachos y muebles se trasladarán a unos contenedores provisionales en la Heldenplatz y en el Hofburg, para que los políticos sigan gobernándonos con todos sus trastos a mano, porque ya se sabe que los próceres de la nación son como los ancianos, que los sacas de su entorno y se te desconciertan.

Pues bien: entre los muebles que decoran las oficinas parlamentarias del Grupo Popular Austriaco (ÖVP) está un retrato al óleo (bastante malo, dicho sea de paso) de Engelbert Dolfuss, el otro bajito austriaco célebre junto con el príncipe Eugenio de Saboya, aunque este con mucha peor fama que aquel.

¿Y por qué, se preguntarán mis lectores, estaba el retrato de Dolfuss colgado en el Parlamento? Pues yo se lo cuento ipsofactamente: Herr Dolfuss, que medía escasamente metro y medio, pero tenía su cuerpo pequeño lleno hasta arriba de una mala hostia que apenas podían aguantar sus contemporáneos, no solo fue, como es de dominio público, el inventor de una imitación autóctona del fascismo llamada, como no podía ser de otra manera, „austrofascismo“, en el curso del cual, el señor este prohibió todos los partidos, menos el suyo y se empeñó en el sinsentido de organizar la economía de forma gremial; sino que también fue uno de los fundadores (antes) del llamado „Cristianismo social“ o „socialcristianismo“ una especie de antídoto contra las ideas disolventes del socialismo pasado por el Vaticano y su doctrina social.

El cuadro debe de llevar ahí desde que el mundo es mundo (o casi) y hasta ahora nadie había sabido muy bien qué hacer con él. Cuando Faymann era canciller, preguntado por su opinión, él dijo que aunque a él Dolfuss le caía regular, lo mejor sería poner una placa y explicar quién había sido. Se nego el Partido Popular Austriaco. Como en el ÖVP ahora corren tiempos faldicortos, en donde se está poniendo mucho énfasis en lo del „borrón y cuenta nueva“ y uno de los borrones que se hace es con la herencia eclesiástica del partido, el ÖVP ha declinado llevarse el retrato en cuestión a sus cuarteles provisionales de la Heldenplatz y han decidido cederlo de manera permanente a un museo.

Se muestran orgullosos de haber hecho este acto de limpieza. Por algo se empieza ¿No? A ver si aprendemos en España de una vez.


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Comentarios

Una respuesta a «El retrato del abuelo Engelbert»

  1. Avatar de Bad Vöslauer
    Bad Vöslauer

    Uff, cuánta similitud, es que las buenas fragancias como los venenos en frasquito pequeño, el ferrolano tampoco es que separara mucho su testa de sus pies, su fundación ha vuelto a abrir el pazo de Meiras para explicar al público en general sus bonanzas y facultades que por lo que se ve no son tan conocidos como pudieran esperar sus acólitos y familiares y eso que era uníparo. ¿Cabe pensar algo parecido en EPR, con el de Brannau o el citado Dolfuss?. Ejemplos patrios no faltan Ansar, Soraya, y hasta Marianico el corto.
    Sobre el parlamento, ya se vio como hacía aguas con verdaderas replicas de la cola de caballo o el Salto del Nervión que buenos dividendos hubieran dejado a las hidroeléctricas ahora que parece que no vuelven a abrir Garoña(Atomkraft) y no van a tener que ir a la capital viení a dar explicaciones.
    Esa renovación creo que no se verá por estos lares con un ministro del dictador como fundador del partido y un monarca designado por este que juró los principios del movimiento y su hijo designado como sucesor, y sus herederos(del caudillo) con múltiples sociedades saliendo en el papel couché que les reportan dividendos para no preocuparse por las futuras facturas ni de la lu ni del gas, en fin lo llaman democracia.

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