Impulsos salvajes

Austria se aproxima a un cambio político que puede ser el más transcendental de su historia reciente. Esto ha provocado mucha inquietud en mucha gente.

12 de Agosto.- La Historia nos enseña que la democracia es, no solo el sistema de Gobierno menos malo, entre otras cosas porque es aquel en el que la participación de los miembros de la sociedad está más repartida, sino que, además, desgraciadamente, es el más frágil.

Como la rosa de la película de La Bella y la Bestia, la democracia parece estar siempre bajo una frágil campana de cristal. Y ya se sabe lo que pasa con las campanas de cristal, que llega cualquier patazas y, en el momento menos pensado, le mete un codazo y catapún.

El cuidado de la democracia consiste básicamente en estar todo el rato librándola de factores que siempre amenazan con volverla de peor calidad. Desgraciadamente, en los últimos tiempos tenemos muchos ejemplos. Y no hay que irse a Corea (la mala) ni a los Estados Unidos.

Una de esas cosas que se cargan la democracia es pensar que el voto no vale nada y /o ejercerlo a tontas y a locas, dándolo por supuesto. O no ejerciéndolo, que es peor. Y así un día te levantas y, en vez de a una persona normal, tienes a Donald Trump en la Casa Blanca o descubres que, gracias a los votos de una panda de abuelos de todas las edades tu país ha decidido salirse de la Unión Europea. Y luego, claro, a protestar al maestro armero. Haber estudiao, que dijo aquel.

Siempre que se habla de regeneración democrática (por lo menos en España) una de las cosas de las que más pestes se suele echar es de la disciplina de voto. Los partidos políticos (en España, en Austria y, en general, en todo el mundo occidental) son unas estructuras de poder, generalmente piramidales y, como la política es sumamente machista, normalmente al mando de hombres que, de manera más o menos sofisticada, emulan a los ciervos que, en época de celo, se pelean por ver quién la tiene más larga (la cornamenta, natürlich). Dentro de las estructuras de los partidos, se acuerdan posturas comunes de acuerdo a los temas que se cuecen en la sociedad, de manera que, cuando esos temas llegan al parlamento, los ciudadanos nos podamos „conocer fuera“ como dicen aquí, de lo que va a votar el partido de nuestros amores.

De igual forma que sabemos que, si hay once jugadores del Real Madrid y once jugadores del FC Barcelona, dichos jugadores, siempre que se enfrenten en el mismo campo, van a tener intereses contrapuestos y, por ejemplo, ningún jugador azulgrana va, por ejemplo, a pasarle la pelota a ningún merengue.

Yo, personalmente, no sé qué pensar en este tema de la disciplina de voto. Por un lado, mi parte romántica, que la tenemos todos los españoles, me indica que estaría bien que todos los diputados votasen en el parlamento honradamente lo que pensaran de cada cuestión pero por otro también entiendo que, aunque parezca paradójico, la ruptura de la disciplina de voto puede también amenazar la democracia. Todo lo que signifique fiarlo todo a la opinión individual de un señor o una señora y, por lo tanto al personalismo, amenaza también con quebrar el que, en mi opinión, debería ser el fundamento de la democracia: el interés general, el bien común

Todo el mundo sabe que en Austria se aproxima un cambio de poderes muy pronunciado que probablemente ponga fin definitivamente al equilibrio de fuerzas que los aliados establecieron para convertir Austria en una democracia funcionante después de la segunda guerra mundial. Equilibrio de fuerzas que fue muy parecido al que fijaron en España cuando Franco murió. O sea, los elementos más aprovechables del antiguo régimen se unieron alrededor de un polo conservador y los elementos progresistas que habían estado excluidos tanto del franquismo como del nazismo se agruparon alrededor de un polo socialdemócrata. A partir de ahí, la alternancia.

Dado que todo el mundo es consciente de este cambio, hay muchos políticos que están tomando posiciones para intentar pasar la aduana del futuro como mejor se pueda. Nunca como en este momento ha habido tantos movimientos de adscripción de personas dentro del hemiciclo austriaco. Diputados del Team Stronach herido de muerte, que están esperando pasarse a la ultraderecha o al ÖVP dependiendo de qué fuerza les ofrezca mayores garantías de seguir teniendo un futuro (como el portavoz del Team Stronach, Robert Lugar, que se ha pasado esta semana al FPÖ), Peter Pilz, que ha fundado su propia lista, Barbara Rosenkranz, de la que también hablábamos estos días. Todos ellos, en principio, dejan de estar adscritos a sus partidos iniciales y votan, en principio, lo que mejor les parece (o lo que les parece que les va a dejar en mejor lugar de cara al futuro). En alemán se llaman Diputados Salvajes. Quizá sea por algo.


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