Mis arreos son las armas, mi descanso el pel…Bueno, el escribir

Yo creo que una de las cosas mejores que me ha dado la genética es una buena memoria.

15 de Agosto.-Supongo que empecé a ejercitarla cuando, siendo niño, mi madre me mandaba a la cama demasiado pronto para mi gusto, en el momento preciso en el que empezaban las películas de la noche. El último cuarto de hora antes de irme a dormir yo me lo pasaba hipnotizado delante del televisor, intentando fijar en la memoria cada uno de los detalles que veía y luego, en la cama, con los ojos cerrados, volvía a evocar todas aquellas imágenes fascinantes.

La buena memoria, naturalmente, me fue de gran utilidad durante mis tiempos de estudiante y, aún hoy, tengo mucha facilidad para recordar las cosas que me llaman la atención, que son casi todas, porque soy un curioso impenintente, como saben todos los lectores de Viena Directo.

Hace justamente un año hice un viaje a Ucrania durante el cual fui escribiendo un librito prácticamente al paso de los acontecimientos. El estilo del libro es muy parecido, supongo, al de Viena Directo y a otra obra del mismo tipo que ya compuse cuando fui a Cuba. Son libros en los que el autor es una cámara que registra con curiosidad, con amabilidad (espero) pero con ironía, y con toda la imparcialidad de la que es capaz, lo que ve. O sea que son al mismo tiempo libros-reportaje y también libros para intentar compartir con los eventuales lectores lo que uno ha aprendido. Son también libros que, como sucede con la mayoría de los posts de Viena Directo, se ocupan de cosas pequeñas, en los márgenes de la realidad.

El librito de Ucrania, que apenas tiene cien páginas, se escribió, más o menos en sus dos tercios, al paso de los acontecimientos y luego lo completé durante otro corto viaje de aquel verano, con mi familia, a Galicia, basándome en mi memoria fiel y en las notas que tome al vuelo en los cuadernos escolares que utilizo siempre para estas cosas (siempre de cuadros, siempre sin margen y de los que uso siempre todas las hojas y no dejo que nadie más toque hasta que el libro no está terminado; también soy muy maniático con respecto a los bolígrafos que utilizo. Siempre son baratos, siempre los uso hasta el final -o sea, hasta que los dedos se me manchan- y siempre los conservo cuando se gastan hasta que termino el libro).

Hace unos días, acabé de pasar el librito a ordenador (otras ocupaciones, entre ellas escribir los posts diarios de Viena Directo, hacen que no sea fácil sacar ratos para hacer estas otras cosas) y luego lo convertí en libro electrónico y me lo descargué en mi lector.

Después de un tiempo de gestación tan largo, releer el resultado fue muy refrescante, casi como enfrentarse con un texto escrito por otra persona y la verdad es que, no solo ha sido una experiencia muy agradable volver a los incidentes de aquel viaje que duró una semana, a la enésima escalada de tensión entre el Moscú y Kiev, o las personas tan majas que conocí durante aquellos días y con las que hablé, sino que me doy cuenta de que redactar los posts diarios de Viena Directo ha sido para mí un formidable entrenamiento y creo que mi mirada se ha educado para observar los pequeños detalles de las cosas, para descubrir y sacar jugo a los rincones de la realidad que parecen mínimos, pero que son los que más enseñan de la gente, también para concluir que cualquier nacionalismo es una idiotez porque, salvando las pequeñas diferencias superficiales la gente es igual en Viena que en Kiev y se mueven más o menos por las mismas motivaciones.

He decidido publicar el libro en Amazon, para que aquellos de mis lectores que lo deseen se lo puedan descargar (previo pago de una cantidad simbólica, claro). Durante las próximas semanas, iré informando de las quisicosas que conllevará la publicación y la edición.

Hay otros que, de vacaciones, se van a la playa a no hacer nada. Como puede verse yo hago lo que creo que mejor se me da.


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