El poyo

Una parte muy principal de Viena, histórica incluso, ha sufrido una intervención significativa. Nadie sabía nada ¿O sí?

9 de Septiembre.- A principios del verano, unos buenos amigos de mi primo Jose vinieron a Viena una semana de vacaciones. Mi primo, que es un solete, me llamó para ver si podía enseñarles un poco la ciudad y tomarme un limón con ellos. De mil amores lo hice, primero porque enseñar Viena me encanta y segundo porque la segunda cosa que también me encanta es conocer gente nueva y hablar con ella.

Resultó que los amigos de mi primo son una gente supermaja, atenta, culta, simpática, en fin. Claro, que conociendo a mi primo tampoco hubiera podido esperarse otra cosa. El caso es que fuimos andando un ratito por el primer distrito y luego, bajamos por la Wollzeile y llegamos al Ring. Di que íbamos hablando de la crisis y pin y pan, esas cosas que siempre se dicen, cuando pasamos por delante de la terraza de un café y en ella, como único cliente, acompañado de una señora muy enseñoreada que no iba en coche y por lo tanto no iba mojada, estaba el excanciller Faymann, en persona, en toda su translúcida, incolora, inodora e insípida normalidad. Yo tardé aún unos segundos en reconocerle (también me pasaba cuando trabajaba en la tele, que pasaban los famosos a mi lado y yo no me coscaba hasta que ya se habían alejado pasillo abajo). Yo, disimuladamente, les hice una seña y como sé que Faymann no habla español, sin decir su nombre, les dije:

-Mirad, ese señor que está ahí sentado era, hasta hace unos meses, el presidente del Gobierno austriaco.

Se maravillaron ellos mucho del hecho de que un político importante, como un expresidente, pudiera ir como si tal cosa por las calles de Viena y sentarse en una terraza común y silvestre y tomarse un cafelete en compañía de otra señora a la que también se veía relajadísima.

Me preguntaron si una persona así no llevaba guardaespaldas, y yo les dije, muy orgulloso, que no. Que en Austria los políticos generalmente no llevan (o por lo menos, no tanto como lo que se estila en España). A mí siempre me ha parecido una particularidad de este país muy agradable. Una curiosidad, casi.

Sin embargo, algo puede estar cambiando.

Como todo el mundo sabe, en pleno centro de Viena, apenas a un kilómetro y medio de donde yo vi a Faymann tomarse un café, en la llamada Ballhausplatz, están las sedes oficiales de la cancillería (ocupada hasta el 15 de Octubre por Christian Kern) y la presidencia del Gobierno, que en la actualidad ocupa, tras un aterrizaje un tanto accidentado del que mis lectores están perfectamente al cabo de la Strasse, Alexander VdB.

Salvo los policías imprescindibles, las dos sedes (que son solo el lugar de trabajo del canciller y del Presidente de EPR, porque ambos viven en sus casas civiles como es natural) no cuentan con medidas de seguridad que estén a la vista.

Sin embargo, este mes de agosto, aparecieron unos obreros en la Ballhausplatz y empezaron a trabajar ¿Qué hacían? Pues un muro. Aunque más que muro habría que llamarlo poyo, porque no tiene más de ochenta centímetros de alto. El murete era, obviamente una medida de seguridad para proteger a las oficinas del jefe del Estado austriaco y su segundo de, por ejemplo, lo que en España se llama un alunizaje. Esto es: un coche lanzado a toda velocidad y utilizado como arma.

Hasta ahora, el murete en cuestión no había llamado la atención más que a los pasantes que veían a los trabajadores, peeero la cosa ha llegado a las páginas de los periódicos y los periodistas han empezado a hacer preguntas ¿Está el Gobierno haciendo lo que parece? ¿Hay una amenaza? ¿Cuál es el concepto de seguridad que hay detrás del murete? Y de pronto, a la gente (o sea, a la gente del Gobierno) le ha empezado a entrar un tartajeo de lo más inexplicable y todos han empezado a decir que nadie sabía nada del poyo en cuestión ¿Cómo puede levantar alguien un poyo -en este caso, lo de „montar el poyo“ es literal- sin autorización? Después, se han ido sabiendo detalles, que sí, que había autorización del Ministro del Interior, pero que…De pronto se ha descubierto con esta historia del murete que los diferentes departamentos implicados, los negociados, las comisiones, los gabinetes, no se comunican entre sí, y que la luz verde para las obras (que tampoco son las de El Escorial y quizá por eso, porque no se necesitaba mucho dinero, tampoco motivaron ninguna reunión interministerial).

Lo cierto es que, de pronto, las partes implicadas se han dado cuenta de que quizá el canciller y el presidente necesiten cierta protección y la discusión se ha empezado a hacer pública, siendo el primer paso ¿Poyo o bolardos? Y luego…Luego, ya se verá. Por lo pronto, pasado mañana está convocada la primera reunión para intentar elaborar un concepto claro para la seguridad de los máximos mandatarios del país. Más vale tarde que nunca.


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