Con acento en la “ic”

¿Qué sentido puede tener publicar en Facebook la lista de los apellidos de los niños de una clase? Para alguna gente, mucho. Y ninguno bueno, por cierto.

12 de Septiembre.- En los años cincuenta del siglo pasado hubo un dúo de cabaretistas muy salados que se llamaban Pirron und Knapp.

Usaban un humor blanco muy inteligente (pero no exento de puntas y filos) para criticar las realidades de su época. En los cincuenta, estaba aún fresco el nazismo y su carga inhumana y terrible de xenofobia. En una de las canciones de Pirron und Knapp, que no tenía mayor intención política, por otra parte, se ironiza a propósito de lo germánicos (arios) que son los vieneses, leyendo la lista de apellidos de una casa de vecinos cualquiera de Viena (lo siento, pero no la he encontrado, por más que la he buscado). Naturalmente, un amplísimo porcentaje de los vieneses actuales son descendientes de los trabajadores bohemios (de Bohemia, no porque le dieran a la absenta y se acostaran a las tantas) que llegaron a Viena en el siglo XIX para regar con su sudor la revolución industrial. Pocos tienen, por lo tanto, apellidos „piefkes“ como Schmidt, y no por eso dejan de considerarse (y de ser, qué caray) tan austriacos como el que más. Después de casi doscientos años viviendo aquí, estaría bueno que no fuera así.

El problema que esto le plantea a alguna gente, lo conozco de bien cerca: en los últimos años ochenta del siglo pasado, un joven médico procedente de lo que entonces era Yugoslavia, conocido mío, se estableció en Austria. Aprendió alemán y ejerció en su consulta en un barrio de clase media de esta capital siendo, por cierto, muy apreciada su habilidad curativa por parte de sus paisanos y de los vieneses en general también.

El doctor yugoslavo se casó con una chica austriaca y tuvieron tres hijos. Como era común en la época (y, creo que, además de común, era la única posibilidad que había) los hijos del médico heredaron el apellido familiar, que era el de su padre. Un apellido, por cierto, de obvio sonido meridional y que acaba, como muchos de sus iguales, en „ic“.

Durante toda su infancia, los niños del apellido en „ic“ tuvieron que enfrentarse a los prejuicios que hay en la sociedad austriaca a propósito de los extranjeros en general y a propósito de los ex yugoslavos en particular (y no solo ellos: la madre de los chicos, austriaca de nación, también tuvo que enfrentarse con un buen númreo de estúpidos en estos años escolares de sus hijos). Algunos maestros miraban a principios de curso las listas de los alumnos y decidían y, a pesar de ser buenos estudiantes, los chavales no empezaban cada curso de cero, como el resto de los alumnos, sino de menos dos, pongamos por caso, porque tenían que vencer las ideas preconcebidas de sus profesores.

Hoy en día, el mayor de los hijos „ic“ es un profesional respetado, honrado y trabajador, y se va a casar y, como sucede en todas las parejas casaderas de EPR, se discute qué nombre tendrá la familia y, por lo tanto, los hijos de esa familia.

Al chico „ic“ le gustaría que los hijos llevasen su apellido, aunque fuera en uno compuesto con un guión por medio, posibilidad que permite la ley austriaca y que utilizan miles de parejas todos los años. Sin embargo, su novia, que tiene un apellido de los que podríamos llamar „de austriaco viejo“, dice que, llamándose „ic“ los futuros hijos de la pareja tendrán que enfrentarse a múltiples trabas, aunque solo sea la de deletrear su apellido durante todo el resto de su vida, cada vez que tengan que renovar algún documento oficial o similiar (tengo que aclarar que el apellido exyugoslavo tampoco es de los más sencillitos de pronunciar, a Dios lo que es de Dios).

Las familias de los novios procuran mantenerse neutrales o, mejor dicho, procuran disimular que quieren llevarse cada uno el ascua a su sardina, pero no falta quien diga lo el personaje de Maria Barranco en Mujeres al Borde de Un Ataque de Nervios, o sea, que „la muchacha tiene razón“.

El otro día leí un artículo en el que se decía que los nazis estaban obsesionados con los nombres de las personas y con sus apellidos. Para ellos, el nombre de una persona era garantía infalible de su limpieza racial y de lo „ario“ y lo „germánico“ de sus orígenes. De ahí que durante la dictadura hitleriana se pusieran de moda los típicos nombres que luego Hollywood ha hecho populares a base de adjudicárselos a todos los nazis malos de las películas: Siegfried, Horst, Siegliende, Irmgard, Helga, etc (pudo ser peor: en 1933, recién llegado al poder, Hitler prohibió expresamente que su apellido fuera utilizado como nombre de niña, en formas como „Hitlerine“ o „Hitlerike“).

En esta clave, hay que entender también la decisión del Gobierno nazi de hacer obligatorio que todos los judíos que tenían nombres „arios“ llevaran como segundo Israel o Sara, para que no pudieran disimular su origen y quedaran públicamente señalados.

En estos días, con el doble motivo de la campaña electoral y…Bueno, por el motivo de siempre, una agrupación del FPÖ de Tirol ha publicado en su Facebook (el post ha sido borrado ya, pero el daño está hecho, supongo) la lista de alumnos de una clase, poniendo el acento en la proporción de apellidos de los niños que no son obviamente alemanes (lo cual, como hemos visto, no significa que los chavales no tengan ancestros suyos más austriacos que las cepas del Grünen Veltliner), proporción que ha escandalizado a los políticos de esa formación.

Por cierto, y hablando de apellidos: el apellido Strache no es tampoco de raíz germánica, sino eslava, como la de los chicos „ic“ de mi historia. Aunque los eruditos no se ponen de acuerdo, el apellido Strache viene del checo y se le adjudican dos raíces: ser una abreviatura del nombre Strachwitz o Strachow o bien venir de Strach, „temor“.

Cada uno que saque las consecuencias que quiera.


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Comentarios

Una respuesta a «Con acento en la “ic”»

  1. Avatar de Imma
    Imma

    Imagino que en Austria debe haber una ley de protección de datos que probablemente casi nadie conoce. En España no se puede colgar listas de alumnos en las puertas de los colegios. Tendría que haber alguien con un par que pusiera una buena denuncia al grupo del FPÖ en cuestión.
    El temita de los apellidos es igual en todas partes. ¿O no recordamos la divertida película “Ocho apellidos vascos”.

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