Mi amigo Luis abre una puerta (2/2)

Viena

Terminamos hoy la historia de Georg Kreisler, de manera igual de apasionante pero mucho más amarga que como empezó.

19 de Septiembre.- En el último post habíamos dejado a Georg Kreisler, el sagaz vienés, tocándole el piano a Charles Chaplin.

Kreisler, sin embargo, pronto se cansó de la soleada California y decidió, como tantos otros, acudir a la meca de la música popular americana de entonces (y de ahora también): la ciudad de Nueva York. En NY empezó a hacers un nombre tocando en nightclubs y cantando canciones compuestas por él (con la letra en inglés, claro, porque no entraba dentro de los planes de Kreisler fallecer de inanición).

Grabó también discos, pero como había visto mucho en su vida y casi nada bueno y, además, era vienés (y ya se sabe lo sombrío que te puede salir un vienés cuando te sale sombrío) pues los responsables de las casas de discos decidieron no publicar su trabajo.

Si consideramos los títulos, por ejemplo „Pégale un tiro a tu marido“ o „Mi psiquiatra es un imbécil“ la verdad es que podemos concluir que Georg Kreisler era un adelantado a su tiempo.

En 1955 Kreisler decidió volver a Europa, pensando que, quizá, su humor eropeo, sarcástico y ácido, le proporcionaría más éxitos en el viejo continente. Volvió a Viena sin abandonar, por cierto, su pasaporte amiercano, que conservaría toda la vida, y en aquella ciudad oscura y algo provinciana, a la que todavía se le notaban los costurones de la guerra mundial, Kreisler encontró si no un éxito masivo (la negritud de sus canciones no se compadecía demasiado con unos tiempos en donde todo tendía, forzadamente, al tecnicolor) sí por lo menos nuevos amigos y colegas, como Helmut Qualtinger.

En aquella época, Kreisler siguió escribiendo canciones de color negro oscuro, como „envenenar a las palomas“ (ole con ole y olá) y sobrevivió con las actuaciones en directo y con los derechos que le daban las canciones que mandaba a la ORF.

En 1958, deja Viena y se va a Munich, a donde se mudó con su tercera mujer (esta costumbre americana sí que la había asimilado) la alemana Topsy Kümmers (si alguna vez me reencarno en mujer, me gustaría llamarme así) con la que estuvo casado, por el juzgado y por lo teatral, hasta 1975, momento en el cual, Küppers y nuestro protagonista decidieron que se les había roto el amor de tanto usarlo. Por cierto, en 1984, Kreisler y su mujer entablaron una disputa legal muy agria por los derechos de autor de la obra conjunta que duró catorce años, que se dice pronto. Primero, los tribunales le dieron la razón a la mujer, pero más tarde terminaron por darle la razón a Kreisler. Fue una de las muchas acusaciones de plagio a las que tuvo que hacer frente.

En el 76, Kreisler fantaseó con la idea de mudarse a vivir a Israel. De hecho, llegó a irse, pero la ilusión le duró tres meses. Después se mudó a la provincia de Salzburgo luego, en los ochenta del siglo pasado, a Suiza y después de vuelta a Salzburgo, en donde murió.

Si se me permite la comparación, creo que el corazón de Kreisler, como una fruta que se va secando, destiló un jugo cada vez más amargo y un rencor, parecido al de su paisano Thomas Bernhard, contra el país que le había visto nacer. Fue un activista convencido en contra de la Unión Europea y rechazó en todo momento las distinciones, felicitaciones y demás con las que la República austriaca quiso honrarle.

Le dolía, como a muchos de sus paisanos exiliados, lo que juzgaba ingratitud por parte de Austria. O sea, los que se quedaron en el país, los compañeros de viaje del nazismo, fueron primero austriacos, luego alemanes después de la anexión y posteriormente, austriacos otra vez después de la guerra. En tanto que los que se marcharon, como él, nunca volvieron a recuperar su patria.

El legado Kreisler, su archivo y sus papeles, tampoco esta´n en Viena, sino en la Academia de las Artes de Berlín.

En sus últimos años, dejó los escenarios y se dedicó a escribir. Murió en 2011, como consecuencia de una infección severa.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.