Las noticias recientes sobre la región española de Cataluña han vuelto a poner de relieve algo con lo que nos enfrentamos todos los extranjeros que vivimos aquí.
20 de Septiembre.- Cuando una pareja se queda embarazada, se desata siempre la discusión a propósito del nombre que llevará el futuro retoño. A él, le gustará, por ejemplo, que la niña futura se llame Crispina, o Sisebuta, y ella dirá que no, que ella conoció a una Sisebuta en el Instituto y era una lagarta de mucho cuidado. Ella dirá que, si es niño, le gustaría que se llamara Crescente, pero entonces él dirá que tuvo un profesor de gimnasia en el colegio que le suspendía en todos los exámenes y que no.
De manera que los nombres se convierten en categorías y para nosotros una Crispina es todas las Crispinas y una Sisebuta todas las Sisebutas y un Crescente traspasará sus cualidades a todos los que lleven el mismo nombre que él.
Con los españoles, pasa igual.
Como somos poquitos (yo calculo que en Viena deberemos de ser unos cuatromil o así) no suele ser frecuente que los aborígenes conozcan a más de un español y, si conocen a más de uno, también sucederá probablemente que esos españoles que se conocen vengan unos de la mano de otros, con lo cual, más que probablemente, tendrán opiniones homogéneas.
En el caso de tratarse de un español solo, los austriacos tenderán a pensar que el resto de los cuarenta y tantos millones de personas que tenemos pasaporte español, compartimos sus mismas cualidades o defectos.
O sea, que si ese Juan Español es un bocazas, cuando los austriacos hablen de los españoles tenderán a decir que todos los celtíberos somos unos bocachanclas; si sabio, decente y trabajador, más de lo mismo y si le quitó la mujer a su mejor amigo, que además era un húngaro que tenía contactos con la mafia, terminarán pensando que todos los españoles somos uña y mierda de uña con el hampa y que, además, tenemos una irresistible tendencia a ser como Julio Iglesias, o sea, truhanes y señores alternativamente.
Hoy (estábamos tardando) han llegado a los medios austriacos las noticias de Cataluña y el referendum (como cae por su peso, ilegal) del día uno del mes que viene.
Todos los que estamos en contacto con la población aborigen llevábamos ya tiempo sin embargo recibiendo preguntas y opiniones a propósito de la eventual independencia de Cataluña. Generalmente, por cierto, contemplada desde un aspecto más bien humorístico y también, debo decirlo, con un punto de perplejidad porque desde la mentalidad austriaca, las razones de una cierta cantidad de catalanes (que, según las encuestas más fiables, no son la mayoría) para independizarse de España, resultan bastante vidriosas.
Yo he tenido ocasión de manifestarme en estas páginas electrónicas con profusión a propósito de lo que el tema me parece y también he denunciado, en la medida de mis modestísimas posibilidades, los manejos, las más de las veces infantiles, del Gobierno catalán en el exterior, generalmente encaminados a hacer creer que el resto de los españoles somos una especie de fuerza de ocupación que tiene Cataluña aplastada bajo la bota opresora (cosa que, a nada que se mire con un poco de imparcialidad, se rebela en toda la dimensión de su idiotez) o a intentar dotar a una hipotética nación catalana de una supuesta existencia previa a „la dominación“ española, a base de organizar conferencias de historietógrafos con títulos del tipo „Princesas catalanas en las cortes europeas durante la edad media“ con mucho canapé de salmón ahumado y gran indigencia en todo lo demás.
La cosa, ya digo, me parece en general no solo muy maleducada (a mí, como español, no me gusta nada que me llamen facha por defender que las cosas se hagan bien, sobre todo, porque no lo soy, como demuestro todos los días), sino además (que no sé qué es peor) hortera, inculta, paleta y, sobre todo, muy retrógrada (en España, debe de ser el único sitio en donde consideramos el nacionalismo una fuerza progresista)
A pesar de lo cual, cuando algún aborígen me pregunta, consciente de que para ellos soy España, tanto como para mí, otras personas son Hungría, o Eslovaquia o la República Popular China, trato de dar una respuesta lo más imparcial que puedo, intentando sobre todo no meterme en grandes jardines y no hacer como aquel diputado de la cámara de los lores famoso por plasta, el cual empezó su discurso diciendo:
-Ya desde Adán y Eva…
Y el presidente de la cámara le cortó y le dijo:
-Señoría, avancemos un poco, empiece usted su argumentación por lo menos en el diluvio.
No resulta nada fácil llevar un poco de sensatez al relato de los hechos, sobre todo porque uno siempre tiene la sensación de que la verdad, modesta, pedestre, es mucho menos sensacional que los ditirambos que las personas favorables a la independencia, borrachas de una euforia que estaría mejor empleada en cosas más productivas, se encargan de pregonar por esas redes sociales de Dios.
Pero se intenta, porque yo creo que a mucha gente (esta vez sí, a la mayoría) se le está olvidando un hecho muy importante y es el siguiente: a no ser que el sátrapa de Corea (la mala) tenga algo en contra, después del día uno, nos despertaremos el día dos igual y nos tocará recoger los tiestos que hayamos roto el día antes. Esto va a ser lo más gracioso, porque también se lo tendremos que explicar a los austriacos. Venga, a ver si nos hacemos entender.
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