La gata Flora

El Legislador pensaba que lo de la „Ley Antiburka“ iba a ser coser y cantar. Pues parece que no y las fuerzas del orden encuentran todo el asunto un poco confuso.

9 de Octubre.- A veces, lo de hacer un blog como Viena Directo consiste básicamente en estar un poquito atento a las conversaciones que uno tiene alrededor. Como periodista o, simplemente, como curioso (un periodista debe serlo ante todo) considero a las personas con las que me encuentro normalmente como una muestra al azar de la población y esa muestra me sirve no solo de objeto de estudio, sino para pulsar las opiniones, lo que podríamos llamar el „mainstream“ de este pueblo que me acoge.

Hombre con máscara

Pues bien: durante estos últimos diez días, cada vez que, en algún momento, surgía cerca de mí el tema de la llamada „ley antiburka“ (que no solo es antiburka, como ya sabemos todos, sino contra cualquier cosa que cubra el rostro) era inevitable que los aborígenes se tomaran la cuestión un poco a pitorreo (y conste que yo, callado como una tumba). No se cachondeaban, como pudiera pensarse, porque estén a favor de las tocas sino, naturalmente, porque les parece que Austria, este gran país, tiene problemas de mucha más urgente solución y, sobre todo, que afectan a mucha más gente.

Vamos: que muchas veces da la sensación de que de la llamada „ley antiburka“ solo se han alegrado los sospechosos habituales y los redactores del Kronen Zeitung y del Österreich (gran periódico, mejor papel higiénico) que andan siempre a la búsqueda de cosas así para aliñar el rancho diario de vísceras, emoción, intriga y dolores varios de barriga.

Chica con máscara

Los que, según parece, no se han alegrado tanto, han sido los policías que velan por la seguridad de los habitantes de Esta Pequeña República. Y no porque haya entre ellos „criptoislamistas“ o personas que piensen que la mujer mujer es aquella que reserva sus encantos solo para su marido, sino porque la ley, tal y como está redactada (o sea, muy mal) favorece bastante que la sanción (o, simplemente, el apercibimiento) esté, en algunos casos, muy al arbitrio de la buena o la mala voluntad no ya del funcionario, sino de los denunciantes (porque en la ley está previsto, naturalmente, que los custodios del orden público actúen siguiendo la iniciativa de particulares que soliciten su concurso).

Los medios austriacos se han hecho hoy eco de dos casos extremos que demuestran que la ley, tal como está escrita, necesita de exégetas de intelecto afilado.

El primero es el de unos músicos (creo suponer que rumanos) que tocan sus instrumentos (musicales) en los sitios más concurridos de la zona turística vienesa. Para llamar la atención de los pasantes, como gag, o vaya usted a saber, los músicos tocan el acordeón con unas máscaras de goma de cabezas de caballo. Pobres. Pues bien, la solución salomónica que la autoridad competente ha dado a esta incongruencia aparente es considerar que los músicos, cuando „musiquean“, pueden lllevar la cabeza de caballo puesta, de manera que no se les vea el jeto pero que, si se levantan de la silla plegable que utilizan para trabajar más cómodamente, para, por ejemplo, hacer una una micción en un matorral cercano, deben despojarse de la cabeza de caballo y llevarla bajo el brazo.

Mehr Menschlichkeit für die Tiere

Caso contrario es el segundo, del que también los medios austriacos han informado cumplidamente, como es su misión.

Resulta que, en una de las calles de esta bonita ciudad que el Danubio riega con sus cantarinas aguas, había un pobre trabajador que se estaba ganando las habichuelas repartiendo propaganda vestido de tiburón. Un particular -un particular con bastantes ganas de joder la marrana, las cosas como son- un particular llamó a las fuerzas del orden y les comentó que estaba presenciando una infracción flagrante de la ley antiburka. Se personó la autoridad y al pobre, que estaba trabajando por cuenta ajena, le pusieron una multa por culpa de su vestuario laboral. Cosa, si bien se mira, absolutamente ridícula, porque estaba claro que el pobre hombre no pensaba liarse a golpes con los escaparates como un antisistema, ni tampoco tenía intención de no ser reconocido para poder hacer el mal más cómodamente.

Desde las alturas, debe de pensar El Legislador que el pueblo soberano de Esta Pequeña (pero salada) República es como la gata Flora, o sea, que si se la meten chilla y si se la sacan llora, porque la gente, que en un principio quería prohibición, luego después se ha quejado de sus efectos.

Por lo demás, durante estos primeros diez días parece que la ley antiburka no ha cumplido demasiado sus objetivos: dos apercibimientos (hechos con mucho tacto, eso sí, que no es cosa de espantar al turismo) a dos señoras en el aeropuerto de Schwechat y una multa a un oriental despistado que iba con mascarilla.

Para intentar poner un poco de coherencia en las actuaciones de los despistados funcionarios del orden el Ministerio del Interior austriaco ha prometido sacar una „chuleta“ explicativa con varias decenas de casos, en plan preguntas y respuestas, para que los pobres sepan a qué atenerse y no hagan el ridi. Alegremonos por ello.


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