Elias Canetti: Viena es la clave (1)

Recordamos a uno de los escritores más importantes del siglo XX, el hermético Elias Canetti, el europeo Elias Canetti. Viena fue clave en su biografía.

12 de Octubre.- Por razones que mis lectores conocerán a su debido tiempo, durante los últimos días he tenido que reflexionar un poco a propósito de Viena Directo y de lo que representa en mi vida de escritor.

Por ejemplo ¿Por qué el humor es tan importante para mí y en mi forma de escribir? Por raro que pueda parecer, la verdad es que a mí nunca se me había ocurrido preguntármelo y, por lo mismo, me costó un poco encontrar la respuesta. Aunque, cuando la encontré, me pareció evidente: como escritor utilizo el humor poque pienso que ayuda muchísimo a hacer accesibles determinadas cosas que, contadas de otra manera, podrían resultar bastante áridas; y claro, utilizo el humor poque yo soy una persona que no sé ser de otra manera. No hay que confundir humor con frivolidad. Aunque para la risa no debe de haber ningún territorio prohibido, sí que es verdad que es una herramienta que hay que utilizar con cuidado, porque es como un cuchillo que, con demasiado filo, puede herir con mucha facilidad en cuanto te descuides. La risa supongo que también es la herramienta de la gente comunicativa y yo lo soy bastante (creo que a estas alturas parece evidente).

Sin embargo, el impulso irrefrenable de escribir puede entrarle a cualquier persona, de manera que hay escritores muy comunicativos y escritores extremadamente tacaños de sí mismos.

En la Biblioteca central de Zurich, encerrados a cal y canto en una cripta, hay varias cajas llenas de papeles de un muerto ilustre al que recordaremos hoy precisamente porque tiene relación (lejana en un caso, menos lejana en otro) con mis dos patrias: España y Austria. El contenido de las cajas pertenecerá secreto hasta el año 2024, momento en el que se cumplirán treinta años de la muerte del hermético Elias Canetti.

Canetti nació en Russe, en Bulgaria, muy cerca de la frontera con Rumanía y sus padres eran judíos sefardíes. En sus libros autobiográficos, La Lengua Salvada y La Antorcha al Oido, Elias Canetti narra la cercanía que tuvo durante toda su infancia con el ladino, o sea, la versión fosilizada, congelada, del español que se hablaba en la Península Ibérica cuando, en 1492, los Reyes Católicos decidieron expulsar a los judíos.

Tras una breve estancia en Inglaterra, que terminó abruptamente debido a la muerte súbita del padre de Canetti, la familia se traslada a vivir a Viena. Un paso transcendental en la historia que nos ocupa, porque Canetti, entonces un niño pequeño (había nacido en 1905 y se trasladó a Viena en 1912) aprendió alemán.. Mejor dicho, su precisa inteligencia, parte de la cual era una memoria prodigiosa, „floreció“ en alemán. Gracias a su madre que, como todos los hebreos, le daba una enorme importancia a la cultura y a la formación de sus hijos, la cual guió sus lecturas y con la que siempre tuvo una relación complicada, Canetti aprendió alemán y lo convirtió en su manera de explicar el mundo. Durante esta primera estancia en la entonces floreciente capital del Imperio austro-húngaro, que se prolongó entre 1912 y 1916 Canetti, su madre y su hermano vivieron en la zona verde, en algunos tramos frondosamente arbolada, que rodea el parque del Prater.

En 1916 y a causa de la guerra, los Canetti buscaron refugio en Suiza. En 1924, mientras la madre y el hermano pasaron a Francia, Canetti volvió a Viena, en donde, en parte por una especie de deber impuesto por la familia y en parte, supongo, porque a nadie nunca le ha parecido que la literatura pueda constituir una ocupación seria, auqnue se haya nacido en una familia de letraheridos, como eran todos los Canetti, empezó a estudiar química, sin tener realmente interés en esta carrera que nunca llegó a ejercer, pero que de alguna manera (es una opinión personal) marcó también su escritura con un determinado regusto, que se percibe, por ejemplo, en la elegancia de la construcción de sus frases y en una determinada frialdad casi diría que científica que trasmina toda la obra de Canetti (recomiendo a mis lectores que le echen un vistazo si pueden a „Fiesta bajo las bombas“, que narra sus experiencias en Inglaterra durante la segunda guerra mundial, no les dejará fríos).

La Viena de entreguerras era un lugar fascinante para cualquier escritor. Quizá más que en otros sitios, y quizá solo con la misma intensidad que en Berlín, los vieneses sentían que habían asistido al apocalipsis de un mundo que se había derrumbado y que tenían la oportunidad de construir uno nuevo en el que casi cualquier experimento estaba permitido. En compañía de su novia, Veza (que llevaba de verdad el hermosísimo nombre de Venezia Taubner-Calderón, otra judia sefardí) Canetti se lanzó a la vorágine intelectual de aquellos años. Como veremos en el próximo capítulo de esta historia.


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