Meses enteros en la parra

Hace exactamente un siglo y cinco días, en Rusia estalló la revolución de octubre (que fue en noviembre) ¿Cómo se vió desde Viena?

12 de Noviembre.- Sin duda, uno de los acontecimientos que cambió la Historia de la Humanidad (más bien para mal, por lo que parece) fue la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. Nosotros la llamamos así, pero la verdad es que el famoso „Octubre rojo“ fue en realidad Noviembre. En aquella época, los rusos se regían aún por el antiguo calendario, el juliano (pariente de la sopa del mismo nombre) de manera que, si uno traspasaba las fronteras del imperio austrohúngaro el día 7 de Noviembre y se internaba, por ejemplo, en Ucrania, retrocedía automáticamente hasta el día 25 de Octubre del mismo año (por lo menos, en el calendario).

Si hoy en día sucedieran unos acontecimientos de la magnitud que tuvo la revolución de octubre, es muy probable que estuviéramos informados prácticamente al minuto.

Habría humoristas que harían memes y vídeos que colgarían en Facebook, blogueros y blogueras que aprovecharían para colgar las mejores recetas de pan ruso hecho con masa madre, columnistas del corazón (o de las rías bajas del Cantábrico) que especularían con la sexualidad de Lenin, y sin duda también habría un hashtag como el famoso „Me too“ de señoras mencheviques que denunciarían que les habían metido mano durante el régimen zarista y verían en ello la necesidad (que siempre la hay) de que el mundo pasara a una vida mejor.

Sin embargo, como estábamos en 1917, en la era predigital, no pasó nada de eso. Y en Viena, si me apuran mis lectores, casi menos que en ningún otro sitio.

Cuando la revolución estalló en Rusia el día 7 de Noviembre, bastante tenían los austriacos con capear el temporal de miseria y escasez de la última fase de la guerra mundial. La cosa, se veía a la legua, se estaba poniendo muy negra para el vienés de la calle. El carbón escaseaba, la carne no te digo, y como los hombres entre los dieciocho y los sesenta andaban ocupados con lo de matar al enemigo, las mujeres trabajaban en las fábricas, conducían los tranvías y, además, cuidaban de sus hogares (más o menos como ahora, solo que entonces era novedad).

Por si esto fuera poco, imperaba, debido a la guerra, un censura férrea. Las noticias que llegaban al alto estado mayor de la monarquía, con ser pocas, se quedaban ahí. O sea, que tanto los vieneses que hacían cola para el pan como los que ocupaban los puestos oficiales, estaban en ayunas informativamente hablando y sabían poco más que lo que conseguían publicar los periódicos.

De todo el fregado lo que más preocupaba era que las provincias limítrofes con Austria-Hungría, o sea lo que entonces no era aún Ucrania y lo que entonces aún no era Polonia, habían iniciado la carrera por la independencia, y cómo estos esfuerzos independentistas podían afectar a la marcha de la guerra.

Los servicios secretos austro-húngaros (el Evidenzbureau) tenían localizado a Lenin y sabían, ya desde Abril de 1917 que pensaba viajar de Zurich a Petrogrado (hoy San Petersburgo, durante mucha parte del siglo XX, Leningrado) y que el propósito del viaje no era precisamente jugar a las matrioskas. Los servicios secretos alemanes, por cierto, le echaron una mano a Lenin en el viaje (porque así pensaban desestabilizar al bando que luego después sería vencedor en la guerra mundial, pero no consta que los bigotudos señores del Evidenzbureau hicieran lo mismo -los austriacos, pobres, siempre en la parra-).

Que algo se preparaba también en Austria estaba claro. Otto Bauer, uno de los fundadores de la socialdemocracia austriaca, había vuelto hacía poco de Alemania, en donde había estado prisionero, y se hacían cábalas sobre la posibilidad de una toma del poder por parte de los socialistas en el caso de que triunfase en Rusia una revolución que, por cierto, nadie veía en Austria como tal. Los periódicos de la época creyeron, por lo menos hasta enero del año 1918 que la revolución de octubre no era más que una derivada del intento fallido de tomar el poder de los bolcheviques durante febrero de 1917. Por no enterarse, los pobres austriacos no se enteraron ni de la toma del palacio de invierno.

En un mundo que se rompía en un parto de sangre y destrucción, un hecho así no se notó siquiera. Pero bueno, a lo mejor fue porque, entonces, no había ni internet ni whatsapp.

CONCURSETE

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Comentarios

2 respuestas a «Meses enteros en la parra»

  1. Avatar de Ines
    Ines

    Muy interesante como siempre 🙂 yo los leo siempre desde el móvil a través del link de facebook así que donde me pille, generalmente en casa en el sofá o en el metro del camino al trabajo. A veces me entero antes de lo que pasa aquí por los posts que por las noticias!

  2. Avatar de Elede
    Elede

    En mi caso , lo disfruto en el trabajo con el primer café del día. Como ya comenté una vez el post es el antídoto tras haber leido el “Jeute” o el ” Esterreich”.

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