Remuneración por objetivos

Si bien el futuro canciller no es precisamente un ejemplo de un cliente asíduo del sistema educativo, tiene una idea clarísima de aquellos de sus aspectos que son mejorables.

30 de Noviembre.- Los hispanoparlantes y, por ende, los „hispanoescribientes“ tenemos una gran suerte. Las reglas de ortografía del español son un juego de niños comparadas con las de los otros idiomas, por ejemplo, las del alemán o las del francés.

En donde los escolares de otros países (y no me gusta señalar) tienen que romperse la cabeza pensando en si será dativo, acusativo o su puta madre (con perdón) o pensando si tal palabra se escribe con acento agudo, grave o circunflejo, a nosotros nos basta decir la palabra y considerar si termina en ene, en ese o en vocal, para saber si lleva tilde.

Naturalmente, según las variedades fonéticas hay algún que otro problemilla. Por ejemplo: cuando yo era chico ni a mí ni a ninguno de mis condiscípulos se nos hubiera ocurrido escribir „Saragosa“ para nombrar la ciudad en donde la Virgen del Pilar tiene su lujoso chalet. Sin embargo, cuando llegó a España la emigración latinoamericana, no eran pocos los chavales que se hacían un poco de taco con las zetas y las eses, aunque supongo que con un poco de práctica se solucionaba todo en un periquete.

Con esto quiero decir que salvando el factor humano o las prisas (!Anda que no he escrito yo veces „mazizo“!) cualquier hispanohablante que no sea presidente del gobierno (el nuestro es famoso por hacerse la picha un lío con cierta frecuencia) tras pasar por el itinerario educativo más usual puede escribir sin temor a provocarle a nadie una fractura de miocardio.

Como alguno de mis lectores seguro que ya sabe, los negociadores de la derecha y de los derechers están a partir un piñón y ya se cuenta con que habrá investidura de Sebastian Kurz antes de que nos comamos las uvas. Ayer, los negociantes llegaron a un acuerdo sobre lo que van a hacer con el sistema educativo austriaco. Dadas las tendencias de los dos „parters in crime“ está claro que no llegaron a nada que no fuera tratar a la educación como un bulto sospechoso (para ellos, sin duda, es un bulto sospechoso porque lo único que les interesa, como a todos los practicantes del neoliberalismo es que los pobres se conviertan en piececitas de la cadena de montaje -de cualquier cadena de montaje- y sepan por lo tanto lo justo para apretar las tuercas sin meterse en demasiados jardines intelectuales).

Por otro lado, es justo reconocer que ninguno de los dos cabezas de lista es un ejemplo de lo que un sistema educativo bueno y engrasado puede hacer por una persona. No porque ellos no sean inteligentes, que si no no estarían donde la vida les ha puesto, sino porque tanto HC Strache como Sebastian Kurz han usado el sistema educativo austriaco más bien poco.

El primero, por lo menos, tiene un grado de protésico dental, pero el segundo es que hizo la prueba de acceso a la universidad y la pisó (la universidad) el tiempo justo para darse cuenta de que aquello no era lo suyo.

Naturalmente, no se puede pretender que ninguno tenga una noción demasiado exacta de lo importantes que son las escuelas en una sociedad y quieren concentrarse en cosas medibles pero de algún modo absurdas, como la de pagar a los maestros según los resultados que obtengan (¿Qué son los resultados de un maestro? ¿El número de alumnos que aprueban? Pues con bajar el nivel, ya está; de eso en España sabemos un montón).

Ayer, en un mensajillo de esos que suelen soltar los políticos por „intelnés“ Sebastian Kurz hacía votos de ir a dejar el sistema educativo austriaco reluciente y su voluntad de ir a „implementar“ medidas de manera que todos los chiquillos hablasen de manera perfecta y cristalina la lengua del país (particularmente los niños más morenitos, que son los que más le preocupan a su compañero de coalición).

No bien hubo Sebastian Kurz terminado de teclear con el pulgar su mensajito (él o, más probablemente, el propio que tenga para esas cosas) le empezaron a llover las collejas, porque en los 140 caracteres, sin contar esas horrorosas abreviaturas a que fuerzan los mensajes de esa clase, había tres faltas de ortografía y de gramática.

Menos mal que no se le ha ocurrido ponerse a sí mismo una remuneración por objetivos. Si no, él y su novia estarían apañados/as.


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