La “Bundesconsti” (2)

Construir un Estado prácticamente de la nada fue una tarea titánica. Al frente, se puso a una de las pocas personalidades que no había quedado manchada con un pasado nazi.

4 de Diciembre.- Habíamos dejado ayer al Gobierno provisional austriaco en Mayo del cuarenta y cinco, enfrentándose a la titánica tarea de convertir lo que había sido primero una república desgarrada por enormes tensiones intestinas y después una mera provincia del Reich alemán, en una democracia parlamentaria como Dios manda. También les dejamos intentando hacerlo sin que los soviets se diesen cuenta -por lo menos de momento- de que sus intenciones estaban muy lejos de las de Stalin de converir Austria, en el mejor de los casos, en un Estado satélite de Moscú y, en el peor, en una democracia popular.

Para contar los siguientes pasos, les voy a pedir a mis lectores que hagan el esfuerzo de intentar comprender cómo funcionan las mentes de los abogados. Los abogados son un poco como los matemáticos y siempre hay en sus maneras de funcionar un cierto componente de abstracción. Como los matemáticos, los abogados se dedican a hacerle a la realidad un traje de reglas. Su terror es el vacío legal. Y para evitar ese vacío, los abogados de entonces, al mando del prestigioso jurista Ludwig Adamovich Sr., se pusieron a trabajar.

Por cierto: la elección de Adamovich tenía su porqué. En 1945, Adamovich tenía cincuenta y cinco años y había pasado casi una década en el ostracismo. Durante la primera república austriaca había sido uno de los juristas más prestigiosos, profesor en las Universidades de Praga y de Viena y, entre 1930 y 1934, miembro del Tribunal Constitucional de la Primera República austriaca. En 1934, la primera república austriaca, aún aproximadamente democrática, fue barrida por el llamado „austrofascismo“ del canciller Dollfuss (una especie de nazismo de raíces católicas). El austrofascismo, que declaró a la socialdemocracia fuera de la ley, también realizó una purga de personalidades progresistas en otros ámbitos de la vida pública. Adamovich se enfrentó al Gobierno de Dollfuss por este motivo. Cuando se produjo la invasión nazi de Austria, Adamovich, de cualquier manera, era el Ministro de Justicia. Los nazis le destituyeron inmediatamente y le prohibieron cualquier otro tipo de actividad que no fuera la de catedrático de Universidad. Y así pasó los siete años que duró el nazismo austriaco, hasta que en 1945, por ser una personalidad de peso pero, sin duda con más motivo, por ser una de las pocas personalidades de peso a quien no se podía acusar de haber colaborado con el nazismo, le encargaron la construcción del Nuevo Estado.

La primera medida que se tomó, a instancias del criterio de Adamovich fue promulgar una llamada Ley de Transición (pongo el nombre en alemán que tiene su miga: Verfassungsgesetz über das neuerliche Wirksamwerden des Bundes-Verfassungsgesetzes in der Fassung von 1929 ) por la cual se volvía a poner en vigor la constitución vigente en Mayo de 1933, o sea, antes de que el Austrofascismo mandara al guano la democracia austriaca -la cual, por aquella época, de todas maneras, ya estaba bastante rotilla, la pobre- e implantara un llamado „Estado gremial“ parecido al que hubo en España hasta mil novecientos setenta y cinco, en el cual los indivíduos no valían en tanto que ciudadanos sino en tanto al „gremio“ o „estado“ al que pertenecían y que se distinguían en los diferentes grupos (en España) de „procuradores a cortes“ (la versión fascista de los diputados). Había tantos procuradores a cortes que le pertenecían a la Iglesia, tantos al Ejército, tantos a los Padres de Familia, etcétera.

Esta ley dejaba sin efectos automáticamente las reglas del Estado austrofascista y naturalmente, también derogaba la legislación del Tercer Reich. Se promulgó el 13 de Mayo de 1945, pero se hizo válida, con efectos retroactivos, a partir del primero de mayo de aquel año.

Como dato curioso, hay que indicar que esta ley ha estado en vigor hasta hace muy poco: perdió toda su vigencia el 31 de Diciembre de 2007, va a hacer exactamente diez años.

En segundo lugar, también con fecha del primero de mayo de 1945, los diligentes juristas encargados por las potencias aliadas de construir el nuevo Estado austriaco promulgaron una Constitución provisional. Esta ley regulaba el trabajo del Gobierno, dándole la forma de un Gabinete con un canciller al frente que, por debajo de él, tenía a tres Secretarios de Estado (aproximadamente vicecancilleres) uno por cada uno de los partidos (Popular, Socialdemócrata y Comunista), se creaba un Tribunal Superior de Justicia, un Tribunal de lo Contencioso Administrativo y un Tribunal de Cuentas (trío de Tribunales imprescindibles para organizara la destrozada maquinaria del Estado y se volvían a constituir los Estados Federales Históricos (que son los mismos de ahora, menos Burgenland, que se dejó para más tarde). En aquel momento el territorio de Burgenland (tan codiciado por los soviéticos, por cierto) estaba dividido, siguiendo las demarcaciones fijadas por los nazis, entre Viena y Baja Austria.

Esta configuración territorial, transcendental para la forma que tomaría después la Austria moderna, fue aprobada por los representantes de los diferentes Estados federales en Octubre de 1945.


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