Maridos y mujeres

Él dice que es inocente -aunque claro, qué va a decir él- y piensa que la juez puede no estar en condiciones de apreciar su inocencia.

8 de Diciembre.- Hay que ser viejo en la ciudad para saber quien es Karl Heinz Grasser. Para aquellos de mis lectores que acaben de llegar o que, a estas horas, no tengan ganas de desempolvar sus archivos mentales, les diré que KHG fue, durante la primera coalición entre la ultraderecha y los derechers (de Haider, en este caso) el „menistro“ de economía con los abdominales más pétreos de la Unión (europea).

Karl Heinz se complacía en exhibirse sin camiseta junto a su mujer, Fiona Swarovski (sí: los de las figuritas de cristal) en la playa que tocase. La relación entre Fiona y Karl Heinz fue siempre, por cierto, objeto de cierta comidilla (las lenguas de vecindonas, que no descansan) por ser ella un poco mayor que él. Y no hay duda de que en dicho cachondeo había una cierta raiz machista. En cualquier caso: dichas lenguas de vecindonas han reseñado (son malas) que Karl Heinz Grasser no ha hecho gala de tener demasiadas luces. Dicha falta de luminotecnia mental se ha manifestado en sus intentos de defenderse de los innumerables procesos judiciales en donde está metido, mayormente por la sospecha que la justicia ha tenido siempre a propósito de él de que se le quedaban pegados a los dedos billetes de quinientos que no eran suyos.

Famosa es aún la vergüenza ajena que asaltó a Esta Pequeña República cuando Grasser, para defenderse de los hechos que se le imputaban, dio en decir en la televisión (pública, además) que dichas imputaciones eran producto de la envidia general que el mundo le tenía por ser tan guapo, tan listo, etcétera, y para argumentar su posición leyó la carta que le había escrito una señora, en la que le decía todo esto y más.

Hasta hoy, Karl Heinz Grasser ha tenido suerte y, a pesar de que todo el mundo sabe que, como mínimo, Grasser y los que le asesoran son maestros de lo que podríamos llamar contabilidad creativa, el que fue ministro de economía de EPR ha tenido bastante suerte. Puede ser porque la justicia es lenta y puede ser porque Grasser tiene dinero suficiente para comprarse los mejores abogados. A efectos prácticos, es como si en Austria, Grasser se llamara, por ejemplo, Marichalar, o Urdangarín.

Uno de los innumerables fregados jurídicos en donde Grasser está metido es en un proceso que lleva por nombre Causa Buwog. Esta semana que viene la causa iba a ser juzgada. La juez se llama Hohenecker y su marido tiene una cuenta de Twitter. De lo siguiente que voy a contar se deduce que Herr Hohenecker se va a quedar sin postre durante un tiempo largo. Por travieso.

Hace unos días, el marido de la juez a la que, probablemente, le tocara mandar a Karl Heinz Grasser a la trena publicó en su cuenta de Twitter este video musical de los artistas Christoph y Lollo.

Estos dos chavales publicaron una canción en youtube en la que se cachondeban de la lentitud con la que la justicia está tratando los chanchullos (presuntos, siempre presuntos) del exministro de economía austriaco. Chanchullos que, en opinión de Christoph y Lollo, hubieran hecho que otro con menos abdominales y no casado con Fiona Swarovski, hubiera dado con sus huesos en una de esas instituciones en las que tienes que tener cuidado de que el jabón no se te caiga cuando estás en la ducha.

El video es muy gracioso (y data de 2009) pero el abogado de Karl Heinz Grasser ha encontrado que dicho video se refiere a su cliente de manera denigrante (y así no solo lo ha dicho en la cadenilla de televisión que tiene el Österreich, en una entrevista que probablemente sea una de las más cutres que jamás se hayan emitido por ninguna televisión, incluyendo la de Botswana) sino también ante los tribunales.

El abogado de Karl Heinz Grasser ha intentado una vez más retrasar el juicio del caso Buwog recusando a la jueza, o sea, a la señora Hohenecker, con el argumento de que si su marido piensa así dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión, con lo cual ella no estaría en condiciones de ser objetiva en un juicio en el que necesitaría de toda su capacidad de discernimiento, al objeto de poder distinguir, de entre la maraña de testimonios contradictorios, que su cliente, o sea Grasser, es inocente.

No parece que la recusación de la señora juez vaya a prosperar, pero sí que es cierto que, desde las asociaciones de jueces austriacos, se pide no solo ya a los magistrados, sino a sus familiares, que tengan cuidado con lo que hacen en las redes sociales. Por si las moscas.


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