Ad hominem

La guerra entre la ORF y el partido derécher tuvo ayer uno de sus capítulos más explosivos.

(Este texto, a pesar de haber sido escrito ayer, no pudo publicarse por un pequeño problema técnico).

13 de Febrero.- Como si alguien nos hubiera oido, la guerra de la que hablábamos ayer, que enfrenta al partido derécher con la cadena pública austriaca, ha tomado un giro insospechado.

Ayer, intentando aprovechar la coartada de que hoy es martes de carnaval y que, por lo tanto, hay un cierto grado de crítica que se considera permisible, el vicecanciller Strache publicó en su perfil un ataque directísimo, de una violencia inusitada contra la ORF personificada en uno de sus rostros más reconocibles: el jefe de informativos, Armin Wolf -en mi opinión, una de las cabezas mejor amuebladas del país-. Sobre una imagen de Wolf, un texto: Hay un lugar en el que las mentiras se convierten en noticias: la ORF. Sobre la imagen, la palabra „Sátira“ (Satire). Aunque la verdad es que costaba bastante verle la gracia a la cuestión. Y ya se sabe que un chiste, cuando hay que explicarlo, deja de ser un chiste.

Los desencuentros entre la ultraderecha y los periodistas son contínuos (de todas maneras bastante esperables entre gente, por un lado, que se gana la vida con la palabra y el pensamiento y del otro con gente que…Bueno, que cuando de pequeños pedían libros por su cumpleaños los pedían con muchos dibujos). En su perfil de Facebook, de vez en cuando, Armin Wolf publica algunos de los anónimos que recibe de gente afín al „Strachismo“ (él los llama „cartas de amor“) y la verdad es que uno piensa que, en su pellejo, llevaría la cosa con bastante menos sangre fría.

Entre Strache y Armin Wolf también saltan chispas cuando están a menos de dos metros de distancia porque Armin Wolf repregunta sin piedad (a veces, hay que reconocerlo, con demasiada poca piedad, aunque cabe también destacar que Strache y Wolf combaten en la misma división y la cosa no es como cuando Wolf entrevistaba a Frank Stronach, que era como si a mí me pusieran a boxear contra uno de los hermanos Klitschko. Strache tiene su público, claro, pero no es menos cierto que Wolf también lo tiene, y ambos saben lo que su público espera de ellos. De un lado, la crítica precisa, inteligente y fría y de otro, pues eso. La barra del bar.

Asimismo, el hoy vicecanciller no le ha debido de perdonar todavía a Wolf que, en pleno debate de la campaña presidencial (que perdió) la ORF dejara por mentiroso a Norbert Hofer, al desmontar en directo y con cierta crueldad, puesto que le pidieron que se explicara y él solo consiguió balbucir protestas de inocencia muy poco creibles, una historieta que el candidato a presidente se complacía en contar, diciendo que él se había convencido de la importancia de luchar contra el terrorismo islamista al haber presenciado él mismo, con sus propios Augen, cómo el ejército israelí detenía a una peligrosa terrorista que iba a atentar en la misma explanada del templo. La autora del interrogatorio fue Ingrid Turnher (conducía el debate, en ese momento) pero la investigación de fondo, como luego admitió él mismo, la llevó Armin Wolf. El partido derécher, si la memoria no me falla, acudió incluso al organismo autorregulador de los medios austriacos el cual, tras examinar las pruebas presentadas, le dio la razón al periodista diciendo que la ORF había investigado hasta donde era posible investigar la cuestión, y que, en cualquier caso, el candidato era Antoñita la Fantástica. Desde entonces, claro, al enemigo, ni agua.

El post, por cierto, ha sido colgado en la cuenta personal de Strache (otro intento, sin duda, de intentar tirar la piedra y esconder en lo posible la mano) pero queda, naturalmente, la pregunta de hasta qué punto es factible deslindar en este caso la faceta personal de la refriega política. Es difícil.

Tanto Armin Wolf como la ORF han anunciado que se van a querellar contra el vicecanciller -no son los primeros: el FPÖ, a través de una partida presupuestaria que tiene para estas cosas, ha pagado ya numerosas indemnizaciones a periodistas a los que el partido derécher ha tratado de desprestigiar- y según los expertos legales que han consultado los medios que se han hecho eco de la noticia, es probable que (jit mi beibi guan mor táim) Strache pierda y tenga que pagar la multa correspondiente.

Según la opinión de estos expertos, aunque los políticos y los periodistas deberían (deberíamos) tener la piel más gruesa que los ciudadanos anónimos (al fin y al cabo, hacemos algo que está expuesto a la crítica ajena y, como dice Clint Eastwood en frase si no elegante sí fuertemente quevediana, las opiniones son como los agujeros del culo, que todos tenemos uno) el legítimo derecho a la broma se termina cuando las cañas se vuelven lanzas y se convierten en ataques „Ad Hominem“ sin más intención -en este caso, en mi opinión, clarísima- que echar por tierra el crédito profesional de alguien diciendo que, voluntariamente, publica mentiras haciéndolas pasar por noticias.

Además, alrededor de Strache -por lo menos metafóricamente hablando- se mueve un enjambre de blogueros de tendencias ultraderechistas que utilizan un lenguaje dos puntos por debajo de la injuria y cuatro por encima del sarcasmo. Gente digamos que con un sentido del humor de ese que hace que se te congele la sonrisa en la cara y que, en cualquier caso, se encuentra en muchos momentos a dos pasos del delito de odio. Según los expertos legales Strache podría incurrir también en responsabilidad penal por compartir, sin ningún tipo de filtro ni de matización, esos contenidos.

Otra pregunta que se abre es, qué van a pensar sus socios de Gobierno a propósito de escaramuzas como esta. Según se ha sabido, para evitar ofrecer de cara al exterior la imagen de sindiós de la anterior coalición, las apariciones públicas de „Strakurz“ y sus ministros están milimetricamente controladas, desde los escenarios al vocabulario. Está claro que, desde el punto de vista de las relaciones públicas se trata de un paso en falso.


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