Amor

From Austria with love

AmorHoy es el día de los enamorados. Estoy seguro de que para muchos de los lectores de Viena Directo, esta fecha tiene un significado extra.

14 de Febrero.- A pesar de que Viena no goza de la ventaja competitiva de ser considerada, como París, la capital del amor por antonomasia, probablemente hoy, para muchos de mis lectores, el día de los enamorados tenga una connotación extra.

Estoy convencido de que hay muchos de los que cada día tienen la paciencia de leer estas cosas que escribo, que se vinieron a vivir a Austria por amor, bien porque quedaron prendados/as de algún miembro/a de la población aborigen/a o bien porque al elegido/a de su corazón/a le dieron un puesto/a de trabajo/a y claro, como el amor, generalmente, implica el deseo de tener cerca al objeto amado, pues se vinieron a vivir a la capital de esta hermosa República y desde entonces.

A mi amigo Luis Tercero (entre los historiadores, famoso en el mundo entero) que sabe más de Viena que Lepe, le gusta explicar que esto no fue siempre así y que los españoles que, antaño, veníamos aquí, por ejemplo, como parte del cortejo de alguna princesa de labio colgante, generalmente estábamos deseando largarnos, que solo nos relacionábamos entre nosotros y que, en aquellos entonces (Luis habla con toda la autoridad posible del final del siglo XVII) apenas hubo matrimonios entre españoles y aborígenes/as, y digo yo que debe de ser porque, en aquel momento, los españoles nos negábamos en redondo a aprender el idioma del país y claro, si no puedes coger a un miembro acabado de la raza local y preguntarle en su idioma si estudia, si trabaja o si esculpe menhires, la verdad es que la cosa se pone complicada para hilvanar fragmentos de un discurso amoroso.

Hoy, con los progresos de la civilización y las nuevas generaciones que lo mismo hablan inglés que frien un huevo, qué duda cabe que la cuestión ha mejorado una barbaridad. Cupido va por ahí clavando flechas a diestro y siniestro (en unas pone el jugo del amor y en otras, a juzgar por los resultados, parece que pone curare, pero bueno) de manera que hay muchas parejas que pueden experimentar en sus propias carnes lo que significa discutir y negociar (gran entretenimiento de todas las parejas) en un idioma que, reconozcámoslo, a veces no parece muy hecho para expresar las sutilezas, los pequeños miedos y las congojas que conlleva un alma enamorada.

En los momentos buenos, hoy como ayer, a los extranjeros nos encantará la manera en que los aborígenes hacen las cosas, estaremos extasiados con sus cuerpos juncales, nos derretirá que nos digan cosas al oidillo; solo para descubrir, en los momentos malos, que los aborígenes -desalmados/as, portavoces/zas- no son nunca plenamente conscientes de que, pase lo que pase, ellos juegan siempre en casa y se pueden acordar de los muertos más frescos de uno en un idioma que controlan desde niños, lo cual da una ventaja competitiva de la que no gozamos aquellos para quienes el alemán, por muy bueno que sea, será siempre una prótesis.

También nos quejaremos de que ellos/as no aprecian en lo que vale el sacrificio que nosotros hemos hecho dejándolo todo atrás y viniéndonos a vivir este sitio que a veces parece poblado por extraterrestres que adoptan una forma humana solo para confundir al personal; naturalmente, sin que a nosotros se nos ocurra apreciar que debe de ser bastante coñazo en algunas ocasiones tener al lado a una persona que habla raro, que no se entera de las cosas y a la que hay que explicarle pormenores que todo el mundo (austriaco) aprende cuando es un niño de la infancia.

Vaya una cosa por la otra.

A lo largo de estos años de espectador atento de la vida austriaca, he visto de todo, en esto del amor entre aborígenes e importados.

Desde aquella pobre loca que emparedó a dos maridos en el sótano (le faltó un tercero para completar la trilogía de Massiel, en la famosa canción) hasta aquellos que han mantenido una relación sanísima que ha permanecido incólume a pesar de los arañazos que haya podido propinarle el tiempo. Por en medio, de todo. Incluso he visto a austriacos que le decían a españoles que habían venido aquí que eran unas personas admirables por haber hecho un sacrificio del que ellos no se sentían capaces, el cual sacrificio era, como en la canción de misa, haber dejado la barca en la arena y haber buscado otro mar junto a una persona con la que habían convivido a lo mejor quince dias y el resto por eskáip.

Ha habido personas también que, después de probar el sabor de los besos transalpinos han decidido que podían darles dos duros y la vuelta en calderilla a dichos besos, que a ellos les gustaba más el jamón de pata negra y ha habido también personas que se han convertido en adictos a la manera en que una voz austriaca le mete patadas al diccionario de la RAE.

Para ellos, para todos, incluso para quienes aún no han conocido al amor de su vida, feliz día de San Valentín.


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Comentarios

2 respuestas a «From Austria with love»

  1. Avatar de Zeta
    Zeta

    Hola Paco,
    Soy nuevo por aquí y quería decir que me ha gustado mucho tu artículo. Me ha tocado especialmente la fibra sensible porque si todo sale según lo planeado, yo también me iré a Viena después de verano por haberme quedado prendado de una aborigen, como tú los llamas. Y todo ello sin saber una pizca de alemán, después de un año manteniendo una relación a distancia (bendito inglés), y habiendo convivido poco tiempo (nunca es suficiente) y el resto por Skype.

    Saludos.

  2. Avatar de Mari
    Mari

    Paco Bernal, thanks so much for the post.Really thank you! Keep writing.

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