Trust the virgin and don´t run

escubrimos hoy por qué el pensar que el bien triunfa por sí mismo no es siempre una táctica muy inteligente de supervivencia

22 de Febrero.- Me gusta mucho Pammesberger, el dibujante del Kurier. Como nos pasa a todos los que publicamos a diario (o casi), Pammesberger tiene días muy buenos y días en que tira de tópico para salir del paso (legítimo: supongo que los hijos de Pammesberger tienen que comer, los angelitos).

En los días buenos, Herr P. dice con sus chistes cosas que no se pueden decir con un artículo de tres páginas y en los días malos Herr P. dice con sus chistes cosas que no se pueden decir con un artículo de dos.

La viñeta de hoy, por ejemplo, muestra al vicecanciller Strache un un traje cinco tallas más pequeño de lo necesario y al excanciller Kern con un traje cinco tallas más grande de lo que le haría falta. En el traje de Kern pone “Oposición” y en el traje de Strache (cuánta jota) pone “Gobierno”.

Cualquier observador con sentido común está en condiciones de ver que ni el vicecanciller ni el excanciller terminan de estar cómodos en sus nuevos papeles. El primero porque, al ser un político fajado en la oposición, todavía no se ha acostumbrado a que la libertad de la que gozaba antiguamente ha hecho ¡Chuf! Y se ha disipado en el aire. Se ve a la legua que Strache no entiende que como jefe “del principal partido de la oposición” podía decir cosas que ahora, cuando desempeña un trabajo institucional, no puede decir. Y eso incluye utilizar determinados medios (por ejemplo las redes sociales) para lanzar mensajes que dejan su cargo al nivel de ese tipo de discursos de carpa de feria en los que está especializado. En resumen, no ha entendido todavía que antes los golpes los daba él y que nadie le exigía responsabilidades si las cosas que decía eran irrealizables desde el Gobierno. Hoy en día, es básicamente él el que pone la cara. Algunas veces (va en el sueldo) para que se la partan.

Del actual jefe de la oposición, Christian Kern, jefe del Partido Socialista Austriaco, se podría decir más o menos lo mismo, pero al revés. O sea: que le sucede un poco como nos sucedía a los españoles cuando éramos una potencia mundial. Desarrollo la respuesta: todos mis lectores estarán al tanto de que, alrededor del llamado Imperio Español no tardó en formarse la llamada “Leyenda Negra”, cuyos efectos llegan hasta hoy. Según esa leyenda negra los espaöoles seríamos mucho más malos que las otras naciones, les habríamos hecho a los indígenas de las Américas lo que no está escrito (genocidios y demás barbaries), seríamos cerriles, guarros, incultos, etcétera. Lo cierto es que no fuimos ni mejores ni peores que el resto de las naciones europeas que (como buitres) se lanzaron sobre las Américas recién descubiertas. A poco que mis lectores lo piensen, podrán preguntarse por qué, a la fuerza de la leyenda negra, el imperio español no opuso una fuerza de igual intensidad pero sentido opuesto: o sea, una especie de “leyenda blanca”. La respuesta es muy fácil: nadie pensó que fuera necesario.

Imbuidos en la mentalidad católica, los españoles pensábamos que el bien es “difusivum sui” (o sea, que se difunde por sí mismo) de manera que, dado que los españoles no éramos malos (no lo éramos, repito, ni más ni menos que otra gente) más tarde o más temprano la verdad acabaría por resplandecer. Como dice el refrán: trust the virgin and don´t run (fíate de la virgen y no corras). Hasta hoy, la verdad no ha resplandecido, por cierto.

Al ex canciller Kern le pasa un poco igual. Él es, sin duda, mucho mejor político que Strache y que Kurz (juntos, y elevados al cuadrado). Pero todo lo que tiene de inteligencia, de conocimientos y de buena educación le falta, al pobre, de gramática parda. Él pensaba que, al mes de que Strakurz gobernase, la gente iba a morir de nostalgia por su vuelta. Y no ha sido así, entre otras cosas porque Strakurz ha contratado a un grupo de expertos en relaciones públicas que miden al milímetro (o casi) todo lo que el vice, el canci y los “menistros” dicen delante de un micrófono (claro, que Strache, a veces, hace la guerra por su cuenta, levantándoles a los relaciones públicas no pocos dolores de cabeza).

Kern no se ha dado cuenta todavía de que en la oposición hace frío, y que el frío se combate, sobre todo, moviéndose. El Gobierno de Strakurz no deja de darle argumentos, pero él sigue instalado en la misma pasividad del Imperio, deseando que llegue ese momento en el que la verdad de su eficacia resplandezca. Lo lleva crudo, el pobre.


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