El verano agridulce de 1982

Hoy, como es día de Oscars (y no hay ningún austriaco nominado) nos vamos al cine. Al Apollo Kino, más en particular.

4 de Marzo.- El Apollo Kino es un cine en el centro de Viena que, como pasa casi siempre en esta bonita capital, tiene mucha historia.

Fue abierto como Music Hall, con una gran sala de 1500 localidades, allá en 1904. En 1929 fue convertido en un cine y fue en él en donde pudieron verse las primeras películas sonoras en Austria. Desde los años noventa del siglo pasado es un multicines, con casi dosmil asientos en total, de manera que es uno de los más grandes del país.

El Apollo me pilla cerca de casa, así que voy mucho.

Plaza de Pádua

Tengo que reconocer, de todas maneras que, como me voy haciendo mayor, cada vez me cuesta más ver algo que me conmueva. El cine ya no es lo que era (o quizá siempre fue lo mismo, pero yo no me daba cuenta). Encuentro sin embargo, que cada vez se hacen menos películas para adultos un poco exigentes e, invariablemente, cada vez que veo los tráilers de las producciones que van a estrenarse no puedo evitar pensar que están hechas para personas a las que les falta un sentido.

De vez en cuando, sin embargo, uno se reconcilia con el cine. Ayer, por ejemplo, estuve viendo una película que aún me tiene conmovido. Ayer fui al Apollo a ver Llámame por tu nombre (Call me by your Name) una de las películas que está nominada a la categoría de la mejor del año. En la sala no éramos muchos. Había por lo menos tres parejas de gays (la película cuenta una historia de amor entre dos hombres), luego había, a mi lado, un hombre solo (con bastante pinta de amargado, la verdad y probablemente también homosexual). Detrás de mí y de quien me acompañaba, había también un gay jovencito, con la consabida mariliendres (en el argot, ese tipo de chicas que son las mejores amigas de los gays) y un grupo de parejas heteros, sentados algo delante de nosotros. En las filas de atrás también había gente, pero como uno es un hombre educado, no se volvió para estudiar al paisanaje.

La película, ya digo, es una historia de amor (y sexo, creo que es conveniente reseñarlo) entre un hombre de treinta y tantos y un chico de diecisiete, en algún punto de Italia en el verano de 1982. Es curioso que el guión sea de James Ivory, que es un director inglés, famoso por sus adaptaciones de las novelas de otro homosexual, E.M. Forster (Maurice, Pasaje a la India, etc). Ivory, que está nominado al mejor guión adaptado, cumple este año noventa, lo mismo que los Oscars. La película es vigorosa, profundamente bella y cuando la proyección terminó y se encendieron las luces, todos estábamos llorando a lágrima viva (unos lo disimulábamos más que otros, claro; a mí, por ejemplo, hace muchísimos años que no me importa que me vean llorar en público -para cachondeo de mi familia, también tengo que reconocerlo-).

Via principale

El gay jovencito y su mariliendres, se morían de risa al verse a sí mismos tan afectados (tía, tía, tía) y las parejas, se cogían las manos, en silencio. Sin muchos aspavientos.

No era para menos. Llámame por tu nombre es una película impecable e imprescindible por muchas razones que paso a relatar:

-Porque contando la historia que cuenta, podría caer cincuenta veces en momentos „A dos metros sobre el cielo“ (¿O era bajo tierra?). O sea, en el „Mariocasismo“. No cae. Bien al contrario: es un modelo de sobriedad, la cual hace que resalte todo todavía mucho más.

-Porque es una película que trasciende el tema del que trata y se convierte en una meditación sobre el amor, en general. Sobre la ternura, sobre la humanidad.

La puerta

-Porque consigue que el sexo aparezca en pantalla tal como es en la vida (Hay una canción austriaca dedicada al „Tschurifetzen“, que en la trama tiene un papel importante). Dejo a mis lectores que, si no lo saben ya, le pregunten a sus santos/as el significado de esta palabra.

-Porque se beneficia de una nueva nostalgia: la nostalgia que padecemos aquellos que conocimos un mundo „predigital“, sin internet, sin redes sociales (¿Sin porno?). Un mundo que era mucho más difícil para unas cosas pero que ahora, desde la distancia, nos parece una especie de Locus Amoenus. Un mundo también sin SIDA, con lo que el SIDA significó para heteros y para gays.

-Porque es una película para lectores, en la que los libros tienen un papel muy importante. Pero también es una película para cinéfilos. Es muy difícil no ver Llámame por tu Nombre sin empezar a pensar en hermosas, libérrimas, películas europeas de las de antes. En la Trilogía de la Vida, de Pasolini, por ejemplo.

-Porque es una película positiva, pero también es una película que, como pasa con los primeros amores, también es muy amarga. Las lágrimas que todos lloramos, al final, no eran en muchos casos lágrimas liberadoras, sino esas que uno lleva almacenando desde que tenía la misma edad del protagonista y que, de vez en cuando, como el chapapote de los tanques del Prestige, salen a la superficie. Llorábamos por él, pero llorábamos también por el amor primero que a todos nos rompió el corazón.

-Es una película también que, implícitamente, conlleva una reflexión sobre la gran revolución de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, que fue la revolución homosexual. Cómo un grupo de personas que, hasta los años setenta, eran poco menos que apestados, han dinamitado los muros de su prisión y se han convertido en uno de los grupos más influyentes de opinión a nivel mundial. Por lo que yo vi ayer, sospecho que Ivory encontraba la situación anterior mucho más interesante. Como si su club privado se hubiera abierto, de pronto, a demasiada gente.

Cuando se encendieron las luces de la sala, aparte de todas las anteriores, teníamos una preocupación muy urgente: encontrar el baño más próximo. A mí se me había olvidado que las pelis de Ivory, por hermosas que sean, no están hechas para vejigas poco resistentes. Dos horas y media. Nada para espectadores de mierdas como los Transformers.


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