In dubio pro reo

Demandantes de asilo. Una violación. La reacción de los medios. El caso lo tiene todo para que la sentencia no haya dejado contento a nadie.

2 de Abril.- Una de las catástrofes más grandes que ha caido sobre el sistema educativo español es la eliminación del estudio del latín. Los que defienden que se haya eliminado utilizan el pretexto de que se trata de una materia cuyo estudio es inútil (naturalmente, están a favor de estudiar cosas como el principio de indeterminación o la dualidad onda-corpúsculo de la luz, sin cuyo conocimiento exacto el ciudadano medio no puede afrontar los hábitos más sencillos de la vida). Tener las mínimas nociones de latín, sin embargo, resulta una gimnasia mental que ya merecería la pena solo porque enseña las tripas del instrumento que utilizamos para comunicarnos con nosotros mismos, la lengua española (o la catalana, o la francesa, o la italiana) sino que también abre las puertas a un enorme tesoro cultural cuyo candado es el saber que Julio César dijo Vini, Vidi, Vinci o que, cuando cruzó el Rubicón, dijo alea jacta es, y que esta combinación de once letras no quiere decir, como podría pensarse „hala, yastá“.

Saldrán de los institutos bachilleres que ignorarán que hay un viejo principio del derecho (y uno de los más decentes, en esa profesión de la que normalmente se echan pestes) que se expresa por la fórmula latina „In dubio pro reo“. Quiere decir, ni más ni menos que, siempre que en un proceso haya una duda a propósito de las pruebas contra un procesado, el tribunal deberá decidir siempre a favor del acusado. Parece ser que esto es lo que ha sucedido en el marco de un caso que parece imaginado por un guionista de televisión perverso (¿No es el destino, a veces, el peor de los guionistas?).

Vamos a hacer un pequeño resumen diciendo, en primer lugar que todo lo que aquí se va a contar está por fuerza bajo el velo de la protección tanto de la denunciante como de los acusados y que los medios de comunicación austriacos, de los que me hago eco, extrajeron la información tanto de la denuncia como del escrito del abogado defensor. Todo el resto del proceso, para proteger a los implicados, ha sido declarado secreto.

Vamos a ello: el día 25 de Abril del año pasado, una chica de quince años se bajó del tren en Tulln y se puso en camino hacia la casa de su padre. Según la acusación, en algún momento la muchacha fue rodeada por tres personas, un somalí, un afgano y un tercero que no ha podido ser identificado. Según esta versión de los hechos, los tres hombres derribaron a la muchacha y la violaron repetidas veces. En un momento dado, ella consiguió zafarse y llegar a casa. La presunta violación se denunció. Se documentaron las lesiones sufridas por la muchacha y se aislaron muestras de semen.

Por si el caso no contara ya con suficientes ingredientes para resultar explosivo, la representación de la muchacha fue llevada a cabo por un cierto Ewald Stadler. Herr Stadler tiene en su pasado el haber ejercido la política en las filas del partido ultraderechista que actualmente está coaligado con el partido popular. Dicho señor pidió una indemnización de 15.400 Euros y, naturalmente, que la ley le diera su merecido a los violadores.

También pareces ser que se encargó de que el asunto llegara a los medios. No tardó en desatarse una reacción pública que se podría calificar de histeria y, a instancias de la presión mediática, hizo una extracción de ADN masiva de sospechosos que pudieran encajar en el perfil de los hombres descritos por la chica. Todos demandantes de asilo de un centro de internamiento de la cercana localidad de Sankt Pöllten. Fue así como se dio con los dos procesados. Ellos negaron la mayor. O sea, según su versión, la chica mantuvo con ellos relaciones sexuales voluntariamente. Al saberse que los presuntos implicados eran demandantes de asilo los políticos de la ultraderecha pidieron que el centro de Sankt Pöllten fuera sometido a estrecha vigilancia y que no se dejara salir a los que viven en él (hombres, pero mujeres y niños también) como si el solo hecho de ser demandante de asilo ya implicara un impulso criminal incontenible. El alcalde de Sankt Pöllten (partido cortico) pidió que no se acogiera a más refugiados.

Si mis lectores piensan que el caso ya tiene todo lo necesario para que a los plumillas de la prensa sensacionalista se les hagan agua las fauces, siento desilusionarles. Hay más. Amparándose en las contradicciones que, según la sentencia, pudieron apreciarse en el testimonio de la muchacha, la cual, además, tiene una biografía que no por breve resulta menos turbulenta, tanto el somalí como el afgano fueron declarados inocentes por falta de pruebas.

El veredicto ha levantado todas las ampollas posibles. En la ultraderecha y sus aledaños porque, naturalmente, mucho antes de que el juicio llegara a su final, ellos ya tenían el veredicto, y no podían concebir otro final para esta película que el de los dos acusados a la sombra de los pinos. En los sectores feministas porque les parece que el veredicto implica que desde el principio no se creyó a la víctima de la violación. Alegan, con toda la razón de este mundo y de parte del otro, que después de una violación múltiple es hasta lógico que la muchacha estuviera tan traumatizada que ciertas fisuras serían hasta esperables en su testimonio. Hay muy pocos estudios al respecto pero los que hay, a nivel europeo, cifran la cifra de violaciones falsas en torno al veinte por ciento (en el único existente sobre casos austriacos se dice que solo un doce por ciento de las violaciones serían fingidas) con lo cual sería bastante verosímil que la muchacha hubiera dicho la verdad (en cualquier caso, como digo, el proceso es secreto, lo mismo que la identidad de los implicados, de suerte que no se puede saber la magnitud de las contradicciones).

Por otro lado, no es nada despreciable la posibilidad de que determinada histeria a propósito del supuesto peligro que representan los refugiados haya sido instigado interesadamente por motivos políticos. De nuevo, como no hago más que repetir, el estereotipo del extranjero malo.

Leyendo la prensa a este respecto, hay un aspecto muy interesante y es que hay sociólogos que piensan que este estereotipo del extranjero malo tiene tanto éxito porque en el inconsciente colectivo austriaco el terreno está abonado para ello. Cuando la guerra mundial se puso mal para los nazis, una de las armas que utilizaba la propaganda era la del soldado comunista (el extranjero malo, el invasor), un ser infrahumano y bestial que violaba sistematicamente a todas las mujeres que se le pusieran a tiro. En tiempo de paz, sostienen estos opinantes, ese estereotipo ha sido trasladado a los refugiados, también en un alto porcentaje hombres, también con una lengua desconocida, vistos también como hostiles.


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