EPR, Austria : una historia de bolsillo (1) : ¿Hay alguien ahí ?

De los Neandertales a Strache. Hoy empezamos una aventura apasionante. May the force be with me.

1 de Mayo.- Aunque a primera vista pueda parecer lo contrario, una de las características más sorprendentes del ser humano, desde el punto de vista zoológico, es que todos los que poblamos el planeta pertenecemos a la misma especie : Homo Spiens sapiens.

Este hecho, como no han dudado en señalar algunas personas puntillosas, nos ha evitado alguna que otra situación problemática. Particularmente en el aspecto religioso. Imagínese el lector lo entretenidas que hubieran sido las guerras por las que los europeos hemos estado tantos siglos matándonos si, además de entre protestantes y católicos, hubiera cabido también hacer la distinción entre Neandertales y Homo Sapiens.

Por suerte para todos cuando el homo sapiens Jesucristo nació de la también sapiens Maria, hacía muchos milenios del día en que el último Neanderthal estaba bajo tierra mirando cómo crecen los rábanos, de manera que Cristo pudo anunciar la salvación para todos los humanos independientemente de su especie. Porque solo había una, naturalmente.

No siempre fue así, sin embargo. Durante algunos miles de años, no estuvimos solos en el mundo y compartimos el planeta con otra especie prima nuestra : los Neandertales. Los científicos no se ponen de acuerdo cómo nos llevábamos con ellos. Unos dicen que nos los cargamos, e incluso que nos los comimos. Otros, en cambio, afirman que nuestros primos, colegas en este azaroso camino de la evolución, se murieron ellos solos, de hambre, porque su cuerpo estaba adaptado a cazar en unas condiciones que tenían poco que ver con las que sucedieron a las últimas glaciaciones ; o de enfermedades contra las que no estaban inmunizados y que nosotros, los Homo Sapiens, trajimos del norte de África. Puede ser que se murieran también (y sería muy austriaco, muy Habsbúrgico, como si dijéramos) de falta de variedad genética. Como eran pocos, no tenían más remedio que aparearse entre ellos, cosa que siempre es perniciosa porque la descendencia te sale medio lela (o lela entera, para muestra, nuestros Habsburgo españoles, las criaturas).

Lo que está claro es que los primeros austriacos no pertenecieron a la especie Homo Sapiens Sapiens, sino que fueron hombres de Neanderthal.

Las muestras más antiguas de presencia humana en Austria se han encontrado en Estiria, en la cueva Repolus y son la basura dejada por sucesivos grupos humanos y casi humanos desde hace más de un cuarto de millón de años. Instrumentos rotos de piedra y hueso que ya no servían, collares hechos con dientes de lobo agujereados, así como los restos de los animales que cazaban y que se zampaban (cuando se los zampaban, porque los pobres neandertales como sus sucesores hasta hace bien poco pasaban más hambre que un caracol agarrado a un vaso),

¿Cómo eran estos primeros austriacos ? Responder a esta pregunta resulta un poco dificultoso. Los Neandertales existieron durante muchos miles de años y, además, por lo que parece, fueron relativamente pocos. Por lo que ha llegado hasta nosotros, los primeros austriacos medían alrededor de 1,50 y eran más fuertes que sus primos actuales, una especie de versión acorazada de nosotros mismos ; eran de piel más blanca que la nuestra (eran europeos puros, todos nosotros venimos de una madre africana común), tenían la mandíbula huidiza y la nariz grande y achatada (¿Para qué ? Pues está claro : para olerte mejor) y los huesos del cráneo más gruesos. No parece que pudieran correr largas distancias, aunque si la cosa se ponía fea, sí que podían huir a bastante velocidad. En cuanto a su inteligencia su volumen craneano era en algunos casos incluso ligeramente superior al nuestro (claro que en esto del cerebro la cosa no consiste en tenerlo muy gordo, sino en usarlo bien) parece ser que habían conquistado el pensamiento abstracto y con él, la pintura, la moda y la creencia en rituales propiciatorios (lo cual terminaría convirtiéndose , mediante sucesivos filtrados y concentrados, en la religión, la magia y la creencia de que pasar por debajo de una escalera trae mala suerte). Lo que no podían hacer era hablar, porque anatómicamente era imposible que lo hicieran, aunque probablemente se comunicaran produciendo sonidos. Por lo demás, enterraban a sus muertos (luego sentían dolor por su pérdida) como nosotros, y conocían la compasión, aunque parece que el entorno duro y peligroso en el que vivían les llevaba a ser bastante despiadados con sus crías, en plan espartano. Cosa que, según dicen las malas lenguas sigue pasando en Austria actualmente (eso que dicen las malas lenguas de que los austriacos tratan a los niños como a perros y a los perros como a niños).

En relación con los primos Neandertales cabe decir además que todos, aunque no nos lo creamos, somos mestizos, ya que en la prehistoria debieron de ser frecuentes las ocasiones en que los Neandertales sintieron que las doblemente sapiens eran el oscuro objeto de su deseo. De hecho, solo algunas poblaciones del Sáhara son Homo Sapiens Sapiens puros. El resto tenemos entre un 1 y un 3% de genes Neandertal en nuestro ADN mitocondrial y, la verdad, para muchas cosas, maldita la hora. Parece ser que nuestra herencia genética prehistórica es la responsable de que los hombres modernos suframos depresión, o diabetes de tipo 2 o enfermedad de Crohn. Aunque según los científicos, los Neandertales nos dieron cosas buenas, como por ejemplo, la queratina, que es esa sustancia que da firmeza a pelos y uñas y que ayudó a los esmirriados Sapiens Sapiens a adaptarse a los gélidos climas europeos.

Pero de estas y otras cosas hablaremos (si eso) en el próximo capítulo.


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