Austria sigue siendo un país muy machista. Y no lo digo yo, que conste. A las pruebas me remito.
8 de Mayo.- Un verano, cuando yo era jovencito, me asaltó una pasión (que aún conservo) por los huevos fritos. Como a muchas cosas en la vida, yo llegué a los huevos fritos demasiado tarde y hoy en día todavía me lamento por la cantidad de huevos fritos que me perdí.
En fin : a lo que íbamos : durante ese verano, frecuentemente me pasaba que estaba yo leyendo algún libro (por ejemplo, alguno de Oliver Sacks) y, a horas intempestivas (las seis o las siete de la tarde) me decía :
-Jo, estaría fenomenal zamparme ahora mismo un par de huevos fritos.
En aquellos momentos, vivía mi abuela María con nosotros. Mi abuela era una octogenaria que, merced a su sólida educación católica, tenía unas ideas muy definidas a propósito de los roles de hombres y mujeres. De manera que cuando yo cerraba el libro, me levantaba con disimulo del sofá y me dirigía a la cocina, ella utilizaba su sentido paranormal abuelil para darse cuenta de que yo me disponía a hacerme un par de huevos fritos. Acto seguido buscaba en su lista mental de « cosas que pueden hacer los hombres » y como no encontraba « hacer huevos fritos » se ponía cada vez más nerviosa.
-Francisco –me decía – ¿Qué haces, querido ?
Y entonces yo le decía :
–Agüela, me voy a hacer un par de huevos.
A lo que mi « agüela » reaccionaba poniendo el grito en ese cielo en donde, según ella, estaba San Antonio de Padua –entidad celestial a la que ella rezaba todos los días trece de cada mes para que no nos pasara nada a nadie-.
-!¿Huevos ?!
Y yo :
-Sí, « agüela ». Es que tengo hambre.
-!¿Que te vas a hacer un par de huevos ?!
-Que síiiiii.
Y ella :
-Sal de esa cocina que te los hago yo !Pues no dice que se va a hacer un par de huevos ! ! !Habiendo una mujer en casa! –hay que aclarar que mi abuela, en aquel entonces, hacía ya por lo menos dos décadas que no salía a la calle y la psicomotricidad le daba a duras penas para las cosas más normales de la vida, por lo que para ella hacer un par de huevos fritos era como si yo me pusiera,a palo seco, con la soldadura autógena.
Tras forcejeos dialécticos varios, ella accedía a sentarse de nuevo, muy a regañadientes, en la sillita de enea desde la que veía pasar las horas (y los culebrones venezolanos) y yo me hacía mis huevos (o sea, los de la gallina) reafirmándome en lo que todavia creo hoy. O sea : que no hay nada más machista que una mujer machista.
Me acordaba de la anécdota esta de los huevos (con perdón) porque he estado leyendo un artículo muy interesante (helo). En Austria a diferencia de España y, creo, de muchos países de Latinoamérica, cuando la gente se casa, uno de los dos cónyuges pierde su apellido para tener un apellido común. Desde 1995, esto se puede hacer o bien que la mujer adopte el apellido del marido o viceversa o hacer un apellido común juntando los dos anteriores.
Podría pensarse que, siendo la cosa ya antigua, se habrían equilibrado los porcentajes y que habría parejas en las que el marido adoptaría el nombre de la mujer y al revés, más o menos al cincuenta por ciento. Pues no. La aplastante mayoría sigue siendo el caso de que es la mujer la que cede y pierde su apellido. En todo mi círculo de amistades –y conozco a mucha gente- solo sé de un caso. Los motivos son muchos. En primer lugar, supongo por ese terror a destacar que tenemos todos inculcado desde críos. Después, porque son las propias mujeres las que ceden (el mismo caso de los huevos) porque les parece que un hombre que llevara el apellido de ellas sería « menos hombre » (esto no lo dicen abiertamente, pero si hablas con muchas mujeres casaderas austriacas a propósito del tema lo dejan traslucir) ; dicen por ejemplo, aparte del « porque siempre se ha hecho así » que en este país es la religión mayoritaria, que es « más bonito » ; también porque hay muchos hombres que piensan lo mismo, o sea, que la sociedad los va a considerar unos calzonazos si ceden su apellido, que los van a ver « raros ».
De todo esto se desprende que, a pesar de que haya muchas mujeres y muchos hombres que se han enterado de pronto de que son feministas, en realidad hay muchas cosas en esta vida que se siguen haciendo, como mi abuela Maria (la pobre, cuánto la echo de menos) por huevos.
Como ella hubiera dicho : « Asinita ».
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