There´s a starman waiting in the sky

Entre Austria y España hay un empate a uno. Aunque es un empate relativo porque los españoles (el español) gana. Ya verán mis lectores en qué.

7 de Junio.- España, uno de mis dos países, tiene nuevo Gobierno.

Los españoles, como es lógico, han observado de cerca y con expectación los diferentes nombramientos. Opiniones ha habido para todos los gustos, aunque no se puede negar una cosa: en general, las personas que Pedro Sánchez, el nuevo presidente español, ha fichado para componer su consejo de Ministras y Ministros son personas que han hecho cosas en la vida antes de ser Ministras (11 a 4 si no me falla la memoria, así que Ministras).

Por lo pronto, la „foto de familia“ del nuevo gabinete, con el rey nuestro señor, Felipe uve palito, muy sonriente, en medio, se ha llenado de color, acostumbrados como estábamos a los tonos más bien neutros de los ministros de los últimos años.

Mirando la foto, he reparado en que Austria y España tienen una cosa (otra cosa) en común, y es que ambas naciones han tenido a uno de sus aborígenes de excursión por los alrededores de nuestra casa común. Esto es, en el espacio.

El nuevo Ministro de Ciencia e Innovación español fue astronauta y también cosmonauta. Y es fácil saber por qué: cuando la gente subía al espacio y el chisme era de fabricación americana, en el carné de identidad ponía „profesión: astronauta“. Cuando, en cambio, el cacharrito era de fabricación soviética o rusa ponía „profesión: cosmonauta“. La terminología se ha seguido conservando.

D. Pedro Duque fue puesto en órbita la primera vez en 1998, a bordo del Space Shuttle, o sea, astronauta, y su andadura espacial duró casi nueve días. Más en concreto, 8 días y 20 horas más o menos. Tenía entonces 35 años. Si el lector pensaba que 35 castañas es una edad que casi linda con la jubilación astronáutica, me va a perdonar que le refute su opinión con datos. Y es que los astronautas no son como Cristiano Ronaldo.

Con cuarenta cumplidos (o sea, en marzo del 2003) Pedro Duque volvió a subir al espacio, esta vez con la escafandra de cosmonauta puesta, porque subió a la estación espacial Sojuz.

Aquí en la cosa rusa se entretuvo un poco más y estuvo nueve días.

Antes de pasar a su compañero, el „austronauta“, yo quisiera decir que tenía el lejano recuerdo de que Pedro Duque era, como se dice proverbialmente, más soso que la mierda de pavo. Pues no, oiga. He estado escuchándole en entrevistas y es un hombre muy salao (le sacan con buena prensa hasta en Russia Today, que ya hay que serlo).

¿Y el „austronauta“? Preguntará usted. Pues ahora mismito nos ponemos con él.

El único austriaco que ha estado en órbita se llama Paco como yo, solo que aquí le llaman Franz, de apellido Viehböck.

Es un poquito mayor que Pedro Duque, aunque en lo de la astronáutica el español gana. Porque Viehböck fue solamente cosmonauta, concretamente en la estación espacial Mir. No es por presumir, pero el neoministro también gana en horas de estancia en el espacio (para que luego digan). Viehböck estuvo en la Mir un poquito más de una semana y es que al pobre le pilló no solo el final de la moda de la hombrera ancha, sino también el final de la URSS, porque el austriaco estuvo dando vueltas por el espacio en octubre de 1991, cuando el imperio soviético hacía agua por todas partes. Terminada su excursión espacial, Viehböck descendió a la tierra sin mayores contratiempos y tomó tiera en Kazajstán (entonces aún parte de la URSS).

La carrera posterior de Viehböck no ha llegado a ningún ministerio, pero tampoco se le ha dado mal al hombre, las cosas como son.

Aprovechando ese momento tonto de que si cae el muro y de que si se acaba la guerra fría y tal y cual, cuando terminó de servir en Rusia, Viehböck fue fichado por Rockwell International, en USA; después, cuando Rockwell compró Boeing, estuvo trabajando allí y al final, se lo trajeron a Viena para que diera un barniz de prestigio a la agencia de desarrollo de Comercio Internacional. Después, estuvo en Baja Austria haciendo lo mismo (en Austria, como en España, el espacio da mucho glamour). Ahora trabaja en una empresa metalúrgica cuyas oficinas centrales (lo que son las cosas) están en el mismo pueblo en donde nació el primer jefe de Von Braun, el muñidor de la carrera espacial americana. A ver si hay algún lector que sepa dónde es.


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