El tocador de señoras

Ellas decían que él era un pulpo, él que no. Pero su reputación ha hecho un Kevin Spacey, y le urge tomar medidas urgentes.

21 de Agosto.- Muchas veces pienso que, más que la idea misma del blog, la idea más resultona relacionada con Viena Directo es el propio nombre del espacio. Nació como un chiste –por el famoso Madrid Directo, marca que luego se extendió por todas las teles autonómicas de la piel de toro- pero resulta que el nombre, entre otras cosas, le gusta a Google (y ya se sabe que todo lo que le guste a Google nos tiene que gustar a nosotros). Viena Directo se encuentra si uno busca vuelos relacionados con Viena, o si busca Viena solamente. O si busca vuelos sin paradas. O si busca cosas relacionadas con la historia de Viena o con la vida en Viena y asín, como dijo aquel, sucesivamente. Qué bonito es Google que nos hace la vida más fácil. Ole con ole y olá.

El nombre de las cosas, sobre todo si se trata de productos del entendimiento humano, es muy importante. Una ciencia, vaya. La historia de la economía está llena de productos que se estrellaron porque sus creadores no acertaron a encontrar un nombre chulo. Empiece usted en el Mitsubishi Pajero que le hizo a Falco de ataúd y siga todo recto hasta la marca de leche asturiana Compresa (ellos, claro, pensaron en « Compre esa » pero no les vino a la cabeza el ciclo menstrual, el peligro de poner los nombres a tontos y a locos, sin perspectiva de género).

Así, a primera vista, Liste Pilz, era un nombre normalito. Claro, tenía el nombre del fundador, Peter Pilz, que era el cabeza de catel del asunto, el famoso. Al principio, cuando se montó el partido, era famoso para bien. Luego, no. Luego se descubrió que Peter Pilz, en cuanto se toma dos gintonics no es que acepte pulpo como animal de compañía, sino que todo él se convertía en un tentáculo (o, por lo menos, eso decían las mujeres con las que PPsP – o sea Peter Pilz se Propasó-).

Desde que estalló el escándalo, y a pesar de que los jueces no han podido encontrar nada que pruebe que Peter Pilz sea un tocador de señoras, la reputación del otrora popular político austriaco ha hecho un Kevin Spacey, de manera que, claro, cualquier cosa asociada a su nombre, no venda. Un poco como ponerle Donald Trump a una asociación de fomento de la salud mental. El caso es que en la Liste Pilz, aprovechando estos meses estivales en que el personal está un poco amodorrado, han decidido emprender una operación de gran calado para mejorar su imagen pública (objetivo claramente difícil, porque la Liste Pilz es un poco la casa de Touch me Rock y la Posada del Peine, todo en uno).

Los cambios pasan porque Peter Pilz deje de ser el jefe del partido (han puesto a una seöora llamada Maria) y cambiarle el nombre (no a Maria, que lo tiene bien bonito, sino al partido). Es lo que en marketing se llama hacer un rebranding. Como cuando McDonald´s consiguió que todos dijeramos I´m loving it.

La duda es si conseguirán que Peter Pilz se vuelva invisible o, por lo menos, que se esté calladito mientras María habla. Porque Pilz quizá no tenga la mano larga, pero en lo tocante a la lengua es un poco Pérez Reverte.


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